Armados de un jarro amplificado, un médium gritón en las voces, un creador de letras y canciones capaz de sintetizar una enorme cantidad de creencias religiosas en una sola visión y con un sonido que desafiaba el brillo cromático en la paleta de colores de la era de acuario, The 13th Floor Elevators tienen una leyenda tan maldita en tan poco tiempo que aún en 2023 sigue siendo inigualable.
Paul Drummond es el biógrafo del grupo y uno de los encargados de la difusión de su legado. Su apuesta de viajar 7 mil 900 kilómetros de Londres a Austin sin tener entrevistas confirmadas y muchos años de trabajo pagaron cuando logró finalizar Eye Mind, que cuenta la extravagante secuencia del grupo The Elevators.
Hernán Muleiro (HM): ¿Cómo llegaste a escribir la biografía de The Elevators?
Paul Drummond (PD): Mi padre tenía una tienda de libros usados y ediciones particulares, dedicada al teatro. Cuando me tocó asumir su lugar, mi interés viró más hacia el teatro de la crueldad, así que The Elevators eran perfectos en ese sentido, con su mezcla de divinidad y locura. Nunca quise escribir sobre música, será verdad eso que dicen de que cada uno tiene una sola historia para contar. Me lancé a Texas y, estando allí, cuando los músicos se dieron cuenta de que había viajado desde tan lejos, fui consiguiendo sus testimonios.
HM: ¿Qué te aportó ir a Austin?
PD: Fui conociendo a gente del entorno del grupo, tuvimos aventuras, reconstruimos el camino que hacía el grupo para esconder su material de la policía. Cuando terminó la parte divertida, tenía cajas y cajas de entrevistas, sumado a que la narrativa variaba según quien la cuente.
HM: ¿Fueron un grupo caracterizado por el autoboicot?
PD: Definitivamente, por eso incluyo el manifiesto del suicidado de Artaud en el prólogo, ellos realizaron un suicidio artístico, toda generación tiene algunos individuos que se comportan así.
HM: ¿Cómo era la relación entre sus integrantes?
PD: La historia de The Elevators es diferente, sabía que iría creciendo y que nadie la escribiría por mí. Tommy creía en cambiar el mundo a través de la ingesta de ácido y alentaba a que sus compañeros tomaran una dosis cada cuatro días. Además del conflicto tienes a Stacy, el genio musical, con formación religiosa y la firme creencia de que esa mezcla de revolución, drogas y rocanrol constituía una práctica maligna.
HM: Algo que destaca del libro es el análisis de la canción Slip inside this house y cómo resume en varios versos una variedad de creencias religiosas.
PD: Junto a la canción Postures forman un conjunto. El análisis me llevó muchísimo tiempo y 22 mil palabras, pero Tommy diría que es completamente errado.
HM: ¿Te afectó acercarte tanto a tus ídolos?
PD: En más de un momento sentí que me volvía completamente loco.
HM: Uno de los asuntos sorprendentes de la historia tiene que ver con que cuando el grupo se muda a California, un conjunto de covers toma su lugar en Texas, simulando ser ellos.
PD: Se llamaban Brian Blokes y también remplazaban a algún integrante de The Elevators cuando no llegaban a sus shows. A los dueños de los lugares no les importaba, simplemente bajaban las luces.
HM: Por la forma en que la policía perseguía al grupo, uno creería que se trataba de un grupo terrorista.
PD: Fue una persecución exagerada, jugaban al gato y al ratón, la policía quería convertirlos en un ejemplo por la forma en que difundían el consumo de drogas, pero se equivocaban, querían terminar con la contracultura, pero no vieron que era un fuego inextinguible.
HM: ¿No pensaste en hacer un libro sobre el disco solista de Roky, The Evil One?
PD: Pienso que es un disco que se tendría que haber editado durante la era punk para que Roky pueda hacer su regreso, su sencillo Bermuda fue editado por Virgin dos o tres epés antes que God Save The Queen.
HM: Además de la persecución policial, la historia de Roky estuvo signada por dificultades con el área de salud mental del sistema de salud.
PD: Las idas y vueltas de Roky por los manicomios son tan complejas que algunos abogados se han mostrado perplejos ante ciertas partes del historial. Se supone que Roky tenía un tipo de esquizofrenia arraigada en un oscuro historial familiar, por un lado, y la extensión de su consumo farmacológico, posteriormente agravado por tratamientos de electrochoque. Cuando le pregunté a Roky cuál era su demonio, me contesto: “Rusk”, una de las cárceles de máxima seguridad donde estuvo confinado.