Puesto Fronterizo De Bab Al Hawa., La esperanza de encontrar más sobrevivientes se desvanecía la madrugada de ayer en las zonas afectadas por el potente terremoto de magnitud 7.8 del pasado lunes en Turquía y Siria, uno de los más mortíferos en décadas en la región, con más de 21 mil fallecidos confirmados por las autoridades de ambos países.
Contra el reloj, los equipos de rescate, apoyados por socorristas extranjeros, continuaron la búsqueda de miles de personas que se sospecha están atrapadas entre los escombros en el sur de ambos países, pero el optimismo mengua ante las gélidas temperaturas y la superación del plazo de 72 horas que se considera crucial para salvar vidas.
El nuevo balance, basado en datos oficiales y médicos, es de 17 mil 674 muertos en Turquía y 3 mil 377 en Siria, subiendo el balance general a 21 mil 51 muertos. Los expertos consideran que la cifra aún aumentará conforme pasen los días, acentuado por la falta de operaciones de rescate en las zonas remotas o afectadas por el gélido invierno.
Unos 23 millones de personas están “potencialmente en riesgo, incluidas 5 millones de personas vulnerables”, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), que teme una grave crisis sanitaria, con enfermedades como el cólera, que causaría aún más daños que el terremoto.
A ello hay que sumar las pérdidas económicas, que según la agencia de calificación Fitch probablemente “alcancen 4 mil millones de dólares o más”.
Cientos de miles de sobrevivientes tuvieron que buscar por su propia cuenta comida, agua y refugio, muchos en hogueras públicas, tras quedarse sin patrimonio. Sin equipos de socorro en varias zonas, algunos no pudieron más que escuchar cómo sus familiares pedían ayuda debajo de los escombros hasta que sus voces se apagaban.
Tan sólo en Nurdagi, una ciudad turca de unos 40 mil habitantes de la provincia de Gaziantep, ubicada entre montañas nevadas a unos 56 kilómetros del epicentro del sismo, una multitud de familiares de personas atrapadas en el interior observó cómo máquinas pesadas trabajaban en un edificio derrumbado, con sus pisos encajados uno sobre otro con poco más que unos centímetros de separación.
“No hay esperanza. No podemos renunciar a nuestra esperanza en Dios, pero entraron en el edificio con dispositivos sonoros y perros y no había nada”, expresó Mehmet Yilmaz, quien esperaba información de seis de su parientes, incluidos tres niños y un bebé de tres meses. Lleva 72 horas sin moverse de su esperanzada posición junto al edificio. Calcula que alrededor de 80 personas siguen atrapadas en la estructura colapsada, pero detalló que no cree aún haya sobrevivientes en el lugar.
Con temperaturas de menos 5 grados centígrados, miles de ciudadanos en la provincia de Gaziantep pernoctaron dentro de coches o tiendas de campaña al no poder volver a sus casas o tener demasiado miedo de hacerlo.
Pequeña esperanza
El salvamento de un niño de dos años tras pasar 79 horas atrapado entre los escombros de un edificio derrumbado en Hatay, en Turquía, y de varias personas más, levantó el ánimo entre los cansados equipos de búsqueda. En Antakya, decenas debolsas para cadáveres fueron depositadas en el estacionamiento del principal hospital, convertido en morgue al aire libre, donde, dada las bajas temperaturas, se mantenía la conservación mortuoria.
Un responsable turco dijo que la catástrofe planteaba “dificultades muy serias” para la celebración de unas elecciones previstas el 14 de mayo, en las que se espera que el presidente Tayyip Erdogan se enfrente al reto más difícil de sus dos décadas en el poder.
Del otro lado de la frontera, la Organización Internacional para las Migraciones informó que un primer convoy de ayuda a las zonas rebeldes del noroeste de Siria, cuyo presidente es Bashar al-Assad, ingresó ayer por el puesto fronterizo de Bab al Hawa, según la Organización de Naciones Unidas (ONU) y un responsable en ese lugar. La entrega incluye mantas, colchones, tiendas de campaña y artículos básicos de socorro para cubrir las necesidades de al menos 5 mil personas.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, instó al Consejo de Seguridad a autorizar la apertura de nuevos puntos fronterizos entre Turquía y Siria para entregar asistencia humanitaria.
Patriarcas, jefes de Iglesias y líderes de comunidades eclesiales en Siria solicitaron a la ONU y los países occidentales que se levanten las sanciones al país árabe para atender a la población.
En este contexto, el Banco Mundial anunció este jueves que aportará mil 780 millones de dólares a Turquía para ayudar en los esfuerzos de asistencia y recuperación. Estados unidos anunció un paquete inicial de 85 millones de dólares para ayuda de emergencia para los dos países y el Departamento del Tesoro autorizó la exención de sanciones para permitir transacciones relacionadas con ayuda a Damasco.