Nueva York. El fichaje del venezolano Gustavo Dudamel para dirigir la Filarmónica de Nueva York no sólo será una experiencia musical, sino que pretende democratizar la música como “herramienta transformadora” de los jóvenes y la sociedad.
“Creo que tenemos una misión como artistas”, afirmó el lunes el maestro de Barquisimeto de 42 años en su presentación oficial en la sala David Geffen Hall, del Lincoln Center, sede renovada con 550 millones de dólares de la Filarmónica neoyorquina, que será su próxima casa a partir de la temporada 2026-2027.
“La era de Dudamel empieza”, anunció feliz Deborah Borda, la presidenta de la institución y artífice del fichaje de Dudamel, actual director de la Filarmónica de Los Ángeles, director musical de la Ópera de París y director de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela.
Tras años difíciles por la pandemia de covid, Gary Ginstling, que a partir de julio ocupará el puesto de Borda, espera que Dudamel convierta a la centenaria institución en una “verdadera orquesta del siglo XXI”, gracias a la alegría que exuda en cada actuación y que “fluye desde el podio (como) la belleza de los sonidos que vienen de la orquesta”.
Dudamel “no sólo es un músico extraordinario, sino también un líder reflexivo e increíblemente carismático (que) será capaz de llevarnos juntos (…) a democratizar la música clásica actual”, agregó.
En una ciudad de inmigrantes como es Nueva York, Ginstling espera que el venezolano saque la música de los auditorios y la lleve a las comunidades, como ha hecho en Los Ángeles.
En eso coincide con uno de los sueños y proyectos de Dudamel que pretende bajar la música del “pedestal” elitista “sólo para ricos” y conseguir un “cambio de mentalidad” para que llegue a nuevos círculos, en particular a los jóvenes que, según él, “tienen miedo de la música clásica”.
Más que tocar bonito
“Parte de mi ADN es trabajar con los jóvenes, llevar la orquesta a las comunidades” porque la música debe ser una “herramienta de transformación social”, dijo a un nutrido público de músicos y directivos de su futura casa, con la que tiene un contrato por cinco años.
“Los únicos que lo podemos hacer somos nosotros, los que entendemos la dimensión de la música”, dijo este “visionario”, como lo definió Borda, cuando se anunció su fichaje hace dos semanas.
La concepción de la música de Dudamel, formado en el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, que puso en marcha su maestro y mentor José Antonio Abreu en los años 70, es que las grandes orquestas “no sólo deben tocar bonito”, sino que también deben ser agentes “transformadores de la comunidad” para que la gente “sienta que es su identidad”, asegura este genio de la batuta y violinista que inicialmente pensó dedicarse a la salsa.
“La educación es parte de nuestro cometido”, dijo antes de recordar una frase del filósofo español Miguel de Unamuno: “La libertad está en la cultura”.
“Viaje maravilloso”
Dudamel es el primer latino que llega a la dirección de la emblemática institución neoyorquina siguiendo los pasos de ilustres maestros como Gustav Mahler, Arturo Toscanini o Leonard Berstein.
A aquel “niño de Barquisimeto”, aficionado al béisbol, llegar a una de las instituciones más emblemáticas del mundo nacida en 1842 es un “sueño” y le llena de orgullo.
Un “viaje maravilloso”, que espera “sea referencia para que niñas, niños y jóvenes tengan certeza en el camino de que siempre los sueños se pueden lograr”, para lo que hay que trabajar “profundamente, con mucha disciplina y mucho amor a lo que se hace”, aseguró.
Gustavo Dudamel, que concluye su contrato con la Filarmónica de Los Ángeles en la temporada 2025-2026, después de haber pasado 17 años al frente de la institución angelina, se encontrará en su nueva casa con un plantel de músicos conocidos y “unánimes” sobre su elección, con los que ha tocado en 26 ocasiones.
El venezolano debutó con la que será su nueva casa en noviembre de 2007, dirigiendo obras de Dvorak y Prokofiev, así como las primeras interpretaciones de la Orquesta de la Sinfonía India (Sinfonía núm. 2) del compositor mexicano Carlos Chávez desde que Bernstein dirigió la obra en 1961.