Morelia, Mich., El pueblo purépecha de San Juan tiene dos historias, una de tragedia y otra de éxito empresarial. Como San Juan Nuevo Parangaricutiro es reconocido mundialmente por el manejo sustentable de sus recursos forestales y por haber construido una empresa exportadora de productos maderables, y la otra, el viejo San Juan, cuando tuvieron que abandonar sus hogares al hacer erupción el volcán Paricutín hace 80 años.
En 1944, un año después del nacimiento del volcán, las autoridades municipales y la misma población decidieron abandonar el pueblo: la lava se había extendido hasta cerca del panteón de la comunidad. La gente colocó terraplenes, pero de nada sirvió, fueron rebasados por la lava, comentó a La Jornada Juan Aguilar.
“El 10 de mayo de ese 1944, los habitantes de San Juan abandonaron el pueblo. Pero no todos salieron del viejo San Juan, gente que vivía en las rancherías y lugares cercanos aguantaron otros meses, sobre todo los que tenían ganado, no había adónde ir. Afortunadamente, dentro de la desgracia, el nacimiento del volcán trajo cientos de turistas que de alguna manera dio para que pudiera salir adelante la gente del viejo San Juan y del pueblo vecino de Angahuan, que al menos no tuvo daños en sus viviendas”, dijo.
Entre octubre y noviembre de 1943, ante la solicitud de habitantes del viejo San Juan, el entonces gobernador de Michoacán, Félix Ireta, y el secretario de la Defensa Nacional, Lázaro Cárdenas del Río, encabezaron la donación de las tierras en donde quedó asentado San Juan Nuevo Parangaricutiro. A partir de ese momento comenzó a llegar gente del viejo San Juan que se reunió nuevamente en lo que es ahora San Juan Nuevo.
El cura del viejo San Juan, Alberto Mora, se encargó de reunir fondos para financiar la construcción de la iglesia del Señor de los Milagros en el nuevo pueblo, que terminó de edificarse en 1962. “El pueblo sobrevivió durante años con los ingresos de los visitantes”, subrayó Aguilar. A la par se inició el proyecto de explotación de los bosques, a partir de su cuidado y protección que los llevó a crear una empresa sustentable, añadió. La entonces Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos (SARH) autorizó la limpia de madera seca.
El proyecto de aprovechamiento forestal sustentable comenzó en 1983, con elaboración de productos maderables, cultivo del bosque y turismo ambiental. “No fue sencillo, porque no es fácil organizar y poner de acuerdo a mil 254 comuneros, todos ellos con derechos y obligaciones”.
Ahora la situación ha cambiado, pero sobre todo la lucha por “sobrevivir fuera del lugar en que nacimos hizo que toda la comunidad piense distinto, actualmente sembramos cada año 5 mil hectáreas de arbolado, incluyendo una parte que se conserva del viejo San Juan, donde hay todavía toneladas de arena que dejó la lava y que se vende como material para construcción.
“De poco más de 2 mil habitantes que había en el viejo San Juan, ahora en el nuevo San Juan hay más de 19 mil, muchos de otras regiones purépechas que se han quedado aquí porque hay trabajo, tanto en la empresa como en el comercio, y finalmente de todo el mal que parecía el Paricutín resultó algo bueno para nuestro pueblo”, concluyó Tata Juan.
De las más de cien comunidades de las cuatro regiones purépechas, sólo San Juan Nuevo Parangaricutiro ha logrado organizarse, no únicamente en el combate a incendios forestales sino, desde hace cuatro décadas, en instalar varias empresas, como el aserradero, la embotelladora de agua, una fábrica de muebles de madera, una zona ecoturística, además de haber conseguido cultivar el bosque; esto quiere decir que año con año siembran más de 5 mil hectáreas de oyamel y pino, y cosechan al menos la mitad, lo que significa que han alcanzado la sustentabilidad.