El impacto para las artes escénicas, a partir de que se registrara el primer caso en México de covid-19 hace tres años, “fue devastador para los creadores”, quienes, en ese lapso, se vieron obligados a implementar alternativas que cambiaron radicalmente, en su momento, la esencia misma del hecho teatral, al tener que trasladar su oferta a las plataformas digitales o virtuales.
Hasta el momento, no hay nadie entre los productores teatrales independientes y los comerciales que haya levantado una estadística con datos duros acerca de las pérdidas económicas o el impacto de la pandemia en las artes escénicas, “pero todos estamos de acuerdo en que la situación fue terrible para todo el sector”, dijo a La Jornada Samuel Sosa, presidente del Colegio de Productores de Teatro.
Ahora hay que remontar esa serie de vicisitudes por las que atravesaron compañías de todo el país, ya que “fueron dos años de tener prácticamente cerrados los teatros, y en la pospandemia, abriendo a ratitos, cuando lo permitían los semáforos sanitarios verde o amarillo.
“Estamos de vuelta con actividades a cien por ciento, pero lo que vemos es que la economía de la comunidad teatral se encuentra todavía muy afectada, no hay el suficiente dinero para la producción. A principios de 2022 hubo un despunte respecto de la asistencia del público, nos fue bien en la taquilla pues la gente estaba muy ávida de salir, pero ahora se volvió a pausar”.
Como consecuencia de esos dos años en los que no hubo cartelera teatral “ahora hay un rezago de programación”, explicó Sosa, “pues a final de cuentas la Ciudad de México tiene un número finito de teatros y de butacas, y el año no tiene más días, entonces, ahora que regresamos a la llamada nueva normalidad, los teatros se dedicaron a reprogramar las obras que se suspendieron. Hay obras que estaban anunciadas desde antes de la pandemia, ahora los teatros se volvieron una especie de embudo para dar salida a todo lo que se quedó rezagado”.
Sobre las expresiones escénicas virtuales, dice Sosa, “fueron esfuerzos muy loables para no quedarse sin hacer nada, fue todo un reto articular una obra desde el confinamiento, eso nos dejó un aprendizaje técnico-creativo muy interesante. Sin embargo, por el momento, no creo que eso vaya a ser un motor importante de economía para los creadores escénicos del país”.
El teatro vía streaming, continuó Sosa, fue un momento igual de interesante a nivel global. Permitió apreciar teatro inglés, francés, español o argentino, y nosotros podíamos compartir a otras latitudes los trabajos bien hechos que se hacían aquí. Lo que me parece un aspecto positivo”.
Aunado a ello, “la noción de que el teatro es efímero se trastocó y revaloró. Los diversos registros audiovisuales quedaron para la posteridad como objetos de estudio. El aprendizaje es que deberían existir más y mejores registros de las obras bien hechas, pues hubiera sido muy chingón haber tenido documentos de puestas en escena de Ludwik Margules o Julio Castillo, que fueron icónicas”.
Respecto de la asistencia de sólo 30 por ciento de público en los teatros por motivos de seguridad sanitaria, la comunidad teatral “está muy mal regulada jurídicamente como sector cultural”, consideró Sosa.
El asunto es que “los espectáculos teatrales se rigen por las mismas leyes que todos los espectáculos en vivo, por eso a los teatros les impusieron las mismas restricciones que a la Fórmula Uno, los partidos de futbol o los conciertos masivos. De ahí que, por ejemplo, se aplicó la misma lógica para un teatro con capacidad para 80 personas, que un megaconcierto en el Foro Sol.
“El problema es que en la ley no hay ninguna distinción al respecto, y debería existir una legislación propia para el teatro, que los distinga de los espectáculos masivos, ya que sus economías son diferentes. Debe haber una legislación que sea lógica y consecuente con el tamaño del sector”, destacó el productor.
Hoy, aunque se están remontando ciertas vicisitudes, concluyó Samuel Sosa, “todavía existe la precariedad en el ámbito teatral, de nueva cuenta vimos que nadie tenía seguro médico, una lucha que se ha dado por años, que nadie tenía los suficientes ahorros para sostenerse durante la pandemia, nos dimos cuenta que vivíamos al día. Eso nos ha dejado una reflexión muy importante, que ya no podemos seguir haciendo ciertas cosas de la misma manera. Siento que ahora hay más conciencia para cambiar muchas formas sobre cómo operamos y producimos”.