Los recursos de América Latina han sido un asunto de “seguridad nacional” para los países dominantes, muy en particular para Estados Unidos. Las declaraciones de la jefa del Comando Sur, Laura Richardson, en un evento del think tank Atlantic Council lo reafirma al señalar que los enormes recursos que la región tiene en litio, tierras raras, petróleo, cobre, oro, agua dulce son importantes para los nuevos procesos tecnológicos, y que “al país norteamericano le queda mucho por hacer… tenemos que empezar nuestro juego” ( Página 12, 24/1/22). Otro elemento en este marco es que Washington ha estado presionando para que proporcionen armamento a Ucrania. Y es la misma comandante del Comando Sur quien está intentando que los países latinoamericanos envíen material militar ruso, entre ellos Brasil, Colombia, Argentina y México, países que han rechazado esas peticiones y están decididos a mantener la neutralidad en el conflicto ( Nick Corbishley).
Por ello importa reflexionar sobre lo que estas palabras pueden suponer en el contexto mexicano cuando el gobierno de AMLO está decidido a recuperar la soberanía en áreas estratégicas, como electricidad, petróleo, mineras, y, por supuesto, el litio, el cobalto, etcétera. Si bien ha establecido que los recursos son de la nación y están protegidos por el artículo 27 constitucional, es de enorme importancia que todos los funcionarios tengan claridad de esas decisiones presidenciales cuando se presenten en eventos para que en sus discursos no haya ambigüedades. Por ejemplo, qué significado tiene la presentación del gobernador de Sonora, Alfonso Durazo Montaño, y su llamado a empresas extranjeras para invertir en el litio y señalar que “el litio es propiedad de la nación por motivos de seguridad, pero el Presidente abrió la posibilidad de asociación con empresas particulares que se establezcan en Sonora”, anuncio que se hizo frente a embajadores y representantes de 65 países. Las imprecisiones son peligrosas y pueden tener resultados contrarios a lo que hasta ahora ha planteado muy claramente el presidente López Obrador en su proyecto de rescatar para la nación los diferentes sectores del país.
Tener nitidez sobre estos asuntos es importante, porque México sigue atado a instituciones neoliberales marcadas por la firma de los tratados de libre comercio TLCAN y ahora T-MEC que han convertido al país en un espacio acotado para alcanzar un desarrollo autónomo y soberano. Ha sido una integración en que se han priorizado los intereses de Estados Unidos y ha mantenido a México como apéndice laboral de sus trasnacionales. La faceta más perversa de esta integración ha sido la industria maquiladora de exportación, cuyos enormes beneficios se han sostenido con la precarización de los trabajadores, la nula transferencia tecnológica y la absoluta falta de movilidad laboral. Con lo cual se ha desmantelado la posibilidad de una política industrial nacional, con presiones hacia instituciones educativas para que adecuen sus planes de estudio a los perfiles laborales de su interés.
Recordar la huelga de estudiantes del Instituto Politécnico Nacional en 2014, cuando se pretendió cambiar el plan de estudios de ingeniería eliminando las asignaturas de relevancia para su formación, con lo cual, en lugar de alcanzar el nivel de “ingeniería” obtendrían el grado de “técnico superior especializado”, es decir, actividades laborales de operario, pero no de un teórico en ingeniería. El proyecto neoliberal ha convertido a México en el gran ensamblador de las industrias trasnacionales, productor de partes para esas industrias multinacionales y cuyos trabajadores se sitúan al nivel más bajo de las cadenas de valor.
La integración comercial con Estados Unidos y Canadá ha supuesto formas profundos desequilibrios y asimetrías en el que predominan los intereses de Estados Unidos y le ha permitido imponer su guerra contra las drogas a partir del combate al narcotráfico, sin tocar a sus narcos internos ni la demanda de sus consumidores, así como una terrible política migratoria de securitización y criminalización, ambas claramente fracasadas.
Ante los retos y desafíos actuales, urge a México formar un bloque latinoamericano con el que se compartan intereses, valores y formas de cooperación, con proyección científica y tecnológica y sin predominio de uno por encima de otro. Una integración para la paz sin cabida para la militarización, con nuevas propuestas para el combate a las drogas y acuerdos fronterizos que defiendan los derechos humanos, cuyo objetivo sea el desarrollo de la región que favorezca la libre movilidad laboral y humana.