Hugo Rafael Chávez Frías ganó las elecciones presidenciales de 1998 en Venezuela. Su triunfo despertó angustias: un militar rebelde, expulsado de la institución por sublevarse; pobre, llanero con sangre indígena y negra llegaba al gobierno de esa importante nación petrolera. La zozobra se aplacó pronto. La poderosa configuración del Estado venezolano, que había sobrevivido a la rebelión popular antineoliberal de 1989 y había aplacado dos conatos de golpe de Estado en 1992, seguramente lo pondría en orden. Pero Chávez les salió montuno.
Nacido en Barinas en 1954, su sueño de ser pelotero lo llevó a la Academia Militar en los tiempos de una reforma castrense nacionalista. En el ejército vivió las contradicciones más profundas de su país. Allí nació su voluntad de poder. Prefiguró diversos caminos para conquistarlo. Pensó en alistarse a la guerrilla. Luego, el 4 de febrero de 1992, intentó una insurrección militar. Fracasó y fue encarcelado. Su derrota, sin embargo, despertó en el pueblo el sueño de que las cosas podían cambiar. La protesta social ayudó a que saliera de prisión. Volvió a pensar en la lucha armada como la vía más eficaz de acceso al poder. Pero analizó que el costo humano sería altísimo. Con el elemento militar siempre presente, redefinió su estrategia: construyó un movimiento social-electoral para ganar la presidencia. Recuperó la tradición patriótica y rebelde en un programa político que puso en el centro la convocatoria a una asamblea constituyente para la refundación de Venezuela. Su apuesta en la vía constituyente pretendía expropiar procesalmente el poder de los poderosos para dárselo al pueblo. La nueva Constitución fue aprobada el 15 de diciembre de 1999. Fue apenas el comienzo de la autodenominada revolución bolivariana.
Chávez rompió las reglas del juego político y se conectó con las formas rebeldes de hacer política popular en la calle. Consciente de que la crisis política se agudizaba con los cambios de su gobierno, asumió profundizar la polarización social para fortalecer el polo de los dominados, explotados y oprimidos. Dio vida a una nueva noción de patria que tuvo como marca de nacimiento, en abril de 2002, el haber derrotado un golpe de Estado, orquestado por la oligarquía y Estados Unidos, en menos de 72 horas.
El pensamiento de Simón Bolívar, junto al de Ezequiel Zamora y Simón Rodríguez, fue el basamento del cambio cultural dirigido desde el poder del Estado. Con base en fibras hasta entonces invisibles, hizo florecer las potencias creadoras de un pueblo subestimado por la contracara del derroche propio de la dinámica rentista petrolera. Junto con el bolivarianismo, el cristianismo popular nutrió el proyecto. Con la agudización de la lucha de clases y el choque con el imperialismo, la revolución se planteó transitar su propio camino al socialismo del siglo XXI.
Chávez concibió que las reformas y la revolución no eran necesariamente antagónicas. Se empeñó en usar la concentración de poder del Estado para desbaratarlo y construir organización popular autónoma. Bajo esa lógica creó los Círculos Bolivarianos y las Misiones Sociales. Luego apostó a la creación de cooperativas. También creó las Milicias Bolivarianas. En sus últimos años abundó en la radicalidad con su propuesta de organización comunal expuesta en su discurso “Golpe de timón”.
Chávez alteró la geopolítica mundial. A través de PetroCaribe planteó romper con el dominio de Estados Unidos sobre la zona. Fue artífice de la derrota del Área de Libre Comercio de las Américas en 2005. Con Cuba, impulsó una nueva forma de relación entre países a través de la Alternativa Bolivariana para las Américas y favoreció el surgimiento de gobiernos progresistas en la región. Reactivó la Organización de Países Exportadores de Petróleo. Rompió con la unipolaridad de la Unión Europea-Estados Unidos a través de acuerdos con China, Rusia, Irán, entre otros, para multicentrar la política. Rechazó y condenó la guerra en Medio Oriente. Se solidarizó con todas las luchas de los países oprimidos.
Condenado y tergiversado a escala mundial por haberse aferrado a repartir el poder entre los más humildes, Chávez murió el cinco de marzo de 2013 atacado por un feroz cáncer. Su última alocución pública, el 8 de diciembre de 2012, se convirtió en una especie de testamento político. En ella mandató a los actores claves de la revolución a que cuidaran la patria “Porque somos revolucionarios, somos socialistas, somos humanos […] pero en esencia patriotas”. Los poderes imperiales no perdonarán nunca al montuno. Hoy sostienen una guerra contra Venezuela en su empeño por liquidar el legado de aquel irreverente plebeyo. Sin embargo, él sigue andado por esas tierras en un proyecto que sostienen millones de patriotas.
*Filósofo