Ciudad de México. La Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés) promueve una educación multilingüe cimentada en la lengua materna y luego en la introducción gradual de otras; sin embargo, en varias regiones de México la enseñanza del inglés sustituye o empobrece las lenguas originarias, coincidieron escritores y promotores de derechos indígenas entrevistados por La Jornada a propósito del Día Internacional de la Lengua Materna.
El narrador y docente Luis Antonio Canché, ganador del Premio de Literaturas Indígenas de América (PLIA) 2022, alertó que en la Península de Yucatán hay escuelas donde se debería impulsar hablar maya en todos los niveles; en cambio, se deja de lado para dar mayor importancia al inglés, con la idea de que los alumnos se van a ir al extranjero a buscar mejores oportunidades laborales.
Lo anterior confronta el sentido de la efeméride que se celebra cada 21 de febrero. El 13 de diciembre pasado, el organismo multilateral celebró el Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas (2022-2032).
Mañana se realizará un debate en la sede de la Organización de Naciones Unidas, en Nueva York, con el tema La educación multilingüe: una necesidad para transformar la educación.
Canché (Chumayel, Yucatán, 1977) añadió que también se batalla con la discriminación, evidente cuando “escuchamos a dos personas hablar alguna lengua extranjera y nos maravillamos, pero cuando oyen a dos mayahablantes, se les trata como extraños.
“Ahorita, un reto muy importante es trabajar con las comunidades de jóvenes y niños donde hay una pérdida de la lengua. Ellos llegan a la ciudad y, al no ver a un espacio donde se habla maya, les da pena, no la quieren hablar y quieren aprender a hablar español o inglés, porque es la idea que nos han vendido.”
El promotor de la lengua y cultura mayas añadió que “en las comunidades donde se supone que debería existir una educación bilingüe, hay escuelas de formación indígena donde todavía hay profesores que no hablan maya e incluso prohíben hablarlo a los alumnos y les exigen hablar español”.
Por su parte, la escritora y profesora maya Marisol Ceh Moo (Calotmul, Yucatán, 1978), quien en 2019 obtuvo el PLIA, agregó que se buscan personas políglotas, que hablen inglés, francés y chino, “no hablantes en lengua materna. Es mucho más difícil, pero a muchos no nos quitan las ganas de triunfar en el importante trabajo en torno a la lengua de nuestros padres”.
Se puso en el lugar de alguien que va a Estados Unidos y no es hispanoparlante, se siente empujado a aprender el idioma local con prontitud. “Sé que es bonito, una lengua valiosa, pero cuando regresa quiere decir todas las palabras que aprendió. Habla maya, español e inglés en un collage. Nosotros lo vamos adoptando sobre todo en las ciudades y empobrecemos nuestro idioma.
En la imagen, la poeta zapoteca Irma Pineda. Foto Rodrigo Lolo
Marisol Ceh Moo puntualizó: “No podemos separarnos del resto del mundo, pero bajo la sensibilización y la enseñanza hacia las personas de cuánto vale su idioma materno creo que podrían permanecer en él y adicionalmente aprender algo más”.
Compromiso de narradores premiados
La defensora del maya, el segundo idioma originario más hablado en el país después del náhuatl, concordó con Luis Antonio Canché en que quienes han sido reconocidos con algún premio literario tienen la oportunidad y la obligación de “reivindicar cada día y momento su lengua materna. Es un compromiso social que tenemos como creadores no solamente hablar en maya y tenerlo para mí. Se necesita. Nos avergonzamos cuando personas, por ejemplo, de Japón, llegan a dar conferencias en maya para hablantes de ese idioma en la Península. Debemos volver a sentirnos orgullosos de representar una lengua indígena, como le llaman hoy día, y que el Día de la Lengua Materna debe ser siempre”.
Sobre el multilingüismo, la poeta zapoteca Irma Pineda (Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, 1974) relató que en otras regiones del mundo se “hablan no sólo dos, sino tres o cuatro idiomas. A nosotros se nos niega la continuidad de nuestra lengua; medio aprendemos español y simulamos que estudiamos inglés. Al final, terminamos hablando mal todo”.
La escritora mencionó que “hay mucha simulación del Estado y del sistema educativo; es una evidencia de ello que no se cumple la ley al impartir la enseñanza de las lenguas indígenas como establece la Constitución en el artículo tercero, pero tampoco se cumple con que aprendamos otras lenguas que se imparten en el sistema educativo mexicano, como inglés o francés”.
Pineda destacó que el gran problema “de nosotros como población indígena, y debe serlo también para el Estado mexicano, es la discriminación”, pues “en la medida en que tenemos miedo de seguir siendo quienes somos, también lo tenemos de seguir sosteniendo nuestra cultura y nuestras lenguas. Es el punto fuerte que hay que combatir”.
Para el escritor y promotor ñuu savi Florentino Solano (Metlatónoc, Guerrero, 1982) “en términos de literatura nos encontramos en un muy buen punto. Hemos avanzado mucho como comunidad, el pueblo ñuu savi. Prueba de eso son las numerosas obras que se han publicado en los años recientes y también el incremento de jóvenes que se están sumando a esta actividad artística. Tenemos grandes exponentes, como Celerina Sánchez.
“En el aspecto comunitario hay mucho trabajo que hacer. Muchos jóvenes se están yendo a Estados Unidos y al norte del país: Baja California, Sonora, Sinaloa y otros estados. Llegan a esos lugares y empiezan a comunicarse en español o en inglés y dejan de hablar su lengua. Los que nacen allá, automáticamente aprenden español y en las escuelas se añade inglés.”
Narró que durante los 20 años que vivió en la región de San Quintín, en Baja California, vio muchas situaciones de pérdida de lengua en estos lugares, “porque no hay estímulo ni programas de política pública para su conservación. Ahora que regresé a mi pueblo, Metlatónoc, encuentro que en las comunidades la lengua sigue fuerte, vigorosa, con mucha vida, pero en los espacios externos sí está sufriendo mucho”.
Sostuvo que la migración no es mala en principio, pues en San Quintín vio que “se reúnen muchísimos pueblos y lenguas. En los años recientes se ha aprendido a convivir entre ellos. Hay más de 20 grupos culturales que se han organizado y reproducen sus festividades, costumbres y tradiciones, pero con el español ha sido difícil porque no han habido programas que impulsen que los jóvenes hablen la lengua de sus padres”.