La escultora Ángela Gurría Davó, primera mujer en ingresar a la Academia de Artes, en 1973, falleció ayer a las 8:30 horas en su casa en Coyoacán, a los 93 años.
La Secretaría de Cultura (SC) federal y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) lamentaron el deceso de la artista, autora de Señales (1968), emblemática obra monumental de 18 metros de altura que forma parte de la Ruta de la Amistad, en el periférico sur de la Ciudad de México. La titular de la SC, Alejandra Frausto Guerrero, anunció en su cuenta de Twitter que en acuerdo con la familia de Gurría se le rendirá un homenaje póstumo en el Palacio de Bellas Artes con fecha por definir.
Las exequias de la escultora se realizaron a partir de la noche de ayer en una agencia funeraria de la avenida Félix Cuevas.
El Museo del Palacio de Bellas Artes prepara una exposición retrospectiva de su obra para 2024. En 2015 recibió la Medalla Bellas Artes.
En 2013, cuando se le otorgó el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Bellas Artes, Gurría dijo a La Jornada: “La escultura es un arte de muchos, para muchos. Lo que hago, escultura urbana, lleva ingenieros, arquitectos, los que cuelan el cemento para recibirla, por eso es muy bonita. Es un arte solitario mientras uno lo piensa, pero en el momento de hacerlo involucra muchas personas; entonces, es vivo”.
Aparte de la obra que hizo para la Ruta de la Amistad, Gurría Davó, quien nació en la Ciudad de México el 24 de marzo de 1929, es autora de Fuenterrosa (1970), de ocho metros de diámetro por cuatro metros de altura, ubicada en la unidad de interés social Jardín de los Amantes, en Acapulco; también, del monumento Al trabajador del drenaje profundo (1974-75), que consta de cinco torres de 14 por 30 metros de altura, en Tenayuca; Trofeo a Simón Bolívar (1984), en la Cámara de Diputados, en Caracas, Venezuela, y El corazón mágico de Cutzamala (Homenaje a Tláloc), de 1985, trabajo de integración al paisaje de 100 metros de altura, por mencionar unos cuantos.
Mientras la escultura urbana le dio muchas satisfacciones, también le causó dolor: el grupo Gucadigose, 1975-1976, primer colectivo de escultores que Gurría formó con Geles Cabrera, Juan Luis Díaz, Mathías Goeritz y Sebastián, desarrolló cinco glorietas en el libramiento de Villahermosa, Tabasco; sin embargo, hubo cambio de gobernador y fueron destruidas tres “en menos de una semana”.
Gurría comenzó su carrera de escultora al ingresar en el Mexico City College (ahora Universidad de las Américas) bajo la tutela del artista Germán Cueto. Su ingreso al recinto se debió a que “eran sitios donde se pensaba que quizá no corría peligro, que no me podía salir de la línea trazada en la vida, pues, ellos (su familia) pensaban que el arte era únicamente eso que haces para pasar el tiempo, pero no. Cuando empecé a usar las manos, me di cuenta de que eso era realmente lo que quería, lo que necesitaba”.
Discípula de Cueto y Zamora
Estudió con Cueto en un momento en el que éste cultivaba la abstracción. Se dio cuenta, no obstante, de que necesitaba “otra visión”; entonces, hizo estudios con “el maestro figurativo Mario Zamora”, porque “necesitaba fijarme en la forma –hasta el momento había trabajado con la pura imaginación–, saber cómo es el cuerpo de un hombre o una mujer, o de seres vivos”.
En la obra de Gurría Davó prevalece un amor tanto por la escultura prehispánica como por la naturaleza. Respecto del primero, siempre manifestó su admiración por las representaciones aztecas: “Veo el cincel, cómo se hizo, para mí es el sumo. ¿No será porque soy tenochca? Acepto que me he apoyado mucho en la obra precortesiana. Esa vasija de corazones que está en la sala Azteca (del Museo Nacional de Antropología)… qué barbaridad, qué escultores”. Incluso, llegó a decir que la obra de sus antepasados se aventajaba “porque, además, son conceptos, son figuraciones, son mundos en pequeños símbolos”.
La artista esculpió “montañas, ríos y nubes”; también tenía “obsesión” por las calaveras, por los tzompantlis, además de hacer puertas que no van a ningún lado. La piedra y el hierro eran sus materiales favoritos. Para Nube (1973), escultura exhibida en el Museo de Arte Moderno (MAM), empleó una piedra que vio, que la llamó y que le costó mucho trabajo comprar, porque no se la querían vender. En el jardín escultórico del recinto también exhiben sus obras Río Papaloapan (1970) y Aguaje (2002). En un principio tallaba directamente la piedra.
Como parte de los trabajos del proyecto Chapultepec Naturaleza y Cultura, el MAM realizó la limpieza de Río Papaloapan y la renovación de contenidos y cedulario en braille y en lengua de señas mexicana de ésta obra y de Aguaje.