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Política

2023-03-06 06:00

El fuego te puede acorralar y hasta la lluvia es engañosa: combatientes

En 2021, se consumieron 2 mil hectáreas en el cañón de Rancho Nuevo, Coahuila, y la sierra de Santiago, en Nuevo León.
En 2021, se consumieron 2 mil hectáreas en el cañón de Rancho Nuevo, Coahuila, y la sierra de Santiago, en Nuevo León. Foto Zócalo de Saltillo y Protección Civil de NL
Periódico La Jornada
lunes 06 de marzo de 2023 , p. 3

“El fuego es muy traicionero. Rodea y te puede acorralar. Si un incendio forestal se dificulta con el viento y no podemos sofocarlo, nos retiramos. Muchas veces lo único que se puede hacer es ver, con tristeza, cómo devasta tanta vegetación”, lamenta José Cruz Delgado Campos, combatiente de la Comisión Nacional Forestal (Conafor) en Zacatecas.

Muchas de las historias para convertirse en combatientes comienzan en la familia y la suya es una de ellas. Su padre se dedicó a esta labor y hace 26 años él comenzó su carrera. Dice que le tiene “amor y aprecio, pero no miedo”. Aunque reconoce que en su familia hay “preocupación e incertidumbre porque a diario sales de casa a combatir el fuego. No sabes si regresas”.

Es coordinador de brigada en esa entidad y su responsabilidad empieza desde el momento en que se reporta un incendio, se valora el comportamiento del fuego, las rutas de escape y con cuánto personal se cuenta, para distribuirlo en grupos y atacar los frentes del incendio. “No tengo que cometer errores”, exclama.

Delgado Campos narra que, en una misión en Sierra Prieta, él y siete de sus compañeros de brigada fueron sorprendidos por las llamas y quedaron atrapados. Vivieron instantes cruciales. “Lo único que pensamos fue aventarnos al suelo. Era un área ya quemada. Sentimos la intensidad del calor del fuego y ardor en las manos y el rostro, fue como si te estuvieras quemando. Resultamos ilesos”.

El terreno y las rutas de acceso son factores que complican las labores para combatir las conflagraciones. Además está el viento, que en cualquier momento puede cambiar su velocidad, redireccionar las llamas y poner en peligro las vidas de los combatientes, menciona.

Hasta la lluvia “es engañosa” cuando estás en el incendio, asegura Armando Guzmán Sánchez, combatiente en Campeche. “Quizá en el momento sí ayuda, pero si no continúa, reaviva las llamas y las vuelve más fuertes”. Cuando ya se está extinguiendo el fuego, hasta la última brasa se debe apagar, porque, de lo contrario, quedan pedazos de madera o palos encendidos que, si no son cortados de manera adecuada, reavivan la lumbre, “quizá no ese día, pero probablemente en una semana si ya no llueve”.

Guzmán Sánchez narra un incidente. En 2015, en un combate a un incendio forestal junto con su equipo, no lograron encerrar el fuego con la técnica de línea de control para detener su avance, “nos faltaron 300 metros para hacerlo y nos ganó la candela”. Era mediodía, cambió la corriente de aire y “nos quedamos casi rodeados por las llamas. Tuvimos que retroceder y retomar el combate con otro plan al día siguiente”.

Luis Gallegos, combatiente en Baja California, explica que un incendio forestal se compone del viento, la topografía y el combustible, es decir la materia que se está quemando. Por ello, afirma, todos los incendios son un riesgo. “No tenemos una zona para decir aquí no. Si ocurre en un pastizal y te confías, ya es riesgo”. La labor de un combatiente de incendios forestales no es una tarea fácil, quienes se dedican a ello deben contar con capacitación y entrenamiento a fin de aminorar riesgos.

Relata que hace 16 años, un helicóptero en el que iba con un grupo de combatientes se desplomó cuando supervisaban las brechas cortafuego, que tienen como fin aislar las llamas. Gallegos recuerda que el piloto comentó que “atacó un viento de cola (a la aeronave) y nos tumbó”. El percance lo incapacitó dos meses, “a otros compañeros los operaron de la columna”.

Los sustos no han parado. Relata que hace tres años en Tamaulipas descendía de una montaña cuando tropezó, rodó y perdió el conocimiento. Cuando reaccionó sintió un dolor en el hombro. Se había lastimado la clavícula. Esto lo llevó a cirugía y le colocaron una placa de acero inoxidable con 10 tornillos.

“Hace siete años pude haberme jubilado, pero me gana esta chamba y todavía puedo hacerla. Es un trabajo al que yo le tengo mucho amor. La familia ya se acostumbró”, comenta Gallegos, quien lleva más de tres décadas de su vida dedicadas a luchar contra el fuego.

Los combatientes laboran ocho horas diarias, aunque están disponibles otras tantas más por si se presenta una emergencia. Cuando esto ocurre, su jornada de trabajo no termina hasta que se haya acabado el fuego. 32 días se ha llevado uno de los incendios más prolongados, indica Delgado Campos. “Es un cansancio muy fuerte, mucho estrés, pero te sientes contento de luchar contra el enemigo: el fuego. Te sientes contento de haber participado a favor de la naturaleza”.

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