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Cultura

2023-02-17 06:00

Oigo el crac de la estructura del régimen de Ortega

Dora María Téllez es médica de formación, historiadora autodidacta, guerrillera desde los 19 años y fue ministra de Salud durante el periodo sandinista. En la imagen, durante una entrevista en Managua en 2012. Foto Afp
Periódico La Jornada
viernes 17 de febrero de 2023 , p. 3a

Las horas y los días de la lideresa opositora nicaragüense Dora María Téllez corren vertiginosos desde el momento en que descendió de un vuelo chárter en Washington, junto con 221 presos políticos excarcelados y desterrados el 9 de febrero. Ella, que permaneció aislada y en silencio un año y ocho meses, sabe que es tiempo de alzar la voz, que suena ronca y alegre. En una larga entrevista telefónica con La Jornada, comparte su análisis sobre lo que viene para su país a partir de ahora.

“Yo oigo el crac de la estructura del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, como el de una estructura que parece que está bien parada y que al final se cae”. Cita varios elementos para sostener su dicho.

Primero, lo que percibe como una fractura en la mancuerna presidencial, más evidente desde diciembre del año pasado, cuando el mandatario se reunió con su hermano Humberto Ortega, quien fue jefe de las fuerzas armadas desde el triunfo del sandinismo (1979) hasta 1995. Poco antes de ese encuentro, mal visto por su esposa y vicepresidenta, habían dejado morir en prisión a un antiguo compañero de armas, Hugo Torres, uno de los cientos de presos políticos.

“Fue un acercamiento rarísimo, porque desde hace mucho (desde 1995) estaban muy distanciados. Humberto sacó un comunicado hablando de la necesidad de liberar a los presos políticos. Hay quienes dicen que Rosario, que encabeza una fracción aún más dura que la de Daniel, se oponía a esta apertura.”

Otro dato que menciona son las purgas recientes en la Policía Nacional y en la Corte Suprema de Justicia (CSJ), una “crisis doble en el modelo Ortega-Murillo”.

La presidenta de la CSJ, Alba Luz Ramos, leal proorteguista, fue destituida, se le mantiene vigilada y varios de sus colaboradores fueron detenidos. También fue arrestado el jefe de los servicios de inteligencia de la Policía Nacional, Adolfo Marenco, quien jugó un papel clave en la represión de 2018 y 2019. Varios policías capturados con él completaron la lista de los presos liberados-desterrados.

“Ha empezado una nueva barrida, ya no sólo contra opositores. Pareciera que Daniel ya no está seguro de las lealtades hacia él.”

Dora María, médica de formación, historiadora autodidacta, guerrillera desde los 19 años, ministra de Salud durante el periodo sandinista, ríe, cuenta chistes, salpica la plática con el habla coloquial nicaragüense. En las imágenes que se divulgaron de la llegada de los ex presos al hotel en Dulles se le ve pálida, con ropa evidentemente prestada, risueña y tan flaquita como era a los 22 años, cuando se conoció la figura de la emblemática comandante Dos.

“Ya quiero llegar a México, a ver a mis amigos mexicanos”. Está en sus planes, pero por el momento está en la “consultadera” legal para ver cómo es su situación con la visa humanitaria, que ampara por dos años a los liberados. “Estamos viendo todo eso, si es posible salir de Estados Unidos sin perder la protección de la visa humanitaria, ver lo de la ciudadanía española con todas sus contradicciones”.

Mientras, ella y su compañera Ana Margarita Vijil empacaron sus escasos bártulos para viajar a Savannah, Georgia, con el fin de acomodarse con su hermano Óscar y su sobrino, que tuvieron que salir de Nicaragua por el acoso.

Entre sus compañeros de prisión y ahora destierro hay al menos seis sacerdotes. Otro, el obispo de Matagalpa Rolando Álvarez, se negó a salir. En represalia lo enviaron a la cárcel Modelo, conocida como El Infiernillo, y, en un juicio adelantado, le dictaron una sentencia de 26 años. El papa Francisco ha condenado el hecho.

“Esta guerra contra la Iglesia les va a costar muy cara”, afirma. “Cuando el régimen pone a la gente a escoger entre su lealtad a la Iglesia o sus lealtades políticas, pesa más la lealtad a la Iglesia”.

Presión interna y mundial

–¿La excarcelación masiva de presos políticos es una señal de debilitamiento del régimen de Ortega?

–Definitivamente es un punto de inflexión. El régimen ya no tuvo posibilidad de resistir a las presiones –internas e internacionales–, al menos en el tema de los presos políticos. Ortega tenía en la cárcel a este grupo, no sólo para limpiar la mesa de cara a las elecciones, sino para negociar su legitimidad posterior a las elecciones. Confiaba en que esos rehenes tenían cierto valor y podían servirle para cambiarlos por cierto reconocimiento. Pero no lo logró. Nadie quiso hacer esa transacción.

–¿Llevaba tiempo esa negociación?

–Es que no hay negociación ahí. Nadie le dio nada por esos rehenes. Eso hubiera significado avalar una tendencia autoritaria en la que si uno se quiere robar las elecciones puede hacerlo. Lo sabíamos. Nadie cayó en la desesperación por eso. En este juego de resistencia ganamos nosotros. Y claro, en Nicaragua la liberación se ha percibido como una derrota; como una gran victoria en contra de la dictadura.

–¿Qué representa hoy día el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN)?

Ydiay, eso ya es un difunto. El orteguismo operó como una larva, primero parasitó al Frente y ese parásito se lo comió. Es una estructura que domina Rosario. Cómo será que justo unos días antes de salir, que los guardias se ausentaban más tiempo de los pasillos, le oí decir a uno de los presos que habían expulsado del Frente a Carlos Fonseca Terán, el hijo, porque había dicho que la situación era insostenible. Eso son palabras mayores.

“Los que quedan en el FSLN es porque no tienen remedio. A cualquiera que muestre desafecto o que a escondidas se vaya del país, al día siguiente le quitan todos sus bienes. Le pasó al ex alcalde de Rivas. Se fue del país y le confiscaron todo lo que tenía, sin ningún instrumento legal. O lo que le hicieron a La Prensa. Vendieron su rotativa como chatarra. Y todo de facto.”

–Daniel Ortega acusa a Estados Unidos como uno de los causantes de esta crisis. ¿Qué pensar del papel de Washington frente a Nicaragua, particularmente frente a este gesto de acogerlos a ustedes?

–Antes de 2016, Estados Unidos tenía una excelente relación con Ortega. El deterioro empezó con las elecciones de 2016, con Barack Obama. Con Donald Trump ya fue de más confrontación y con ciertas sanciones individuales. Pero el consenso bipartidista fue más fuerte.

“Desde 2018 su posición ha sido consistente en el tema de la democracia de Nicaragua. 2021, después del fraude gigantesco, en el que ni siquiera dejaron salir a la cancha a los contrincantes, marcó también un giro que se expresó en la primera reunión de la Organización de los Estados Americanos de enero de 2022, que colocó fuera de toda legitimidad al gobierno de Nicaragua.

“Ortega cree que puede sortear esto con su guerra de comunicados y el juego de los hechos consumados.”

–La acusación contra todos ustedes es “menoscabo de la soberanía nacional”.

–La soberanía no tiene nada qué ver. Ortega juega con este discurso antimperialista porque le sirve para mantener cohesionada a parte de su base. Por eso, en mi juicio contrademandé a Ortega y a Murillo, porque el mayor daño que se ha hecho a la soberanía nacional es ese tratado que se hizo con el empresariado de China para el canal internacional. Cedieron soberanía a cambio de una maleta de dinero. Entregó el país completo, una cosa brutal, que no sé cómo vamos a salir de eso. La empresa china puede hacer de todo, incluso establecer extraterritorialidad. Ese sí es daño a la soberanía.

“Hay sectores del exterior que todavía creen que él es un hombre de izquierda acosado por Estados Unidos. Y Daniel Ortega, desde hace muchísimos años, no es ni de izquierda ni de derecha, ni de todo lo contrario. La única ideología que tiene es mantenerse en el poder.”

Ex contras y ex sandinistas, ¿causa común?

–Hay un tema de memoria en la historia de Nicaragua: lo que hizo Estados Unidos en la década de los 80, provocando la guerra civil y armando a la contra. ¿Cómo poner sobre la mesa este tema del pasado, con todo el daño que Washington hizo al país?

–Una cosa es la memoria y otra es que utilices los conflictos del pasado para crear fricciones políticas. Hay un segmento de la izquierda que quiere que nos quedemos mirando fijo para atrás.

“La historia le debe servir a uno para mejorar sus condiciones actuales. Utilizar la historia como instrumento de manipulación política y como fuente permanente de conflicto es una actitud innecesaria. Admiro a los vietnamitas, que vivieron una de las guerras mas terribles con Estados Unidos. Pero fueron totalmente sabios. Se sentaron a negociar, se arreglaron, buscaron a sus muertos, entregaron a los de ellos, hicieron acuerdos comerciales y van prosperando.

“No creo en las enemistades permanentes. Hay otra manera de crecer y de reconocer al otro. Ahora con esta experiencia de la cárcel, estuvimos juntos algunos que fuimos adversarios cerrados. En la misma galería donde yo estaba en El Chipote (porque a las cuatro mujeres del partido Unamos nos dejaron aisladas en la cárcel de hombres) estaba preso Medardo Mairena, del Movimiento Campesino. Fue del Partido Liberal y había estado en la contra. Él combatió, yo combatí. Sólo los que no han estado en una trinchera de uno u otro lado mantienen ese odio permanente. Cuando yo me he encontrado con gente de la contra, lo que hay es respeto mutuo. Porque sabemos lo que es la guerra.”

–¿Ex sandinistas y ex contras con una causa común?

–La construcción de un país sólo se puede hacer sobre una plataforma en la que se identifiquen los problemas y los intereses comunes. No se puede hacer sobre las enemistades del pasado.

–En el conjunto de los 222 liberados-desterrados se encuentra casi la totalidad de los liderazgos de disidencia y oposición, pero es un grupo muy diverso, incluso con figuras antagónicas, que contendieron entre sí. Como grupo, ¿qué perfil tienen?

–Es un grupo de presos políticos bien diverso y representativo, que arranca con las redadas de mediados de 2021, aunque integrantes del grupo fueron apresados en las protestas de 2018.

“El propósito del orteguismo fue limpiar la mesa de toda oposición de cara a las elecciones presidenciales de noviembre de ese año. En ese momento intentábamos una negociación muy difícil con la Alianza Cívica. Al final, nosotros respaldamos que nuestro candidato se inscribiera en la selección de candidatos de la AC de manera incondicional, privilegiando el objetivo de una candidatura. Eso alertó a los Ortega-Murillo, que apostaban a que nunca hubiera acuerdo. Y entonces barrieron la mesa.

“Ortega estaba muy temeroso de perder. Nunca lo vi mas temeroso. Y optó por capturar a toditos los precandidatos, a los liderazgos sociales, campesino, juvenil, empresarial, gente de la cúpula empresarial. Sólo no capturó a los salieron del país.

“En agosto del año pasado hubo un barrido de sacerdotes y religiosos. En septiembre hubo otra redada que levantó a líderes territoriales y se enfocó en la estructura de Unamos, que es el nombre que ahora tiene el Movimiento de Renovación Sandinista.

“Cometen el gran error de colocar a todo ese grupo en celdas contiguas. Eso fue cultivando una perspectiva diferente en todos nosotros. Ortega nos veía como sus enemigos, pero iguales. No estaba enfocado en las diferencias, en las que nosotros sí estábamos enfocados. Así que empezamos a ver lo que nos une, que es la lucha por la democracia. El fruto de esa carceleada es un liderazgo nacional, con mayor comunicación, con un vínculo incluso amistoso. Eso va a tener un efecto en el futuro próximo.”

–La Iglesia es crucial en este proceso, pero imposible olvidar la hostilidad del cardenal Miguel Obando cuando ustedes fueron gobierno. En los años de Ortega-Murillo, buscaron una alianza imponiendo drásticas leyes contra el aborto. Ahora la Iglesia cobija a todas las formas de resistencia. ¿Cómo entender esto?

–La posición casi unánime del episcopado ha sido acompañar al pueblo, incluso defenderlo al grado de pagar con cárcel su misión. En 2018, la posición del clero fue muy fuerte en favor de las protestas. Ahora la conferencia episcopal, con Carlos Herrera, ha sido muy valiente. El obispo Silvio Báez (de Managua) tuvo que salir del país. El obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, está en una situación en la que nunca ha estado ningún otro obispo. Toda la diócesis de Matagalpa ha sido muy perseguida; en el grupo de liberados vinieron cinco sacerdotes de esa diócesis y otro más de la iglesia de Santa Marta en Managua. Cerraron la radio de la diócesis, Radio Hermano, una radio antigua y otras radios comunitarias. Claro, Obando es un capítulo aparte. Él fue el capellán de los Ortega hasta que murió.

Dora María ríe. Se acuerda de sus días en la cárcel, en su celda en penumbras (la mantuvieron a oscuras como forma de tortura). Y cada día veía tras las rejas cuando los custodios pasaban con el párroco de Santa Marta, Enrique Martínez. Aunque estaba prohibido, el cura se detenía, se daba la vuelta y daba la bendición a la prisionera.

Un río subterráneo

–Te referías en una entrevista con Carlos Fernando Chamorro a la disidencia como un río subterráneo. Con lo aprendido en la cárcel, con todos estos opositores con distintas verdades y razones de ser, ¿qué clase de río va a emerger?

–Va a salir igual que en 2018 pero con mayor calidad. En esa ocasión salió gente de todas las esquinas políticas, pero no se dieron las condiciones para un diálogo. Ahora están maduras las condiciones para un liderazgo nacional que represente a todos. ¿Que si esto va a desembocar en un proceso electoral donde nos vamos a dar en el queque (confrontar)? Perfecto, de eso se trata la democracia, el derecho de toda la gente de participar en la vida política del país desde el lugar que quiera, incluyendo al frente sandinista. Si hablamos de democracia no podemos ser excluyentes.

–¿Y cuáles son las perspectivas para Unamos como partido? Sergio Ramírez, tú, Víctor Hugo Tinoco, Suyen Barahona, prácticamente toda su dirigencia está afuera. ¿Cómo van a poder incidir?

–La verdad es que nosotros estamos tratando de crear un partido con un modelo más moderno. Desde enero de 2021, los que estábamos de la dirección –Víctor Hugo, Hugo Torres (quien falleció en prisión), Luis Carrión y yo– nos retiramos, poniéndonos a disposición de las y los jóvenes. Esta generación no tiene las cargas que tenemos nosotros, que somos coletazos del siglo XX en el siglo XXI. Convirtieron al partido en algo distinto. Desde hace cinco o siete años empezamos con esta política de relevo generacional.

“Con los cambios que ha habido en la juventud actual y en las comunicaciones, ¿qué capacidad tenemos para comunicar con ellos? Mínima.”

–Y estos muchachos del relevo generacional, ¿se definen como de izquierda?

–Sí, unos como de izquierda, otros como progresistas. También es que la izquierda es variopinta. Unamos pertenece a la alianza progresista. Esa es nuestra inscripción político-ideológica. A lo que hay rechazo es a la izquierda autoritaria; yo creo que a esa hay que desterrarla de América Latina.

–La prisión política aún es una herramienta que siguen utilizando gobiernos muy distintos. Hay presos políticos en Rusia, en Irán, en Cuba; los hubo en México, en Colombia.

–Hay que reconocer que las políticas de prisión política son totalmente inútiles. No resuelven los conflictos, simplemente los posterga. Es simplemente una confesión de inutilidad de resolver las crisis por otras vías.

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