Pumas contra Chivas es más que un simple cara a cara entre grandes equipos de México. La locura y entusiasmo que desatan en las calles llega a un punto en que los aficionados no tienen miedo de endeudarse por un boleto, para observar el partido en el estadio Olímpico Universitario.
No está claro si el duelo de anoche en que el Rebaño se impuso 2-1 haya sido el mejor del último tiempo, pero lo tuvo todo para convertirse en un gran relato sobre las virtudes y defectos del futbol. Como este deporte es libre y no totalitario, el cuadro tapatío antepuso con demasiada frecuencia el beneficio colectivo al bien individual.
Quizá por eso Víctor Guzmán, jugador más desequilibrante en el campo, se mostró imperturbable mientras todo a su alrededor era una vorágine de trabajo. En Ciudad Universitaria nada pareció intimidar a los visitantes. Ni siquiera el grito de ¡Goooya! que tantas veces retumbó por los pasillos con ayuda del sonido local.
En una semana en que la Fiscalía General de Justicia recibió una denuncia anónima, vía digital, contra el zaguero Arturo Palermo Ortiz por presunta agresión sexual, Pumas quiso convertir la presión y carga emotiva del escenario en combustible para su conquista. Pero no funcionó.
Con el gol de Daniel Ríos (4), el Rebaño encarnó las ilusiones de miles de personas que agotaron los boletos en su visita a la capital. Ríos apareció en el área entre Pablo Monroy y el Palermo, y sólo tuvo que empujar la pelota ante las dudas de los felinos.
En un tiro de esquina, Carlos Cisneros aprovechó un desliz defensivo de Diogo de Oliveira para rematar de cabeza a primer poste y clavar la segunda estaca (33).
Muy tarde, los de la UNAM intentaron recortar diferencias por medio de batallas solitarias. Juan Dinenno desperdició la más clara en un contragolpe, pero luego encontró su revancha gracias a un centro de Monroy que conectó de cabeza (76).
Aquello, sin embargo, no fue sino el último signo vital de un plantel que sumó su tercera derrota consecutiva en ocho fechas. Antes del final, Diogo se fue expulsado tras un conato de bronca.