Tesla producirá autos en Monterrey. Así se zanjó la diferencia entre Musk y el presidente López Obrador sobre la ubicación de la planta que tendrá una gran inversión e impacto económico. El entorno general es la redefinición de los patrones de la globalización que están en curso y que llevarán tiempo en asentarse.
El tiempo corre ya. México tiene una clara ventaja de localización en este proceso por su pertenencia en el tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) que sustituyó al anterior TLCAN.
Es la geografía, componente clave de los procesos económicos; no siempre bien tratada ni considerada para conseguir ventajas en la producción, eficiencia en la organización, economías de escala y articulación de los mercados. Se trata de generar valor en las actividades económicas y un mayor potencial de bienestar social, con el uso racional del territorio. Es claro que involucra también acciones de protección del entorno natural, la conservación y recreación de los recursos disponibles.
No se trata de panaceas, quien lo piense así está errado. Se trata de generar oportunidades y ventajas que se extiendan del mayor modo posible, mucho más allá de las meras utilidades de las empresas líderes, como es Tesla. La política industrial no puede dejarse sólo a los agentes externos; eso ha quedado claro con la experiencia del TLCAN.
El asunto concierne a la dimensión espacial del proceso de crecimiento y desarrollo económicos; una cuestión crucial. Referencia compleja que abarca: población; territorio; recursos naturales y materiales; instituciones; gestión política, legal, técnica y administrativa; infraestructuras; fuentes suficientes y limpias de energía y corrientes de financiamiento. También necesita, claro, de seguridad.
La geografía debe ocupar un lugar expreso y bien definido en la política pública para generar los mayores beneficios en términos de uso del territorio, la creación de valor, más empleos con mayor contenido de conocimiento y capacidades, más ingresos para las familias y definir los lugares que habrán de participar en esta ronda de nuevos proyectos, nuevas tecnologías y flujos de inversión.
La Secretaría de Economía debe contar ya con un plan, una estrategia, personal muy calificado y una gran capacidad de negociación para encauzar la participación del país en el reordenamiento de las actividades productivas y de servicios que se irán desenvolviendo. En este proceso el gobierno, las empresas y los bancos de Estados Unidos tendrán un papel preponderante. En Relaciones Exteriores, que participa en estos asuntos y entendimientos debe haber, igualmente una línea de acción que, desde la diplomacia, encuadre la dinámica que ya se está creando.
Un ejemplo reciente muestra de modo bastante claro algunos de los componentes económicos, políticos y tecnológicos de la “nueva globalización”. La secretaria de Comercio de Estados Unidos, Gina Raimondo, anunció apenas hace unos días el trato que se dará a la producción de “microchips”. Los productores de chips deberán aceptar no expandir la capacidad de producción en China durante una década si es que pretenden recibir dinero de un fondo federal de 39 mil millones de dólares destinado a construir una industria de vanguardia de semiconductores conforme a las reglas establecidas por el Departamento de Comercio. De modo expreso dijo que la aplicación para recibir esos fondos de la “Chips Act” que pasó el Senado el año pasado como parte de lo que se define como un programa de política industrial fundamental diseñada en contra de China.
Por si no fuera suficientemente explícito, añadió que los receptores de los fondos aceptarán restringir su capacidad de expandir la producción de semiconductores en otros países señalados por un periodo de 10 años. Además de que no participarán en ninguna operación conjunta o licenciamiento de investigación o tecnología con ninguna entidad que involucre tecnologías o productos definidos como sensibles. Concluyó señalando que la ley de Chips emitida por el Congreso es un esfuerzo para crear una industria capaz de producir masivamente semiconductores de avanzada y que ahora se producen mayoritariamente en Taiwan.
¿Así o más claro? Esto es lo que está de por medio. El objetivo, dijo Raimondo, es asegurar que Estados Unidos sea el único país donde las empresas capaces de producir ese tipo de chips lo hagan y a la escala requerida. Esto, claramente, está ligado, entre otras, con la industria automotriz en su nueva fase eléctrica, donde Tesla es protagónica, pero no única; su mayor competencia está en China.
Según los trabajos de Hyun Song Shin, economista del BIS en Basilea, la globalización se fue desacelerando a partir de 2008; el comercio como proporción del PIB se estancó y con él también el grado de globalización financiera, o sea, los préstamos bancarios transfronterizos. Ambas cuestiones se asocian con las cadenas de suministro.
La globalización real y financiera son procesos conjuntos y relacionados. La matriz de interrelación de los balances de las empresas, que expresan los flujos de materias primas y productos semielaborados, componentes y bienes finales tienen como contraparte el lado financiero entre fronteras. Esta es, por cierto, una cuestión muy relevante para México en cuanto a la gestión de las finanzas públicas y las medidas monetarias relativas a los precios, entre ellos, el tipo de cambio.
El proceso de globalización que se anuncia con el eslabón que representa Tesla, no será sencillo ni terso para México; exigirá mucha aptitud para asumirlo, guiarlo y gestionarlo. Son muchas las dimensiones involucradas y no cabe la improvisación. Esto pondrá a prueba al siguiente gobierno, el que sea, al conjunto de la administración pública federal, estatal y municipal; igualmente al sector privado que enfrentará condiciones a las que tendrá que adaptarse y competir.