El jueves 16 de febrero, en la inauguración del camino Tonanitla que llega al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, el Presidente de la República, al hacer remembranza de momentos cruciales de la decisión de la cancelación del proyecto del Aeropuerto de Texcoco, expresó: “Le pedí a tres muy buenos profesionistas (...) –a Alfonso Romo, a Carlos Urzúa y al ingeniero Jiménez Espriú– un dictamen” sobre “si continuamos con el aeropuerto de Texcoco o se construía el aeropuerto aquí, el aeropuerto Felipe Ángeles; (…) me entregaron el dictamen una tarde; los tres coincidían en que había que continuar con el aeropuerto de Texcoco”.
Es una realidad que entre mis colegas del futuro gabinete había quienes apoyaban la construcción del NAICM, pero nunca fue mi caso, como lo he escrito con detalle, con fechas y datos duros en el libro La cancelación, que me publicó editorial Grijalbo hace un año y en el que a manera de crónica dejo un testimonio del proceso que llevó a la cancelación. Yo no fui parte ni suscribí el dictamen al que se refirió el Presidente, y mi convicción sobre la conveniencia de suspender la obra de Texcoco no se basó ni en una posición ideológica o política, ni en una mal entendida lealtad incondicional al Presidente, sino en los estudios técnicos, económicos, ambientales, hídricos, sociales, que siguiendo sus instrucciones llevamos a cabo, que se hicieron del conocimiento público durante muchos meses y cuyos resultados, que claramente señalaban la inconveniencia de continuar las obras, fueron ratificados en la consulta ciudadana, informada, que planteó como presidente electo y para la cual nos dio instrucciones de que la información no tuviera ningún sesgo que indujera en forma alguna el sentido del voto.
Desde el 14 de diciembre de 2017, día en que el candidato López Obrador presentó a quienes seríamos su gabinete en caso de ganar las elecciones, yo manifesté, de acuerdo con el licenciado, que, de ganar, haríamos auditorías técnicas para buscar la mejor solución sobre el proyecto Texcoco y desde ese momento iniciamos estudios que se profundizaron a partir del 17 de julio, cuando ya era Presidente electo el licenciado López Obrador; acordamos reunirnos con los responsables de la administración anterior.
Esta posición había quedado públicamente manifiesta desde el 23 de marzo de 2018, en plena campaña, en la inauguración del 29º Congreso da la Cámara de la Industria de la Construcción a la que asistía el presidente del Consejo Coordinador Empresarial y en la que los tres candidatos principales fueron invitados a presentaciones de 20 minutos. El candidato López Obrador me pidió que –dentro del tiempo asignado– hablara del NAICM y propusiera las auditorías técnicas, lo que fue aceptado por el CCE y después cancelado por el gobierno en turno.
Nunca tuve duda sobre la conveniencia de cancelar la obra de Texcoco y el tema más polémico para la solución adoptada, que fue la viabilidad de la operación simultánea del aeropuerto de Santa Lucía y el AICM en el espacio aéreo, se esclareció con el dictamen de los técnicos franceses al que se refirió el Presidente y que confirmaba lo señalado por Seneam (Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano).
Termino esta explicación con la transcripción de unos párrafos de mi presentación del libro La cancelación:
“Quiero dejar constancia en este documento que mi actuación (…) se ajustó, en esta decisión de enorme trascendencia nacional, a mi lealtad conmigo mismo y con mis principios, base de mi lealtad al presidente López Obrador y a los principios de la Cuarta Transformación de la vida pública del país, así como a mi convicción personal, absoluta, sobre la conveniencia de la decisión adoptada, analizado el conjunto de aspectos considerados tanto del proyecto mismo como de la situación de nuestro país y de todas las opiniones recibidas, a favor y en contra…
“Quiero subrayar esta aclaración, porque luego de mi separación de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes recibí comentarios sobre qué sentía, ‘al darme cuenta de los errores de la Cuarta Transformación’, al haber ‘aceptado sin chistar, el participar en el capricho del Presidente sobre la cancelación del NAICM’.
“No he sido nunca incondicional de nadie –considero incluso que el serlo es una deslealtad con quien te otorga su confianza, con la sociedad, con la familia y con uno mismo–, como lo confirma mi biografía y lo ratifica mi decisión de separarme de la titularidad de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, por una discrepancia de política pública con el primer mandatario, como se hizo del conocimiento público.”