El presidente Joseph Biden, en su segundo informe de gobierno ( State of the Union), mostró su intención de relegirse, pero le quedó a deber mucho a los migrantes mexicanos y latinoamericanos.
Quienes lo vimos por la televisión llegamos a la conclusión de que en materia de migración o inmigración le quedó a deber mucho o muchísimo a personas de origen mexicano y latinoamericano, porque se concretó a pedir –por cierto de manera muy suave o muy leve– el apoyo para su reprobada iniciativa de reforma en la materia, que anunció con tanto bombo y platillo desde su campaña política y durante los primeros meses de su gobierno. Casi mencionó el tema por no dejar, es decir, para que no se dijera que lo ignoró. Pero le faltó amplitud, energía, precisión, enjundia y capacidad de oratoria, arenga y proclama, que usó en otros temas abordados durante más de una hora y 15 minutos que ocupó en su mensaje dirigido a la nación.
Si decimos que Mr. Biden quedó a deber mucho o muchísimo a los migrantes de ambos géneros es por lo que significan los millones y millones de mexicanos y latinoamericanos que trabajan, viven y malviven en Estados Unidos, impulsando la economía y los ingresos fiscales de ese país, al tiempo que contribuyen a paliar la situación económica de cientos de miles de familias que viven y malviven en la pobreza o la vulnerabilidad en México y en los países de Centroamérica y del Caribe.
Pues al señor Biden no le merecieron más que un comentario neutro y pusilánime, ademas de una expresión negativa cuando dijo a los legisladores estadunidenses que si no lo apoyan en su proyecto de reforma, entonces lo respalden con más presupuesto para que las fuerzas armadas puedan detener el flujo migratorio en la frontera sur de su país. ¡Hágame usted el favor!
Este dicho presidencial es lo más parecido al discurso siempre agresivo del ex presidente Donald Trump.
En otros aspectos Biden estuvo bien: defendió con todo el seguro social y el Medicare de su país, aquello que con tanto empeño fortaleció el presidente demócrata Barack Obama; con ello hizo señalamientos fuertes contra el ultraconservadurismo y sacudió y provocó la ira de una parte de la representación republicana, quienes lo llamaron “¡mentiroso!” Ante eso, aludió a la otrora grandeza estadunidense, hoy en franco declive, aunque no criticó a ninguno de sus antecesores, ni siquiera a su férreo adversario Trump.
Anunció medidas importantes para incrementar los impuestos a quienes ganen más de 400 mil dólares al año, es decir, a los potentados de su país, quienes pagan muy pocos impuestos desde la era de los reaganomics de Ronald Reagan, quien sustentó parte de su política económica en apoyar a las grandes empresas con reducidos pagos de impuestos, con el propósito de lograr mayores pagos y para impulsar la generación más expedita y eficaz de empleos.
El actual presidente estadunidense alardeó del bajo índice de desempleo que su gobierno ha logrado, al ubicarlo en 3.5 por ciento el año pasado, y ese es un dato excelente.
Biden asumió, asimismo, el compromiso de hacer crecer la economía con los productos nacionales y los trabajadores locales (espero que incluya en ello a nuestros migrantes altamente calificados), en una similitud de la proclama mexicana de sustitución de importaciones.
Su referencia a las drogas, a las armas y de paso al fentanilo fueron muy pobres, lo cual fue lamentable; aunque exhibió ejemplos generados por el abuso de las armas de alto poder a las que propuso eliminar del mercado doméstico. Igualmente habló, citando ejemplos presentes, de las infamias que cometen los agentes policiacos irresponsables y negativos, aunque matizó sus dichos y elogió a la mayoría de ellos, a quienes rindió claro homenaje.
Biden comentó, también, sobre la guerra de Rusia contra Ucrania, razón por la que fustigó al premier ruso, Vladimir Putin, pero en esto no puedo dejar de mencionar que en mi opinión le faltó energía, precisión y arenga, pues quizá perdió la oportunidad de lograr el que pudo haber sido el aplauso más prolongado tanto de demócratas como de republicanos, por ser un tema tan lacerante y tan doloroso para la mayor parte del orbe. Me parece que quizá no fue enérgico en este tema, porque se esté fraguando algún arreglo diplomático entre cúpulas en Europa.
Lo esencial del mensaje político de Biden es que pidió a los legisladores republicanos el apoyo para seguir ordenando e impulsando al país, aunque no les ofreció nada a cambio, y sí les anunció que él vetaría cualesquier medida que la mayoría republicana en la Cámara de Representantes pudiera aprobar en contra de las políticas públicas torales de su gobierno, pero sí les ofreció dialogar y llegar a acuerdos sobre otros asuntos de interés nacional.
Mr. Biden no mencionó a México ni a America Latina; tampoco a China, que junto con Rusia es su principal competidor. Al parecer poco le importamos, no obstante el trasiego de drogas, de armas y de fentanilo, el T-MEC, las energías limpias, el litio, la inseguridad y la violencia generadas por el crimen organizado, más la presencia creciente de China en América Latina. Ni siquiera mencionó la tendencia de alguna manera antidemocrática de algunos gobiernos de nuestro hemisferio, como los de Nicaragua y Venezuela, para no mencionar el grave conflicto suscitado en Perú, al que también ignoró.
En la veta menos importante y quizá frívola de la ceremonia, es mencionable que el señor Biden lució muy bien maquillado y con sonrisas y salutaciones muy ensayadas, como de precampaña; y la vicepresidenta Kamala Harris no se cansó de aplaudirle, mientras el líder parlamentario republicano, Kevin McCarthy, a veces pestañeaba, aunque se puso de pie y aplaudió en varias ocasiones cuando escuchó las expresiones presidenciales de su mayor agrado.
La conclusión final es que Biden pretende reelegirse, pero para lograrlo tiene que aplicarse más y más en todos los aspectos, sobre todo en los que lo mantienen muy abajo en la aceptación popular. ¡La moneda está en el aire y le queda poco tiempo! Según los decires de allá, la vicepresidenta tiene que colaborar con resultados más notables y tangibles.
Y más aún, los migrantes cuentan y contarán más, así que el presidente tendrá que pagar oportunamente a nuestros paisanos, si no quiere que los nuestros le queden a deber en su elección presidencial.