Ciudad de México. Entre cámaras fotográficas, flashes, filtros y fotografías familiares, en el Archivo Fotográfico Walter Reuter se encuentran “más de 150 cartas inéditas, escritas en alemán antiguo, por Sulamith Siliava, primera esposa del fotógrafo Walter Reuter”.
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Dicha correspondencia es parte del archivo familiar y personal del fotorreportero, cuyas vicisitudes, desde que salió huyendo perseguido por el régimen de la Alemania nazi en 1933 hasta su llegada a México en 1942, “son de novela o de película”, comentaron en charla con La Jornada, Hely Reuter, hija del reconocido fotógrafo y documentalista alemán, y el fotógrafo e investigador Ariel Arnal, quien actualmente dirige la catalogación de dicho fondo fotográfico.
La historia y vida de mi padre es muy intensa y curiosa, compartió Hely. Antes de arribar a nuestro país, “Walter estuvo seis años en España, luego en Francia y después por casi dos años en un campo de trabajos forzados en Argelia”.
Sólo se conservan las cartas que Sulamith Siliava le escribió a Walter Reuter, las que él le escribió a ella se perdieron, comentó Hely. Al estar escritas con una caligrafía de alemán antiguo, uno de los problemas es su traducción, ya que se necesita a un estudioso o paleógrafo de la lengua alemana.
“Ese material es muy importante porque estamos seguros de que ahí se habla de la guerra civil española, del periodo en que ella está exiliada en París, con su hijo, mientras él está preso en Argelia. Las cartas nos pueden servir para mapear quiénes eran los amigos españoles, alemanes y franceses de Walter”, dijo Arnal.
Hay otro documento que forma parte de su archivo fotográfico, en el que Walter se ofreció como voluntario para ingresar al ejército francés y luchar contra Alemania, pero como tenía nacionalidad alemana, el gobierno francés lo tomó preso y lo mandó a una especie de campo de concentración, hasta que corroboraron que era antifascista y lo soltaron. El archivo integra también “unas 2 mil fotografías estrictamente familiares”.
Walter llegó en 1942 al puerto de Veracruz con su primer hijo, que había nacido en España, y su primera esposa, Sulamith Siliava, embarazada de su hija, que dio a luz en México. De Veracruz se trasladaron a la Ciudad de México, donde siempre trabajó de manera independiente, nunca estuvo en la nómina de ninguna revista o periódico.
“Trabajaba por proyectos. Alguna institución o compañía privada lo mandaban a documentar, por ejemplo, a la Selva Lacandona. Se metía donde nadie se quería meter, ya que había que transportarse a lomo de mula para subir la Sierra Tarahumara, o en barcazas para meterse en los manglares. Donde ningún fotógrafo quería ir, él decía que sí, porque era un gran viajero”, explicó Arnal.
A Walter, abundó el investigador, “le tocó hacer ese tipo de investigación con, por ejemplo, Juan Rulfo, lo interesante es que ambos tienen tomas muy parecidas sobre ciertas comunidades indígenas.
Ciudadano del mundo
“Si bien Walter Reuter se enamoró del país, curiosamente nunca se quiso nacionalizar, siempre se mantuvo como alemán, a pesar de que el gobierno nazi lo despojó de la nacionalidad alemana, la cual recuperó en 1957. Todo el tiempo que vivió en México su nacionalidad era la española, la cual todavía no se sabe a ciencia cierta cómo la obtuvo, pero se cree que se la consiguió el cónsul mexicano en Marsella, Gilberto Bosques. Es decir, Walter estuvo en México como español de 1942 a 1957”.
Aunque a final de cuentas, añadió Arnal, “a él le tenía sin cuidado la cuestión de las nacionalidades. Cuando estuvo en nuestro país, más que sentirse mexicano, me atrevo a decir que se sentía y se identificaba con los indígenas.
“La frase que siempre decía era que él era un indígena que había venido del otro lado del mar. Tan profunda era su convivencia y compromiso, que la mitad de sus cenizas se encuentran en el poblado de San Andrés Chicahuaxtla, en la Sierra de Oaxaca, donde fue reconocido como mayordomo de la comunidad.”