Daniel Ortega es ya, desde hace mucho tiempo, el espejo del dictador al que combatió, Anastasio Somoza. La más reciente de sus tropelías, que no la última, es haber orquestado el despojar de la nacionalidad nicaragüense y bienes a 94 personas a las que considera traidoras a la patria. Entre los agraviados por la iracundia orteguista figuran los escritores Sergio Ramírez y Gioconda Belli.
Sergio Ramírez fue parte de los opositores al régimen de Anastasio Somoza Debayle, integrante del Grupo de los Doce, el cual aglutinó a diversas personalidades que sirvieron de catalizadores para enfrentar exitosamente a Tachito, el último eslabón de la dictadura somocista. La cadena dictatorial la inició, en 1937, Anastasio Somoza García, Tacho, quien legó a su hijo el modelo represivo que mantuvo por décadas en el poder a la dinastía.
Desde muy joven Sergio Ramírez tuvo inclinaciones literarias. Mientras estudiaba derecho en la Universidad Nacional Autónoma de León inició la publicación de la revista Ventana, entonces tenía 18 años. A la par del gusto por las letras fue involucrándose en la lucha contra el somocismo. Al triunfo del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), julio de 1979, sobre la dictadura que había sojuzgado a Nicaragua, Sergio fue integrante de la junta de gobierno de reconstrucción nacional, representando en ella al FSLN junto con Daniel Ortega y Moisés Hassan. Los otros dos integrantes de la junta fueron Violeta Barrios de Chamorro y el empresario Alfonso Robelo. Más tarde fungió como vicepresidente de la presidencia encabezada por Daniel Ortega.
Violeta Barrios se alzó con la victoria electoral en febrero de 1990, en tanto el sandinismo debió reorganizarse como fuerza opositora. Daniel Ortega y sus cercanos se adueñaron del FSLN y paulatinamente marginaron a otros líderes históricos del sandinismo. Como propulsor del Movimiento Renovador Sandinista, Ramírez se distanció crecientemente de Ortega, quien tras las derrotas electorales de 1996 y 2001, finalmente pudo triunfar en 2006, y desde entonces, en sucesivas relecciones quinquenales, ha continuado en la presidencia de Nicaragua.
En el libro Adiós, muchachos: Una memoria de la revolución sandinista, publicado en 1999, Sergio Ramírez narra su itinerario político y compromiso con el movimiento clandestino, cuenta cómo un grupo de opositores al sangriento somocismo debieron resistir persecuciones, revela los entretelones de la conformación de alianzas con fuerzas y personajes que no eran sandinistas, pero que coincidían en la necesidad de terminar con la dictadura de Tachito. El escritor ofrece pormenores de su creciente distancia del anquilosamiento político representado por Daniel Ortega, de las maquinaciones de éste y alianzas con quienes bajo Somoza se beneficiaron de prebendas y, más tarde, participaron en la llamada “piñata” que perpetraron sandinistas cautivados por el poder político y económico. Se le conoció como “piñata” al enriquecimiento de Ortega y otros que se hicieron de múltiples bienes y fortunas mediante corrupción.
En Adiós, muchachos, título que evoca la canción de despedida interpretada por Carlos Gardel, queda documentado el desencanto y crítica de Sergio Ramírez no hacia las causas que motivaron el levantamiento del FSLN, sino que es un recuento contra quienes usufructuaron en su propio beneficio al movimiento que levantó tantas esperanzas no solamente en Nicaragua, sino en toda América Latina. La del autor es una crítica política, pero sobre todo es un ejercicio de criba moral. En la obra denuncia la traición de los ideales que movilizaron a una generación para liberar a los nicaragüenses del opresivo régimen somocista.
Entre los premios literarios obtenidos por Sergio Ramírez están el Carlos Fuentes (2014) y el Cervantes (2017). El también articulista de La Jornada, al enterarse de la bajeza orteguista contra él y 93 opositores más, dio a conocer un mensaje en que desnudó la ridícula sentencia: “Nicaragua es lo que soy y todo lo que tengo, y que nunca voy a dejar de ser, ni dejar de tener, mi memoria y mis recuerdos, mi lengua y mi escritura, mi lucha por su libertad por la que he empeñado mi palabra. Mientras más Nicaragua me quitan, más Nicaragua tengo”.
Motivado por las evidencias de las demenciales y sangrientas acciones represivas de Daniel Ortega, en agosto de 2018, en estas páginas escribí “Daniel Somoza”. Rescato un párrafo sobre la transmutación de Ortega: “Tal vez el antiguo comandante del FSLN desconozca el poema del gran José Emilio Pacheco Antiguos compañeros se reúnen; sin embargo, ha cumplido a cabalidad lo escrito por el ganador del Premio Cervantes: ‘Ya somos todo aquello contra lo que luchamos a los 20 años’. Cuando Ortega Saavedra, junto con liderazgos y combatientes del FSLN, en julio de 1979 entraron triunfantes a Managua, no tenía 20 años sino 34, pero era la antípoda de lo que personifica hoy”.