Una de las principales condiciones poscovid es la insuficiencia respiratoria. Los pacientes que tuvieron cuadros graves salen del hospital con un tanque de oxígeno, con el cual se quedan durante varios meses. A tres años del inicio de la pandemia, los investigadores del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) han logrado despejar algunas incógnitas, como que el daño en los pulmones causado por el virus SARS-CoV-2 se revierte en la mayoría de los casos.
Fue un alivio, señala Ivette Buendía, titular del Laboratorio de Investigación Traslacional en Envejecimiento y Fibrosis Pulmonar, porque al principio se pensaba que los pacientes quedarían con dificultad respiratoria de por vida o, más aún, que empeorarían con el paso del tiempo.
Se llegó a pensar que la afectación del órgano se convertiría en fibrosis pulmonar, un padecimiento irreversible. Y es que, explicó la investigadora, en las imágenes de tomografía se observaba que el intersticio –red de colágeno que da forma al pulmón y se ve como una red de hilo nylon muy delgado– se engrosaba. Pasaba de hilo a estambre y en algunos casos se veía del ancho de un cordón.
No obstante, la imagen no coincidía con el conocimiento que se tiene del funcionamiento pulmonar y del comportamiento de la fibrosis. “No entendíamos cómo podía ser tan rápido y tan grande el daño”.
Las dudas se fueron resolviendo en la clínica poscovid que creó el INER para dar seguimiento a los sobrevivientes. Buendía recordó que en este instituto se atendió a las personas en condición de gravedad extrema. La mayoría llegaba directo a la intubación.
En la nueva clínica hubo necesidad de contar con otros especialistas: neurólogos, cardiólogos, endocrinólogos, geriatras, nutriólogos, sicólogos, siquiatras. Todos se instalaron en el área de otorrinolaringología, entonces a cargo del doctor Armando Castorena.
La idea fue realizar un abordaje integral con todos los pacientes que, luego de varias semanas en el hospital, salían con atrofia muscular, pérdida de memoria, alucinaciones, afecciones cardiacas, entre otras.
Los neumólogos se concentraron en los pulmones y, bajo la coordinación de Ivette Buendía, dieron seguimiento a 150 pacientes. Al año, 80 por ciento reportó mejoría, las lesiones desaparecieron y dejaron de necesitar el tanque de oxígeno.
La especialista comentó que si en las pruebas respiratorias los pacientes que estuvieron intubados y con ventilador mecánico logran llenar de aire sus pulmones a 80 por ciento, están curados y pueden regresar a sus actividades normales.
Un grupo de unas 25 personas se mantiene con función pulmonar baja, lo que ha dado la pauta para seguir investigando. Buendía indicó que una hipótesis en estudio es que estos pacientes iban a tener una enfermedad pulmonar y el covid-19 lo aceleró. “Vamos aprendiendo en el camino”.
Con el estudio de biomarcadores, los investigadores han logrado una mayor comprensión del covid-19 en la etapa aguda. Han podido determinar la causa de que algunas personas superaran la infección y otras, sobre todo adultos jóvenes, murieran en unas cuantas horas.
Junto con la doctora Leslie Chávez, inmunóloga, encontraron que la respuesta inflamatoria es más fuerte en los jóvenes que en personas de más de 70 años, y eso se volvió un problema.
La especialista resaltó que la pandemia les dejó varias lecciones: una es que, como el virus, los investigadores también “podemos cambiar y adaptar nuestros objetivos de trabajo (el covid-19 no lo era), pudimos tranquilizar a la comunidad médica para que no prescribiera fármacos innecesarios, porque los pulmones se recuperan” y “sabemos, para un futuro, qué debemos buscar y medir”, como la respuesta inflamatoria.