Ciudad de México. En el escenario del mítico Teatro Fru Fru, a media luz, fue colocada la urna con las cenizas de Irma Serrano, custodiada por una fotografía de la misma Tigresa y con el melódico sonido de la marimba tocando La Martina, el cual después fue sustituido por el mariachi y emotivas canciones.
Este sábado, se rindió un “simbólico” e inusual homenaje a Irma Serrano, sin la rigidez de una ceremonia oficial, tal como fue la vida de una “mujer valiente, luchadora, bravía, ingobernable, generosa, adelantada a su época y, sobre todo, con un profundo amor por México”, aseguraron amigos, algunos colegas del medio artístico y conocidos quienes tomaron la palabra para despedir a la actriz y cantante, fallecida el pasado miércoles a los 89 años de edad.
En el proscenio, se observaron coronas florales, veladoras, una escultura de la Virgen de Guadalupe y una efigie dorada de una mujer, rodeada de una serpiente, también adornada con flores blancas. Al tributo organizado por Luis Felipe García Morales, sobrino nieto de la ex legisladora, llegaron el cantante José Julián, el actor Carlos Bonavides y la vedette Lyn May; además de integrantes de la comunidad gay y trans a quienes apoyó, en su momento, la mujer del emblemático lunar en la frente y ojos luminosos.
“Irma no has muerto, México te ama!”, “Viva Irma Serrano!”, fueron algunos de los gritos que se escucharon en la sala, mientras el mariachi interpretaba Amor eterno, Si nos dejan, Golondrina presumida, Urge, Cucurrucucú paloma y La Martina. Este último tema se escuchó desde temprana hora, tanto en el exterior como en el interior del recinto del Centro Histórico. “Es como el himno de la señora”, dijo uno de los seguidores que recordaron a la fallecida artista.
Podría “contar muchas cosas, pero hay unas que no se pueden platicar porque éramos tremendas las dos; no les puedo decir lo que vivimos cuando andábamos en los palenques y estuvimos mucho tiempo en el Teatro Blanquita; la amo, la adoro y siempre va a estar en mi corazón, porque fue una persona linda y amable conmigo y con todos. Nunca la voy a dejar de recordar”, expresó Lyn May, quien acudió ataviada de negro.
En tanto, Bonavides recordó diversos momentos con La Tigresa, así como de aquella “anécdota maravillosa de valor y audacia” de cuando abofeteó al presidente Gustavo Díaz Ordaz. “Es una más que se va de mi generación y que no ve el cambio tan drástico que existe en México en el ambiente artístico; ella defendió a capa y espada este teatro donde se hicieron gente como Francis… Conocí a una Tigresa, aparentemente rodeada de muchas personas, pero profundamente solitaria y auténtica”.
Irma Serrano, definió su sobrino, fue “una mujer libre, de convicciones firmes, que todo en lo que se metió lo transformó, fue irreverente, no le tenía miedo al qué dirán; además fue la primera chiapaneca en ser senadora de la República y de las primeras que abrió el teatro para la comunidad LGBT”.
Luis Felipe García tampoco negó su destino. “Nací pegado a ella, aquí en este lugar… mis papás vivían en el departamento 24 y mi papá administró el Fru Fru”, mismo camino que seguirá para que el legado sea reconocido por las siguientes generaciones.
En el vestíbulo del recinto, el cual fue recuperado por su sobrino y La Tigresa en 2017, permanecen un cúmulo de fotografías y destacan dos imágenes representativas, que podrían dar cuenta del inicio y, tal vez, final de una historia: En una imagen, la señora Serrano está acompañada por el poeta Salvador Novo, el primero de marzo de 1973, cuando compró el Fru Fru; mismo día, por cierto, en que falleció 50 años después. Y en la segunda fotografía, la actriz se observa con el presidente Andrés Manuel López Obrador en el cierre de campaña en Comitán, Chiapas, en 2018.
Entre música, palabras emotivas, anécdotas y los aplausos de los asistentes se desarrolló el tributo a La Tigresa, el cual cerró con una ceremonia religiosa, presidida por un sacerdote que conoció y confesó a la actriz años atrás. En tanto, en el exterior, un pequeño grupo encabezado por una persona de la tercera edad buscaba acceder al recinto, pero el homenaje estaba a punto de terminar.
Afuera, sólo una manta negra colocada en la parte superior de la fachada, en forma de moño, recordaba el fallecimiento de la polémica propietaria de ese teatro quien llegó a decir que para qué quería una serie biográfica “si mi vida era muy pública”.