Pese al impulso en que el último medio siglo tienen en México los productos agrícolas destinados al mercado exterior, el maíz ocupa el primer lugar en importancia. Y esto es así porque es fundamental en la dieta de la mayoría de la población. Algunos estudios señalan que alrededor de 75 por ciento de ella, y especialmente la que habita el sector rural y buena parte de las urbanas, tiene en ese cereal la mayor proporción de las calorías y otros nutrientes. Unido al frijol, el chile y la calabaza, forman la canasta básica de millones de familias.
Domesticado hace unos 6 mil años, desde entonces es la base material del sustento de la mayoría de las familias mexicanas, y por eso la necesidad de garantizarlo en cantidades suficientes y de buena calidad. También lo es de otros países, como Guatemala, Honduras, El Salvador, Colombia y Perú. En todos ellos cumple un importante papel económico y social. El maíz tiene otra característica: es una planta que se cultiva en las tierras calientes, templadas y frías. Y por todo el país. Para ello se utilizan las más diversas técnicas y variedades, adaptadas de acuerdo con las condiciones naturales y la tradición que por generaciones han conservado los campesinos.
Diversos son los programas gubernamentales para lograr cosechas suficientes y cubrir la demanda de la población. El último medio siglo, por ejemplo, el Programa Nacional de Alimentos (1970-76), el Sistema Alimentario Mexicano, SAM, (1976-82); el Programa Nacional de Desarrollo Rural Integral, Pronadi, (1982-88), y otros con algunas variantes en los sexenios posteriores. Recientemente la jefa de Gobierno de la Ciudad de México aseguró que en este sexenio se logró la autosuficiencia alimentaria.
No es verdad. Somos el importador más importante de maíz en el mundo. Si en 2000 fueron 5 millones de toneladas, el año pasado sumaron 18 millones, principalmente de maíz genéticamente modificado de Estados Unidos. La carencia de una política oficial para lograr cosechar suficiente maíz nativo ha favorecido especialmente a las empresas y a los agricultores que siembran transgénicos.
Para garantizar altas cosechas utilizan el arsenal agroquímico, destacadamente el glifosato, muy cuestionado en el mundo por sus efectos negativos en la salud pública y en el ambiente. Cabe señalar los intentos por imponer en nuestro país siembras de semillas genéticamente modificadas. En algunas zonas lo lograron, más la oposición de comunidades agrarias, especialistas y organizaciones defensoras del medio ambiente y el maíz nativo, lograron eliminarlo.
Con el propósito de acabar con una política que ha llevado a depender del exterior del alimento principal de la población y de creciente demanda por la agroindustria, por decreto del presidente López Obrador deberán eliminarse gradualmente el maíz transgénico y el glifosato para el 31 de enero de 2024. Las importaciones de maíz amarillo transgénico para alimentación animal estarán permitidas previo permiso anual de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios. El citado decreto despertó la inconformidad de Estados Unidos que ven en dicha medida violaciones al acuerdo comercial que existe entre ambos países y Canadá.
De hacerse efectivo el decreto, obligaría al gobierno a adquirir maíz no transgénico en el vecino país, Argentina y Brasil, por ejemplo. Y fundamentalmente, a elaborar programas que prioricen la siembra del nativo. Hoy no existen, cuando son las comunidades campesinas e indígenas las mejores aliadas en la tarea de obtener la autosuficiencia alimentaria.
Cambios de opinión: ayer, quienes gobiernan criticaban que los mexicanos más desvalidos se vieran obligados a abandonar sus hogares por carecer de empleo en el sector agropecuario. El motivo: falta de apoyo del sector público al campo. Se van a Estados Unidos y Canadá donde desempeñan los trabajos más variados y duros. Hoy, en cambio, el mundo oficial celebra que los migrantes enviaran a sus familias el año pasado 58 mil 500 millones de dólares. De no ser por esa enorme suma, la situación de pobreza y marginación en el sector rural sería peor.