Washington. Las agencias de inteligencia estadunidenses no han podido vincular a un adversario extranjero con los incidentes asociados con el llamado “síndrome de La Habana”, cientos de casos de lesiones cerebrales y otros síntomas reportados por decenas de diplomáticos o empleados de embajadas en Cuba.
Los primeros casos de lo que los estadunidenses denominaron “síndrome de La Habana” surgieron en Cuba en 2016, con quejas de hemorragias nasales, dolor de cabeza y náuseas de miembros del personal diplomático, según las autoridades. Entonces sospecharon de que Rusia u otro país podrían estar realizando una campaña global para acosar o atacar a estadunidenses por medio de alguna forma de energía dirigida.
También hubo quejas de dolencias inexplicables por parte de funcionarios estadunidenses en China, Rusia y Europa, lo cual motivó investigar más a fondo.
En cambio, dicen los funcionarios, hay más pruebas de que no hubo participación de gobiernos extranjeros. En algunos casos, Estados Unidos detectó en otros países cierta confusión sobre sospechas de que el síndrome era un complot estadunidense.
Dos funcionarios al tanto de la evaluación informaron ayer a la prensa, bajo la condición de anonimato y reglas fijadas por el director de Inteligencia Nacional. Los investigadores estudiaron unos mil 500 casos en 96 países. Muchos de los cuales, dijeron, se han vinculado a otras causas distintas a una campaña extranjera: enfermedades, mal funcionamiento de aparatos de aire acondicionado y ventilación u ondas electromagnéticas provenientes de artefactos como un ratón de computadora.
Los investigadores no hallaron “pruebas creíbles” de que algún país tuviera un arma capaz de causar los síntomas.