En la muy difícil tarea de recuperar para la nación lo que el régimen neoliberal a diestra y siniestra entregó al capital privado, ayer el presidente López Obrador planteó la posibilidad, “para prevenir”, de convertir en áreas naturales protegidas los terrenos que administra el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) en varios estados de la República, porque, dijo, “qué tal la mala suerte y que regresen (los depredadores), porque además van a traer más hambre de dinero, van a regresar por sus fueros. Entonces, hay que proteger el patrimonio”.
No es casual lo que plantea el mandatario, pues en sexenios pasados Fonatur fue una joya de la corrupción y el saqueo con verdaderos depredadores al frente del organismo. Fue tal el atraco que, como él mismo lo dijo, “ya no hay playas públicas, la gente no puede asistir a ellas, porque todo lo privatizaron” y a precio de ganga.
López Obrador lo planteó así: “vendieron como mil hectáreas cerca del aeropuerto de Cancún, de manglares, que eran de Fonatur, creo que a siete pesos el metro cuadrado. Por eso vamos a llevar a cabo una decisión profunda en el caso de Fonatur, porque todavía hay terrenos, pero debe de haber como unas 10 mil hectáreas en Baja California Sur, en las Bahías de Huatulco, en Quintana Roo, Playa Espíritu. Entonces, si las dejamos así y se regresan los de antes –toco madera– se las pueden robar… Si fue un milagro que no acabaran con todo. Es que era bastante lo que tenía la nación, lo que recuperó la nación con el proceso revolucionario. Habían entregado las tierras, las aguas, las minas, el petróleo, la industria eléctrica, los ferrocarriles, empresas, muchísimo, bueno, los bancos. Y todo eso que era de la nación. Lo empezaron a vender, pero como era tanto no alcanzaron a rematarlo todo, afortunadamente”.
Fonatur fue uno de los privatizadores de la riqueza nacional. Por la dirección general de esa entidad pública (utilizada para fines particulares) pasaron personajes como Jacques Rogozinski (el “desincorporador” oficial de Salinas de Gortari), el inefable Emilio Gamboa, Miguel Gómez-Mont (hermano del secretario calderonista de Gobernación), Alfredo del Mazo González (papá del actual gobernador del estado de México), Miguel Alonso Reyes (ex gobernador zacatecano) y John McCarthy (con Fox brincó de la dirección general de la división de turismo del Grupo Financiero Bancomer al gobierno), entre otros.
En este último recae el comentario presidencial (“vendieron como mil hectáreas cerca del aeropuerto de Cancún, de manglares, que eran de Fonatur, creo que a 7 pesos el metro cuadrado…”), pues como director de Fonatur prácticamente regaló millones de metros cuadrados (en ese puerto quintanarroense, Los Cabos, Ixtapa, Loreto, Huatulco y más), propiedad de la nación, a selectas familias de la oligarquía mexicana y foránea, siempre bajo su lema: “no importa de dónde venga el dinero, sea de John Smith o de Juan Pérez; el enfoque es netamente empresarial, sin ponerle nacionalidad a los capitales”.
En el citado caso de Cancún, Fonatur (con la bendición de Fox y John McCarthy a la cabeza del organismo) “vendió en 71 pesos el metro cuadrado un terreno de 378 hectáreas, propiedad de la nación de forma rectangular con frente de playa y sobre el bulevar Kukulkán, ubicado en la tercera etapa de la zona hotelera de este centro turístico, cuando su valor catastral es de mil 750 pesos el metro cuadrado y el precio comercial está por arriba de 8 mil... El terreno enajenado por Fonatur, que tiene valor catastral de 6 mil 612 millones de pesos, fue vendido en 268 millones” ( La Jornada, Mireya Cuellar, diciembre de 2004).
En castellano simple, la dupla Fox-McCarthy autorizó un módico descuento de 96 por ciento sobre el valor catastral de los terrenos propiedad de la nación, y entre los beneficiarios no aparece ningún John Smith o Juan Pérez, pero sí familias oligarcas como la de Marcos Fastlicht (suegro de Emilio Azcárraga Jean) y la de Isaac Saba. Y Cancún apenas es un ejemplo de lo que harían si llegan a regresar.
Las rebanadas del pastel
El porfiriano y siempre gorrino Santiago Creel se aferra al hueso, pero, como lo dijo, exacto y contundente, el diputado Carlos Ortiz Tejeda, “que se quede ahí, a ver qué hace, cómo se va destruyendo, con su pedantería, con esta vocación fifí. Insiste en quedarse, porque no hay dignidad personal. Si no puede con la presidencia de la Cámara, ¿cómo va a poder con la Presidencia de la República?” ¡Ni con permisos para casinos!
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