Antes de que cerraran las mesas receptoras de votos en Tamaulipas ya había un intento de ganador: la dupla que está por dejar el mando del Instituto Nacional Electoral (INE) aprovechó la oportunidad para hacer su propia propaganda política al pretender asignar un tono de alto elogio al cumplimiento de una organización electoral que en todo caso debería ser absolutamente normal, sin necesidad de autoelogios.
Ciro Murayama, virtual vicepresidente del INE (quien dejará el cargo el 4 de abril, junto con Lorenzo Córdova, Adriana Fabela y Roberto Ruiz Saldaña) se permitió el poco elegante suspiro retórico de considerar que hasta ahora las elecciones en México han sido libres y genuinas y que en el futuro no podrían ser así.
Demasiado autoincienso en esta campaña de despedida, usando como pretexto la elección extraordinaria de una senaduría, caracterizada por un gran abstencionismo y con una notable delantera, a la hora de cerrar esta columna, de José Ramón Gómez Leal, cuñado del ex gobernador panista García Cabeza de Vaca y, ahora impulsado por el morenista Américo Villarreal.
En otro tema: el diagnóstico de Felipe Calderón Hinojosa es demoledor contra la oposición al obradorismo. PAN, PRI, PRD y Movimiento Ciudadano muestran, según lo descrito ayer por el ex ocupante fraudulento de Los Pinos, la “triste ausencia” de respetabilidad, credibilidad, vigor y liderazgo. Por ello, el ex panista ahora refugiado en Madrid, llamó a devolver la vida a esos muertos políticos: a la “resurrección”, dijo el aspirante a salvador de la patria 0.56 por ciento.
Las coplas madrileñas de Felipe de Jesús suenan extrañas ante el silencio que mantiene en el ruidoso caso de su antigua mano derecha sexenal, Genaro García Luna, sujeto actualmente a juicio en Estados Unidos. Pareciera el político nativo de Michoacán deseoso de lanzar reflectores hacia lo partidista y lo electoral para eludir el tema espinoso y complicitario de su ex secretario de Seguridad Pública. ¡Al ladrón, al ladrón!, proclama Calderón Hinojosa, para hacer que la vista se pose en otros terrenos en los que también es conocedor (el fraude electoral), en lugar de hablar sobre las acusaciones e indicios de haber puesto la estructura institucional 2006-2012 al servicio de cárteles del crimen organizado.
Por otra parte, el alegato felipista, que lanza secas caracterizaciones del obradorismo (“dictadura”) al hablar de alianzas con grupos del crimen organizado y corrupción dirigida a mandos de las fuerzas armadas, carece de utilidad política práctica para los opositores, pues a estas alturas de la adelantada contienda sucesoria no les sirve de mucho la andanada de descalificaciones como las mencionadas en el primer párrafo de esta columna. En realidad, el fallido creador del partido México Libre (un proyecto de retorno conyugal al Poder Ejecutivo) busca culpar desde ahora un probable fracaso de los opositores (“se los dije; lo escribí”, diría el profeta del desastre) y, ¡oh, qué sorpresa!, desde ahora lanza su propuesta favorita: crear un nuevo partido político (México Libre reloaded).
Es una buena noticia que en comisiones del Senado se esté proponiendo eliminar la pretensión de los partidos parásitos de otorgarse “vida eterna”. Luego que el presidente López Obrador advirtió que vetaría esta maniobra en caso de que el Poder Legislativo la aprobara; hoy en el Senado se analizará un dictamen que ya excluye esa trampa de los minipartidos. Luego pasaría al pleno senatorial.
Y, mientras el Presidente de México ha dicho que en la próxima sucesión presidencial “ya no van a regresar los corruptos, aunque se estén haciendo ilusiones”, ¡hasta mañana, en espera de contrastar la retórica y la normativa oficiales respecto al litio con la pragmática realidad que ya tiene a varias empresas extranjeras listas para “invertir” en formas de explotación de ese recurso!
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