Desde la cota más elevada de la pandemia por covid 19, en junio de 2020, hasta el cierre del año pasado, la tasa de desocupación en el país se redujo 2.5 puntos porcentuales: de 5.5 por ciento en la primera fecha cayó a 3 por ciento en diciembre de 2022, el menor registro desde que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi, Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo) da puntual seguimiento a este indicador.
De siempre ha sido complicado garantizar empleo u ocupación a los mexicanos –especialmente de calidad–, pero a raíz de la pandemia el tema laboral se complicó a grado sumo, aunque paralelamente permitió desnudar –por si alguien tuviera dudas– la ínfima calidad moral de los más ricos entre los ricos, propietarios de muchas de las empresas autodenominadas “socialmente responsables”, quienes de la noche a la mañana despidieron a miles de trabajadores sin importarles las consecuencias sociales de su nefasta decisión. Y todavía exigían que el gobierno les sacara las castañas del fuego. No fue el único, desde luego, pero uno de los magnates que de inmediato dejó al descubierto su mezquindad fue Alberto Torrado Martínez, dueño del imperio de productos chatarra Alsea, quien nada más inició la emergencia sanitaria, y con el pretexto de que no tenía dinero, despidió a un buen número de sus trabajadores y se negó a pagarles, así fuera una proporción de sus salarios.
En febrero de 2020, ya documentada la avalancha de contagios en el planeta por elcoronavirus, y todavía con limitados casos enMéxico, la tasa de desocupación en el país era de 3.6 por ciento de la población económicamente activa (PEA), pero cuatro meses después ese mismo indicador se disparó a 5.5 por ciento y no había para cuándo reducirlo ni plazo medianamente aceptable sobre el eventual fin de la pandemia. Oficialmente, esta última se mantiene activa –amainada como reflejo de la vacunación masiva–, pero a pesar de todo el empleo y la desocupación de forma paulatina se recuperó. En febrero de 2020, el Instituto Mexicano del Seguro Social mantenía registrados 20 millones 613 mil trabajadores; para junio de ese mismo año, el número bajó a 19 millones 500 mil. El primer zarpazo de la pandemia se cobró poco más de un millón de plazas formales. Sin embargo, para enero de 2023, el número de asalariados inscritos en el IMSS se aproximó a 21 millones 500 mil. Ello, sin olvidar que el salario mínimo en lo que va del sexenio de Andrés Manuel López Obrador se ha incrementado 135 por ciento.
Para contextualizar este tema, en febrero de 2009 –cuando se declaró la pandemia por influenza–, la tasa de desocupación en México era de 5 por ciento de la población económicamente activa, pero llegó a 5.7 por ciento en agosto de ese mismo año; la emergencia sanitaria se prolongó por cinco o seis meses, pero el citado indicador se mantuvo en niveles similares durante el resto de la estancia en Los Pinos del autodenominado “presidente del empleo”, es decir, el mismísimo Borolas, quien sí “rescató” a las grandes empresas, pero dejó al garete a los trabajadores. En dicha pandemia, el salario mínimo era de 53.33 pesos diarios y al cierre sexenal llegó a 60.70 pesos, apenas 14 por ciento de “aumento”.
En fin, el Inegi reportó que, en el último trimestre de 2022, la población desocupada sumó un millón 800 mil mexicanos, con lo que la tasa correspondiente bajó a 3 por ciento, proporción menor a la del mismo periodo de 2021, cuando fue de 3.7 por ciento. En ese periodo, la población subocupada fue de 4.4 millones de personas, lo que representó una tasa de 7.5 por ciento, contra 10.6 por ciento del mismo lapso del año previo. La PEA fue de 60.1 millones de personas, 1.4 millones más que en el cuarto trimestre del año previo. La PEA representó 60.4 por ciento de la población de 15 años y más. Un total de 58.3 millones de ciudadanos se encontraban ocupadas, 1.7 millones de personas más con relación al mismo trimestre de 2021. Este cambio se concentró en el comercio, con un aumento de 279 mil personas; en la industria manufacturera, con 260 mil y en restaurantes y servicios de alojamiento, con 217 mil personas.
Las rebanadas del pastel
Si alguien convoca a una marcha en defensa de tal o cual cosa, la que sea, es de esperar que el primero en participar, pancarta en mano y en el lugar de la avanzada, sea el mismo que llama a la participación masiva, pero Borolas, con total desvergüenza, lo hace desde Madrid, a 9 mil kilómetros de distancia y desde allá firma todo tipo de panfletos. Oda al cinismo.
Twitter: @cafevega