–La única manera de hacer imaginar es verdaderamente imaginar –dijo.
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–Que lo vivido te despierte la imaginación y no que la imaginación te aleje de lo vital que estás viviendo –dijo.
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–Ensoñar se parece a imaginar, pero son diferentes. El que ensueña bien puede quedarse en eso, en la ensoñación; el que imagina no pocas veces tiende, firmemente impulsado por la gracia de su magín y no infrecuentemente con auténtico tesón, a concretar en obra, en obras, aquello que sus imágenes le piden, le sugieren, le exigen –dijo.
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–La técnica no tiene emoción, pero toda emoción, en tratándose de arte, requiere cierta técnica –dijo.
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–No hay por qué publicar nada nunca. Lo importante es la experiencia y el volcar la experiencia en las palabras, que si tienen destino lo encontrarán –dijo.
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–La poesía no se escribe, se hace, y se hace en uno, no la hace uno –dijo.
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–Sin nada que decir, el poeta averigua en su silencio y desde ahí, si puede, habla –dijo.
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–La vocación se tiene, el oficio se adquiere, la profesión se ejerce –dijo.
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–Oficio, no artificio –dijo.
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–¿Cómo, sin oficio, quieres hacer obra? –dijo.
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–Un soneto que no es un poema no es un soneto –dijo.
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–Precisamente porque nos parecemos, debemos ser diferentes –dijo.
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–No hay que protegerse en la ideología para sentirse artista –dijo.
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–No es que el arte no tenga ideas, o no tenga que tenerlas, es que el arte es un manantial de ideas –dijo.
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–Dos fechas y un guioncito, eso somos, y con suerte un paréntesis –dijo.
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–No convencer a nadie, si acaso a la poesía, de que se es poeta –dijo.