Sin representación mexicana ni latina, excluidas y marginadas, el futbol americano de la NFL sigue seduciendo a millones de fanáticos en este país.
Ese crecimiento de seguidores también ocurre en la comunidad latina en Estados Unidos, sobre todo la de origen mexicano, donde ha aumentado la afición al futbol americano colegial y profesional, pero al igual que aquí, con una inexistente participación. La principal causa es la marginación y las pocas posibilidades a la educación, la puerta principal al sistema deportivo en aquel país.
En un estudio realizado por el Instituto para la Diversidad y la Ética en el Deporte en 2021 fue notorio que sólo 12 jugadores de la NFL se reconocieron como latinos, esto fue apenas el uno por ciento de la Liga. Para contrastar, los afroestadunidenses están representados en una proporción de casi 70 por ciento.
El futbol americano tiene arraigo histórico en México, la liga estudiantil en este país tiene una tradición de casi un siglo; sin embargo, esta larga relación no ha producido más jugadores nacionales que lleguen a la NFL.
El presidente de la Federación Mexicana de Futbol Americano, César Barrera, cuenta a La Jornada que una razón poderosa es que el sistema de captación de talento de la NFL no necesita salir de casa para fichar jugadores. El amplio e histórico sistema deportivo colegial y universitario en Estados Unidos, les permite abastecerse de suficientes atletas muy bien calificados sin necesidad de ir a buscarlos fuera.
“La competencia allá es abismal; con una pirámide de programas muy exitosos, pongamos que hay unos 30 por cada estado, no necesitan sumar más países que no son tan eficientes ni en preparación ni competencia”, considera Barrera.
Además hay una desventaja en el desarrollo atlético y competitivo, continúa, existe una diferencia morfológica en los jugadores de aquel país y los mexicanos, aunque ésta empieza a ser menos determinante.
“En general sí están más desarrollados allá, pero creo que esa brecha es cada vez menor y hay jugadores mexicanos que actualmente pueden cumplir con ese estándar.”.
Lo que continúa como una desventaja significativa es la diferencia de edades, pues en el ciclo estudiantil en México, un jugador puede tener hasta 25 años, mientras en Estados Unidos los jóvenes a los 18 años ya están compitiendo al nivel más alto.
“A los 25 años ya es muy tarde para competir con el sistema colegial de EU”, relata Barrera; “y la NFL busca jugadores cada vez más jóvenes; esa es la tendencia”.
En el caso de los latinos en Estados Unidos, la escasa presencia de esta comunidad está relacionado sobre todo con la marginación estructural de los migrantes, su poco acceso a la educación, que es la principal puerta para practicar el deporte de alto rendimiento.
Ricardo López Juárez –periodista de La Opinión de Los Ángeles y comentarista oficial de los Carneros–, explica a este diario que muchos latinos no pueden acceder a la educación en colegios y universidades, que es el vínculo entre el futbol colegial y la NFL.
“No sólo porque las becas para practicar este deporte son muy disputadas y exigen destacar verdaderamente para tener una oportunidad”, expone López Juárez.
“La realidad de la comunidad latina en EU es muy difícil, padece un alto grado de marginación y por tanto su acceso a la educación es todavía limitado. El deporte para esta población representa un lujo fuera de su alcance.”
Si bien existen otras comunidades que padecen marginación y pobreza, no comparten la condición de migrantes sin documentos que los excluye de formas todavía más violentas. Los afroestadunidenses –pone de ejemplo– pueden ser una población que sufre desventajas estructurales, pero ni son migrantes ni están excluidos por el idioma.
“En la comunidad afroestadunidense el deporte es parte de su imaginario y cultura, porque lo consideran un mecanismo de movilidad social. Saben que si destacan en actividades atléticas, pueden tener una oportunidad educativa e incluso llegar a profesionales en alguna disciplina”, señala.
“Muchos latinos ni siquiera saben que existen programas en universidades comunitarias a las que pueden incorporarse; hay que recordar que un gran porcenta-je de estos jóvenes son hijos de migrantes para los que el deporte es un privilegio inalcanzable. Es muy común que deban trabajar y apoyar la economía familiar; así, no hay oportunidades de pensar en otras actividades, que además igual y hasta desconocen.”
Además, recuerda López Juárez, cuando algún latino llega a la educación universitaria, suele ser la primera generación en su familia con esa oportunidad. Lo cual, nos dice, enfrenta otras desventajas, por ejemplo, no tener una guía para tomar elecciones sobre las posibilidades de la vida estudiantil en ese país, entre ellos los programas de becas deportivas.
“En esas circunstancias no conocen ni tienen acceso a la estructura del deporte en los colegios y universidades. Incluso desconocen que si acuden a un colegio comunitario es posible solicitar una beca o tal vez un crédito para estudiar en otra institución más grande.”
Por eso, cuando un integrante de la comunidad latina logra trascender en el futbol americano, suele estar relacionado con ciertos privilegios. Casi siempre es porque no son estadunidenses de primera generación y suelen pertenecer a familias donde se practica el deporte.
“El camino al profesionalismo, en concreto el futbol america-no, es demasiado estrecho y muy frágil para esta comunidad. Hay algunos casos de éxito, pero de verdad son tan escasos que pareciera que no existen”.
Mark Sánchez fue uno de los jugadores de NFL más ejemplares para la comunidad latina. Aunque proviene de una familia de migrantes, es mexicano-estadunidense de tercera generación. Una condición social que además le permitió ir a una preparatoria y participar en la vida estudiantil de la Universidad del Sur de California.
O bien, Rolando Cantú, el más reciente jugador nacido en México que estuvo en la liga estadunidense. En 2005 fue parte de los Cardenales de Arizona. Empezó a practicar este deporte en la McAllen High School, en Texas, y estuvo becado por el Tecnológico de Monterrey antes de partir a su experiencia en la NFL. Recuerda que en aquellos años casi no había apellidos latinos en los dorsales de los uniformes.