Simón, nel, dizque, cómo te quedo el ojo, apapachar, a darle qué es mole de olla, buena pal’ petate, mala pal’ metate, eres bien nopal, nos cayó el chahuistle, a todo mecate, a toda madre, medirle el agua a los camotes, arrimar el fierro, besuquearse, chupar faros, colgar los tenis, se lo chupó la bruja, mordida, moche, ponerse la del Puebla, mocharse, coyote, chamaquear, bisnear, canchanchán y marchante, son algunos de los términos de los miles que contiene el Diccionario de mexicanismos: Propios y compartidos, que fue comentado este domingo en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes por los especialistas Concepción Company y Gonzalo Celorio.
Publicado por la Academia Mexicana de la Lengua y el sello Espasa, del grupo Planeta, dicho diccionario “reúne un vocabulario lingüístico que define y da identidad a millones de mexicanos de distintas regiones del país y campos semánticos: géneros populares, gastronomía, indumentaria, sexualidad, cultura general, grupo étnico-lingüístico, así como de botánica y zoología”.
También ofrece términos cuyo origen está en otras lenguas, principalmente náhuatl, maya, inglés y francés. Contiene 10 mil lemas o artículos lexicográficos, 431 sublemas que generan nuevos significados, 22 mil acepciones y una lista de voces exclusivas de México.
Se trata de un diccionario que llevó 10 años de investigación, en el que participaron 10 especialistas lexicógrafos: siete académicos de número, apoyados por tres biólogos.
No se trata de “un diccionario puritano, no dice cómo se debe de hablar, es un diccionario descriptivo, que dice cómo se habla, que voces usamos, de tal manera que hay voces cultas, populares, coloquiales, formales, junto con una serie de marcas de carácter geográfico, pues no es lo mismo el español que se habla en el norte, que el del sureste del país”, explicó Celorio.
Echar aguas, echar bala, echar bronca, echar cotorreo, echar desmadre, echar los perros, echar la hueva, echar la sal, echar la mano, los kilos, echar montón, echar un ojo, un pisto, echar un fon y echar una firma, son otros tantos mexicanismos incluidos.
Según la maestra Company, mexicanismo se define “como un término, un léxico o una forma usual en el país, sea cual sea su origen etimológico y que los mexicanos hemos resignificado, que permiten distinguir una identidad lingüística. Un mexicanismo no es el habla folclórica de Cantinflas, aunque hay buena parte de mexicanismos populares. Un mexicanismo puede ser hasta un anglicismo, ya que las lenguas no son puras, son un crisol de contactos culturales”.
La Academia quiso “dar una carta de naturaleza a nuestra entidad e identidad lingüística como mexicanos para entender cómo hablamos, cómo somos, cómo funcionamos como hablantes”, comentó la lingüista.
Alejado de la corrección política
Ese universo lingüístico, explicó, “se mueve entre dos fuerzas: una centrípeta, que nos hace hablar como el resto del mundo hispanohablante, y otra centrífuga, que afianza nuestra dialectalidad. Ambas fuerzas tienen que ver con la distancia comunicativa que una persona tiene con su interlocutor.
“Por ejemplo, si estoy en una entrevista por televisión puedo decir que en mi salón de clases hay muchos alumnos aplicados, eso es español general, pero si estoy con mi cuate, le puedo decir: ‘hay una buena cantidad de noños en el salón’. Primero es una fuerza centrípeta, la distancia comunicativa, en la que se regula la lengua con un español general, pero si uno está en la proximidad comunicativa, se afianza la dialectalización; es decir, a mayor proximidad, más mexicanismos.”
De acuerdo con Company, uno de los ejes tiene que ver con el sentido gozoso y lúdico del sexo. “México no es un país escatológico, sino erótico, que refleja quienes somos, un país fundamentalmente machista. Hay muchas acepciones para denominar la práctica del sexo y el pene, y muy pocas para la vagina; además, hay muchos términos para denominar la homosexualidad”.
Otro eje, “también lúdico y gozoso, es para denominar a la muerte, apartado con más de 100 locuciones que tiene que ver con la normalización de la transgresión o corrupción, en todas las categorías: adverbios, adjetivos o sustantivos. México lleva normalizando la transgresión desde hace muchas generaciones. De ahí que se requiere de una educación de la no transgresión”.
En la presentación, moderada por el periodista Leonardo Curzio, Celorio explicó también que para este trabajo intervinieron latinistas, historiadores, lexicógrafos y filólogos, a los que sumaron jóvenes egresados de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Se refirió a otros diccionarios similares de mexicanismos, pero elaborados por uno o dos investigadores; en este caso, destacó, “se trata de un diccionario colaborativo y heterogéneo, cuya importancia radica en que tiene una base científica muy sólida, que nos hace ver de manera gozosa e ingeniosa la forma en que hablamos los mexicanos, incluyendo una cantidad enorme de términos lacras, como coloquialmente se dice”.
Es un diccionario que, entre otras cuestiones, “no se supedita a la corrección política, pues ello va en detrimento de la espontaneidad y esclerotiza y hace rígido al lenguaje. Hemos tenido cuidado en no caer en estereotipos. Hay 10 marcas de uso que orientan y distinguen las voces cuando son obscenas, vulgares, inapropiadas, populares o cultas. El lenguaje inclusivo no está, porque es una cuestión más social que gramatical”, concluyeron los especialistas.