1. Parece que algunos “perdieron buena chance para quedarse callados”, como dijo una vez un “clásico” (el presidente francés Jacques Chirac desde las alturas de su prepotencia, pero no sin razón, a la noticia de que Polonia y otros países centroeuropeos, aún en la cola a la Unión Europea, apoyaron a la infame invasión estadunidense a Iraq en 2003). Pienso en el mismo Estados Unidos (EU), concretamente en el secretario de Estado Antony Blinken y sus “preocupaciones” por la condición de la democracia mexicana (véase el excelente editorial del jueves: bit.ly/3Zy7SLd), hechas no sólo −y como siempre en caso de Washington−, desde las alturas de la prepotencia imperial y al borde del injerencismo, sino desde una posición de un dudoso historial democrático tanto en el exterior como en casa. De verdad, es mejor pensar dos veces antes de decir algo. Allí está la larga lista de intervenciones para sofocar las democracias a lo largo del mundo. Allí está la nada democrática anatomía de su propio sistema electoral y político (Colegio Electoral, el papel de la oligarquía financiera, etcétera). Racismo, exclusión, supresión del voto. O la falta de semejantes preocupaciones, por ejemplo, por la grave situación en Perú tras el golpe de Estado allí, instigado también desde la embajada estadunidense (bit.ly/3Zj2kog). El chiste se cuenta solo.
2. Pensando en el carácter oligárquico de la “democracia estadunidense” y si alguien ya dijo “golpe” −también en tenor de la vieja broma de “¿por qué no hay golpes de Estado en Washington?: porque allí no hay una embajada estadunidense...”− uno nunca debería de cansarse de recodar que por poco casi hubo uno. En 1933 el llamado “ Business Plot” (“Complot del Negocio”) apuntaba a derrocar el gobierno de Franklin D. Roosevelt (FDR) con su odiado en los círculos empresariales New Deal –“¡el socialismo!”− y remplazarlo con la dictadura fascista al estilo de Hitler y Mussolini, muy populares en los círculos de poder en EU de aquel entonces (sic). Los conspiradores (Rockefeller, Mellon, Pew, JP Morgan, du Pont et al) querían usar para ello a los veteranos de la Primera Guerra, la mayoría desempleados (la denominada Bonus Army). Los iba a liderar el general retirado de los marines Smedley Butler, una vez un exitoso “pistolero del capitalismo”, como él decía, ejecutor de planes imperiales y empresariales de EU dedicado al saqueo en beneficio de los bancos y las petroleras: en Cuba, Filipinas, China, América Central y el Caribe o en la toma de Veracruz, ésta en 1914.
3. Por si hubiera dudas que los medios mainstream en EU son una caja de resonancia del Departamento de Estado −algo que lamentaba recientemente el veterano reportero Seymour Hersh, diciendo que muchos periodistas hoy sólo se limitan a recibir los “tips” de los funcionarios (bit.ly/3SJbSqe)− dos días después de las declaraciones de Blinken, Anne Applebaum, una de las principales Cold War Warriors, tras visitar las oficinas del INE y tomar parte de la marcha del domingo, sacó un texto lamentando lo mismo: “la destrucción de la democracia mexicana” y comparando “esta grave situación” con lo que pasa en Polonia, Hungría, Turquía, Israel o en el propio EU (bajo Trump, claro) (bit.ly/3YgAmZ3). Por cierto, tampoco hubo palabra alguna sobre Perú. Tal como Boaventura de Sousa Santos, al mencionar un libro de Robert Kagan ( The Ghost at the Feast: America and the Collapse of World Order, 1900-1941, 2022), un conocido neoconservador en el que EU acaba pintado como “un país único en el mundo en su deseo de hacer a las personas más felices, libres y ricas, luchando dondequiera contra la tiranía” (¡jajaja!), encontró conveniente mencionar con quién está casado Kagan, con la (in)famosa Victoria Nuland, subsecretaria de Estado y colaboradora de Blinken (bit.ly/3SExi7X, bit.ly/3ZDSRI4), tal vez conviene decir al margen de con quién está casada Applebaum, con Radek Sikorski, ex ministro polaco de Relaciones Exteriores, prominente miembro de la “élite transatlántica” que en su momento se adelantó en darle las gracias a EU por volar el gasoducto Nordstream (bit.ly/3SIr8Ug), una operación recientemente filtrada por el mencionado Hersh (bit.ly/3SNwD4b).
4. Finalmente, el golpe en contra de FDR fue frustrado y denunciado ante la comisión del Congreso por el propio Butler, quien cada vez más cobraba la conciencia de sus hechos pasados (véase: War is a Racket, 1935). Solo en el mundo, según Kagan, el intervencionismo yanqui servía para “diseminar el bien”, y solo en el mundo, según Blinken, las posteriores destrucciones de las democracias −Irán, Guatemala, Brasil, Chile u Honduras− parecen inexistentes. Usando la analogía del Business Plot ridiculizado y minimizado en su momento por los políticos y la prensa (véase: Jonathan M. Katz Gangsters of Capitalism: Smedley Butler, the Marines, and the Making and Breaking of America’s Empire, 2022), Sarah Churchwell apuntaba hace tiempo que lo mismo se dijo del ataque al Capitolio el 6 de enero de 2020, recordando que horas después de la insurrección, más de dos tercios de los republicanos votaron a favor del “golpe”, en contra de los resultados electorales y para instalar a Trump como dictador (sic), o que seis meses después un grupo de influyentes conservadores volvió a considerar “la necesidad de instaurar a un ‘César estadunidense’” (bit.ly/3ER7nnC). Entiendo que el gabinete de Biden y Blinken actúa en un aura de la “restauración democrática”, pero dada toda la historia, la “democracia estadunidense” no deja de ser un oxímoron. Una expresión mejor servida entre comillas.