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Cultura

2023-02-14 06:00

Saura filmó obras maestras bajo la dictadura, lección para todos, asevera Pedro Almodóvar

Aspecto de la capilla ardiente del cineasta, que se montó en la Academia de Cine, en Madrid.
Aspecto de la capilla ardiente del cineasta, que se montó en la Academia de Cine, en Madrid. Foto Europa Press
Periódico La Jornada
martes 14 de febrero de 2023 , p. 11a

Madrid. Con el sonido solemne de los tambores de Calanda y la imagen de fondo de su rostro de mirada profunda, se instaló la capilla ardiente para el cineasta, escritor, musicólogo, escultor y fotógrafo Carlos Saura, el último gran genio del séptimo arte español.

El escenario para despedir al creador de ¡Ay, Carmela! se montó en sede de la Academia de Cine, donde además de las decenas de ramos de flores, una silla de director con una flor encima, su sombrero habitual y sus inconfundibles lentes, redondos y pequeños, fueron testigos mudos de la emoción de seguidores y amigos.

La muerte de Carlos Saura, el pasado viernes, conmocionó al mundo del cine y la cultura de España, pero también a tantos otros sectores del arte que tocó y analizó desde su vocación de hombre renacentista. El deceso no fue sorpresivo, ya que su estado de salud precario tenía tiempo debido a una afección respiratoria que derivó en neumonía insuperable. De hecho, a los 91 años y su mente lúcida hasta el final, él mismo decidió que quería morir en su casa de la sierra madrileña, rodeado de sus siete hijos y su actual esposa, Eulalia Ramón, además de algunos amigos. Los médicos de cuidados paliativos del hospital de Collado Villalba se limitaron a supervisar esos últimos días, cuando confesó a sus seres queridos que “había tenido una vida plena”.

Con más de 50 películas de su autoría, numerosos libros y un inmenso archivo fotográfico, Carlos Saura se convirtió en personaje central del arte español del siglo XX, situándose a nivel de realizadores como Luis Buñuel y Luis García Berlanga. De hecho, a la capilla ardiente se decidió llevar a 14 tamborileros de Calanda, el pueblo aragonés que Buñuel inmortalizó en uno de sus largometrajes, el cual además suponía un homenaje al propio terruño de Saura, Huesca, Aragón. El sonido solemne y profundo recibió a los siete hijos y a la viuda, quienes al ver el escenario y la música se emocionaron hasta el llanto.

“Uno de los nuestros”

Poco a poco fueron llegando amigos, familiares, admiradores de sus películas y líderes políticos, entre ellos el presidente del gobierno español, el socialista Pedro Sánchez. “Aunque estemos muy tristes, queremos celebrar la vida que ha tenido, tantas cosas como nos ha dado”, expresó la viuda del cineasta, como gesto de gratitud a tanto cariño recibido en los últimos días, incluida la última gala de los premios de la academia española, donde le otorgaron de forma póstuma el Goya de Honor.

El representante de los tamborileros, Juan Herrero, explicó que “cuando nos dijeron que la familia había preguntado si podíamos venir a la capilla ardiente, no lo dudamos ni un momento. Había que estar y homenajear a uno de los nuestros”.

El escenario también sirvió para que compañeros de profesión –quienes compartieron camino con él en algún momento– lo despidieran, como Pedro Almodóvar, quien dijo que “fue un grandísimo maestro” y que en su “carrera dilatadísima supo reinventarse; tras haber dirigido un montón de películas fantásticas, se adentró en el género musical con una fórmula que no se había hecho en ningún lugar. Además de que comenzó su carrera en una década difícilisima para hacer cine –los años 70–, cuando filmó varias obras maestras bajo una dictadura tremenda. Así que para todos los que nos dedicamos a esto es una gran lección en todos los sentidos”.

El ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta, permaneció media hora en el velatorio y afirmó que “si el cine y la cultura representan el alma de una sociedad, Carlos Saura, con todo su trabajo y su obra, lo que hizo fue ensancharla y engrandecer el alma de nuestro país, por eso es muy importante reivindicar su trabajo”.

Mientras seguidores y amigos llegaban a la capilla ardiente, en la pantalla se iban sucediendo imágenes del cineasta, fotografías o serie de obras artísticas que bautizó como Fotosaurios, hechas con una técnica de dibujo y pintura sobre ampliaciones fotográficas, con las que hizo varias exposiciones.

En la última despedida también se recordaron las palabras de su hijo Antonio en la gala de los Goya, con las que rindió homenaje a las compañeras o esposas que tuvo Saura a lo largo de su vida y que también explican la singularidad del personaje.

Mencionó “lo importantes que fueron las cuatro mujeres de su vida en su cine. Mi madre; mi maravillosa madrastra Geraldine Chaplin; Mercedes, que fue la calma después de la tempestad y le dio tranquilidad para explorar otras cosas, y desde hace 30 años la maravillosa Eulalia, que también le dio a mi maravillosa hermana, Anna Saura. Todas ellas hicieron de mi padre la maravillosa persona que fue”.

Así, entre sonidos de los tambores de Calanda y con la silla de director con la flor, se fue bajando el telón del último adiós a un cineasta crucial para entender la España de las últimas siete décadas.

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