Tema de batallas aparentemente olvidadas (porque nadie terminó en chirona por el descarado atraco), en la mañanera de ayer el presidente López Obrador recordó la denominada “partida secreta” (que de oculta no tenía nada, pues anualmente aparecía registrada en el Presupuesto de Egresos de la Federación, pero sí su gasto), es decir, la asignación de multimillonarios recursos públicos para el uso exclusivo del titular en turno del Ejecutivo, quien los ejercía a discreción y sin rendir cuentas a nadie.
Dijo el mandatario: “la partida secreta existió durante mucho tiempo y el manejo en la época de Salinas fue de dominio público. Escribió un libro Pablo Gómez, que él podría explicar muy bien, sobre este tema. Además, una entrevista, lo que pasa es que ya ahora Carmen Aristegui no habla de esas cosas, que le hizo al finado Miguel de la Madrid y él habla de la partida secreta, nada más que luego se retractó porque lo convencieron, ya estaba grande, y firmó una carta diciendo que todo lo que había dicho no era cierto, porque él ya no estaba bien de sus facultades mentales. No, eso fue una cosa tremenda, porque tuvo que ver con la familia. Pero de eso hay mucho, todo ese manejo discrecional de que ‘oye, mándame, estamos mal, presidente’, que le escribía Aguilar Camín a Salinas y ahí iba el cheque”.
En efecto, esa entrevista fue retomada y publicada en La Jornada (Rosa Elvira Vargas, 14 de mayo de 2009): “el ex presidente Miguel de la Madrid Hurtado acusó a su sucesor Carlos Salinas de Gortari de ser un delincuente por haber actuado en complicidad con sus hermanos Raúl y Enrique, a los cuales vinculó con el narcotráfico. También lo tachó de corrupto, pues, según él, se robó al menos la mitad de la partida secreta de la Presidencia. De la Madrid se dijo ‘muy decepcionado’, porque se equivocó al elegir a Salinas de Gortari para ocupar la Presidencia... ‘pero en aquel entonces no tenía yo elementos de juicio sobre la moralidad de los Salinas’”.
La declaración del ex mandatario sacudió a la clase política (muchos de sus integrantes también se beneficiaron de la partida secreta) y de inmediato se armó un operativo tricolor (encabezado por Emilio Gamboa) de control de daños para calmar las aguas y “convencer” a De la Madrid de que se retractara, aduciendo “razones” de senilidad (“mostró la limitación de sus capacidades y el deterioro de sus facultades… la oxigenación insuficiente ha provocado la pérdida de un tercio de su función cerebral”, dijo el maquiavélico y geriatra neoliberal Carlos Salinas de Gortari). Sin embargo, tras el sainete, la oficina particular de MMH (distribuido el 9 de mayo de 2009) subrayó: “nos permitimos hacer de su conocimiento que se encuentra bien de salud, rechazando toda noticia surgida al respecto”.
Preguntaron a De la Madrid “¿cómo abusó Salinas de esa partida secreta?, porque era mucho más grande que la que usted ejerció, eso está claro”. Y la respuesta fue puntual: “ampliamente más grande” y calculó que podría haber una diferencia de hasta 100 veces, “por ahí anda”. Y la periodista reviró: “¿usted cree que (Salinas) se robó la mitad de la partida secreta?” Y el ex mandatario respondió: “sí, es posible”
Se dice que Ernesto Zedillo “desapareció” la partida secreta, pero ello no quiere decir que él mismo no contó con su filón. La diferencia es que por tal concepto, Salinas obtuvo alrededor de 10 mil 500 millones de pesos y mister Fobaproa cerca de 2 mil millones (aprobados por la Cámara de Diputados) y no justificaron ni un solo centavo. En realidad, tal “desaparición” no fue por su voluntad, sino producto de la decisión de los legisladores de oposición que redujeron la partida hasta dejarla en ceros. En 1995 dicho renglón sumó cerca de 950 millones de pesos; en 1996, 518 millones; en 1997, alrededor de 300 millones; en 1998, 64 millones, y en 1999, sólo un millón. En 2000, de cero pesos.
Pero no todo fue miel sobre hojuelas, porque a cambio Zedillo dejó a los mexicanos una deuda por alrededor de 120 mil millones de dólares para “rescatar”, vía Fobaproa, a los banqueros.
Las rebanadas del pastel
Por cierto, desde que dejó Los Pinos, en 1994, a Carlos Salinas de Gortari no se le conoce un solo empleo, pero vive mejor que un rey. ¿Cómo le hace? ¿De dónde?… Al pútrido Felipe Calderón la boñiga le llega al cuello. No siente lo duro, sino lo tupido, y ya no le alcanzan sus citas bíblicas para intentar zafarse. ¿Faltará poco para que vista el overol naranja? En su celda puede acompañarlo José María Aznar.
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