Madrid. Europa ha sido una de las regiones del mundo más afectadas por la pandemia de covid-19, sobre todo por la virulencia de la propagación, el grado de mortalidad y la crudeza del drama social que provocó una delas crisis sanitarias más graves en las últimas décadas a nivel global.
Según la Organización Mundial de la Salud, sólo en los países europeos –que considera Rusia en este continente– la cifra de contagios desde el inicio de la pandemia ha sido de más de 273 millones, de los cuales han muerto 2 millones 187 mil personas. Estos datos podrían ser incluso peores si se toman en cuenta los centenares de miles de decesos que no forman parte de las estadísticas oficiales y que advierten de fallecimientos “con síntomas covid”, pero que al no contar con una prueba positiva confirmando el diagnóstico no se incluyeron en la cifra oficial.
A principios de 2020, Europa, como el resto del planeta, vivía al margen de la amenaza latente que suponía el virus del covid, que hasta entonces era visto como una epidemia focalizada en China y ni siquiera en todo el país asiático, sino en una pequeña región, Wuhan, donde tuvo su origen la propagación, según estudios científicos. Los países europeos miraban de reojo, ajenos a la amenaza y pensando que ese virus no saldría de China y en caso de salir no supondría ninguna amenaza para la región. Ni siquiera cuando se conocieron los primeros casos en suelo europeo, el 25 de enero en Francia y el 13 de febrero en España, que culminaron ambos en fallecimientos, se activaron las alarmas de los sistemas públicos, ni de los gobiernos ni de las instituciones de la Unión Europea (UE).
Más aún, cuando a partir del 21 de febrero en Italia se empezaban a activar medidas preventivas y crecía el temor a una propagación descontrolada del virus, el resto del continente seguía viviendo al margen de la amenaza; no se canceló ninguna feria internacional, los aeropuertos y los centros de transporte internacionales no tenían ninguna restricción, lo mismo que hospitales, asilos de ancianos o escuelas. Ninguna autoridad pública fue capaz de prever que unos días más tarde cambiaría radicalmente la vida de centenares de millones de personas en el mundo.
La UE constató la magnitud de la tragedia en un comunicado tres años después del primer caso detectado: “Se ha alcanzado un hito macabro al confirmarse que las muertes por covid-19 en los países de la región europea han sobrepasado los 2 millones” y el goteo de muertes, aunque con mucha menor intensidad, continúa al día de hoy, cuando todos coinciden en que el virus sigue vivo en todo el mundo.
Italia, el origen del foco en Europa
El 21 de de febrero de 2020 inició oficialmente la pandemia en Italia. A pesar de que se detectaron casos aislados y de que incluso se reportaron las primeras muertes por covid en España y Alemania, fue en Italia donde se propagó con virulencia la pandemia. Ni siquiera las medidas adoptadas, que incluyeron el “estado de emergencia” a principios de febrero, cuando se detectó a dos turistas chinos con la enfermedad y fueron confinados en el hospital Spallanzani de Roma, evitaron que días después los ojos de mundo miraran con asombro y temor la expansión de la enfermedad en Italia.
Fue hasta el 21 de febrero cuando se identificó al que ya se consideró el primer paciente italiano hospitalizado con covid-19: Mattia Maestri, un ciudadano italiano de 38 años. Eso precipitó las primeras grandes y drásticas medidas en el pueblo norteño de Codogno, en la región de la Lombardía, y de ahí se extendieron a las regiones limítrofes y después a todo el país. Esa provincia italiana fue la primera en Europa en decretar el cierre de comercios, de los colegios y de cualquier actividad pública, y finalmente el confinamiento de la ciudadanía en sus casas, que sólo podían saltarse por motivos excepcionales o por urgencias vitales.
Precisamente fue en la localidad de Codogno, en el corazón de Lombardía, el pulmón financiero y económico del país, donde se vivió con especial dramatismo aquellas primeras semanas de la epidemia. Y no sólo por el altísimo y rapidísimo número de contagios, sino por la alta mortalidad y por la falta de medidas por parte de la administración. En aquellos días, el gobierno italiano se debatía entre adoptar medidas draconianas y severas o ir poco a poco y analizando su evolución, sobre todo por las presiones de los poderes industriales y económicos. Y así se hizo, al menos los primeros días, cuando se miró para otro lado mientras las fábricas seguían trabajando de manera casi rutinaria. Al menos hasta que se firmaron los decretos que aislaron a cerca de 16 millones de ciudadanos y paralizaron durante dos meses una zona que incluía toda la región de Lombardía y otras 14 provincias italianas del norte: Módena, Parma, Piacenza, Reggio Emilia, Rimini, Pésaro-Urbino, Venecia, Padua, Verbano-Cusio-Ossola, Treviso, Vercelli, Novara, Asti y Alessandria.
Pero esas restricciones no pudieron evitar que Italia se convirtiera en los primeros meses de 2020 en el epicentro mundial del covid-19. Los primeros casos de contagios en muchos países procedían precisamente de ahí, como ocurrió incluso en México, donde el primer caso oficial de una persona contagiada fue un varón de 35 años que había participado en un congreso profesional en Italia y había tenido contacto con una persona con síntomas.
En aquellos días dramáticos, cuando Italia estaba conmocionada y atemorizada, una brigada de médicos cubanos conmovió a la opinión pública y a las autoridades por su trabajo para intentar controlar la pandemia. Hasta que el punto de que una vez terminada la crisis sanitaria, el gobierno italiano le otorgó al doctor cubano Julio Guerra Izquierdo la Orden de la Estrella de Italia en el Grado de Caballero por la labor desempeñada al frente de la brigada médica del Contingente Henry Reeve.
El gobierno central italiano, entonces presidido por Giuseppe Conte, no consideró necesario adoptar medidas de carácter nacional y se limitó a decretar acciones preventivas en las inmediaciones de Codogno, es decir, a algo más de la mitad de la Lombardía. Pero días después, cuando empezaron a colapsar los hospitales y se constató que la propagación del virus era imparable, masiva y veloz se comprobó que todo el país estaba en situación de extrema vulnerabilidad. Así que fue hasta el 9 de marzo cuando Italia se convirtió en el primer país europeo en confinar a todo su territorio a través de un decreto ley en el que además de ordenó a la ciudadanía respetar la distancia de más de un metro entre las personas.
Mientras Italia ya estaba confinada y en máxima tensión, el resto de países europeos, incluidos los fronterizos, no fortalecieron sus medidas de precaucación ante la amenaza. Al igual que ocurrió a principios de año, cuando el mundo entero pensaba que ese virus era una cuestión de China y sólo de China. En España, por ejemplo, se llegó a celebrar a finales de febrero y principios de marzo una feria internacional de arte contemporáneo en Madrid, con Italia como país invitado, a la que acudieron centenares de galeristas, artistas y coleccionistas procedentes de ahí y muchos de ellos de la Lombardía. Igual en España, como en el resto de las principales capitales europeas, el 8 de marzo se celebraron manifestaciones multitudinarias para conmemorar el Día Internacional de la Mujer, sin prever el gravísimo riesgo de propagación de la enfermedad más mortífera de las últimas décadas en el mundo.
A mediados de marzo, cuando los hospitales y los servicios de urgencia empezaron a emitir señales de alarma máxima, los gobiernos de los países europeos finalmente reaccionaron y activaron medidas de excepción, similares a las adoptadas en Italia. Fueron los días del confinamiento masivo, de las salidas a los balcones para aplaudir a personal sanitario, de las calles vacías y los hospitales repletos, de las morgues y las funerarias trabajando a destajo para que no se siguieran acumulando los cadáveres.
El drama
Según las estadísticas de la OMS, en Europa, que incluye a 53 países, entre ellas Rusia y varias ex repúblicas soviéticas, el número de fallecidos por la pandemia es hasta principios de febrero de 2 millones 187 mil personas, mientras se calcula que en el mundo la cifra se eleva a los 14.9 millones. Y, según estos datos, varios informes técnicos, como el elaborado por la Universidad de Oxford para establecer un Índice de Eficación en la Gestión de la Pandemia (IEGP), se concluyó que entre los países con mejor comportamiento de las instituciones públicas para afrontar la pandemia fueron países del norte de Europa, además de Corea y Nueva Zelanda.
De hecho, entre los países europeos con mejor IEGP se encuentran Noruega, Islandia, Dinamarca, Finlandia y Suecia, mientras los que peor actuación tuvieron fueron precisamente en los que se originó el brote y también los más poblados, sobre todo Italia, España, Francia, Alemania y Reino Unido, con más porcentaje de mortalidad en función de su densidad demográfica.
Pero, además de la salud pública, las principales instituciones europeas se volcaron los últimos años en activar el millonario plan de recuperación económica, con medidas específicas para recuperar el producto interno bruto (PIB) anterior a la pandemia, a través de un acuerdo para autorizar un presupuesto general de unos 2 billones de euros para los años 2021-2027. Un plan en el que la mayoría de los países, sobre todo los más castigados por la pandemia, como España, Italia, Grecia y Portugal, tienen volcadas sus esperanzas para dejar definitivamente atrás una pandemia tan voraz y destructiva como la del covid-19.