Ciudad de México. Christian Isaías López fue firmado hace unos días para iniciar su trayecto con los Rojos de Cincinnati de Grandes Ligas. Nació en Guasave, Sinaloa, hace 16 años, una población de menos de 80 mil habitantes, en un barrio popular donde las calles todavía son de terracería y “tiene mala fama porque hay mucho cholo (pandillero) y por eso es peligroso”, cuenta el joven pitcher.
Para los buscadores de oro del beisbol juvenil, conocidos como scouts, uno de los puntos nodales al observar talento es el estado físico de los peloteros, la mayoría de países en América Latina. Los problemas de nutrición pueden ser un obstáculo para el desarrollo atlético y de su potencial. Parte del trabajo cuando los firman es atender esta carencia en función de su crecimiento y el fortalecimien-to muscular.
Antes de llegar a Diablos Rojos del México en 2021, Christian López tenía problemas de sobrepeso para un jugador de su edad. La mamá del joven tenía una tienda de abarrotes de donde comía constantemente cochinero, comida chatarra o no nutritiva.
“La tenía ahí nomás y todo el día me la pasaba comiendo gansitos, papitas, galletas y refrescos”, recuerda Christian. Cuando los cazatalentos detectaron que tenía un gran potencial para el beisbol profesional, le recomendaron cuidar la alimentación y el peso para seguir adelante.
“Pero los que somos de ranchería no tenemos para eso. No podemos ni sabemos cuidar nuestra dieta y por eso tenemos problemas de sobrepeso”, señala.
La mamá de Christian decidió cerrar el negocio para apoyar a su hijo y se marchó a Estados Unidos a trabajar en una cadena de gimnasios. El joven pelotero firmó con los escarlatas y fue canalizado a la Academia Alfredo Harp Helú en Oaxaca.
Desde que puso su firma en el contrato para integrarse a las academia de los Reds en República Dominicana, hace unos días, empezó un proceso de asimilación. Comenta, como ejemplo, y con incredulidad, que al acudir a un evento en la liga infantil Linces en Guasave, la misma en la que inició su formación como pelotero cuando tenía tres años, y ayer fue invitado de honor, “la gente quería tomarse fotos conmigo y los niños me veían como yo veo a Julio Urías (lanzador de los Dodgers); ahora me toca a mí inspirar a otros niños allá en Guasave”.
Christian mantiene la calma a pesar de todo. Si algo lo caracteriza, coinciden el propio lanzador y la gente del beisbol, es que sabe mantener la tranquilidad incluso en momentos de presión.
Antes los scouts buscaban con avidez quienes lanzaran las rectas más veloces. Hoy interesa más el repertorio de un pitcher y, sobre todo, la capacidad para no perder el control con la presión sobre la loma.
“Algunos lanzadores se caen cuando les pegan un hit o se les llenan las bases”, comenta Christian; “yo prefiero pensar en cómo salir del problema, en no dejarme vencer por los nervios. ¿Para qué?.”