La semana previa al Supertazón comienza y Raúl Allegre saca de una caja fuerte dos anillos ostentosos. Es el único momento del año en el cual se permite usarlos; con ellos también despiertan las emociones de las temporadas 1986-1987 y 1990-1991 de la NFL, cuando logró lo que ningún otro mexicano: levantar el trofeo Vince Lombardi.
“Mi caso, el de Frank Corral y Rafael Septién fue muy diferente (al de varios mexicanos), porque estudiamos en Estados Unidos. Tuve la oportunidad de competir en un campo de entrenamientos en mi posición, me quedaba o me daban de baja, no había opción de terminar en el equipo de entrenamiento”, dice a La Jornada.
Para Allegre hay dos factores que influyen en las posibilidades para llegar a la NFL desde territorio mexicano: hablar inglés y ser visible ante los scouts de la liga a una edad adecuada.
“Desafortunadamente no tienen las posibilidades de ser observados por los buscadores de la NFL y cuando ellos tienen una oportunidad, ya llegan con 25 o 26 años para ser rockies (novatos), cuando la competencia en la NFL tiene 20 o 21 años, y es un punto menos para los mexicanos; no tienen un escaparate.”
El análisis de Allegre es breve, pero veraz. Hasta ahora, los únicos mexicanos que han entrado en el roster final de un equipo de la NFL, con actividad en la temporada o incluso haber disputado una final, han sido aquellos provenientes de escuelas estadunidenses como Efrén Herrera, quien también ganó un Supertazón, Frank Corral o José Portilla.
El otro grupo que emergió desde las canchas mexicanas llegó a la liga estadunidense a través de programas de la NFL para detectar talentos en el extranjero y pocos han conseguido un lugar en un equipo final con minutos en el campo. La mayoría de estos jugadores, como Rolando Cantú o Marco Matos, han estudiado en colegios privados, como el Tecnológico de Monterrey o la Universidad de las Américas.
El camino de Allegre para llegar a la NFL fue peculiar en su momento. Con el interés por aprender inglés y como hijo de un ingeniero civil, aprovechó en 1997 un programa de intercambio para salir de Torreón, Coahuila, y estudiar en Shelton High School, en Shelton, Washington.
Ahí conoció el futbol americano y sus habilidades como futbolista de soccer le permitieron convertirse en pateador del equipo colegial para después obtener una beca que lo llevaría a la Universidad de Texas y más tarde a la NFL.
En ese sentido, también pone en duda la eficacia del programa Player Pathway como una vía para llegar a la Liga al recordar que es mínimo el número de jugadores seleccionados para entrar al proyecto.
Ahora, Isaac Alarcón, Alfredo Gutiérrez y Héctor Zepeda, todos estudiantes del Instituto Tecnológico de Monterrey, son los mexicanos que encontraron un espacio en los emparrillados de la liga, aunque su participación se ha visto frenada en los equipos de reserva o sólo con contratos de extensión.
“Con Isaac Alarcón el entrenador (de Dallas) llegó a decir lo que le faltaba y mejoró en la pretemporada. En el caso de Alfredo falta ver qué hace San Francisco con él, y Zepeda (quien por segunda ocasión entró al programa Player Pathway) también tiene posibilidades. Ahora, la cuestión es que les den la oportunidad, pero es importante estar en los planes de un equipo”, apunta Allegre.
Así se retoma una propuesta para impulsar a los jugadores locales; un programa con el apoyo de la oficina NFL en México para rastrear talento.
“Fue una idea que planteé hace 25 años, pero no le dieron seguimiento”, lamenta. Incluso de manera personal llegó a organizar un acto en Monterrey con coaches y jugadores de la NFL, quie-nes detectaron a ciertos jó-venes con capacidades para jugar en las ligas colegiales de Estados Unidos.
“Pero muchos (de los prospectos) no hablaban inglés o no tenían buenas calificaciones; eso dificulta todo, pues el proceso debe ser como en Australia, donde tienen un programa para llevar a pateadores, sobre todo de despeje, a Estados Unidos.”
Sin embargo, desde la perspectiva de Allegre “se vislumbra un futuro brillante para el futbol americano de México” tras la reunificación de la Onefa y la Conadeip. “El espectáculo es muy bueno, vi la final del año pasado, eso puede darle más proyección”.