Según la licenciada en Ciencias Informáticas del Instituto Politécnico Nacional (IPN), o Poli (como le dicen los jóvenes), María de Lourdes Zea Rosales, la vaquita marina es un cetáceo endémico de aguas mexicanas que habita en la reserva del alto golfo de California.
Muchos vacacionistas presumen haberla visto desde las playas de Baja California Sur. Hace años, recuerdo que Guillermo Haro la vio en los Cabos. Solía ir al Observatorio de San Pedro Mártir en Baja California y desde el más alto pico, llamado de El Diablo, veía el mar de Cortés, que nos pertenece, y el océano Pacífico.
La vaquita marina es uno de los cetáceos más pequeños del mundo. En ningún otro sitio del mundo existe un animal que nos sorprenda a ese grado. Apenas si alcanza los 150 centímetros, y para mi asombro pesa hasta 50 kilos.
Una de sus características es su cabeza redonda. También deben tomarse en cuenta las manchas negras que rodean sus labios y sus ojos. Estas mismas manchas parten de su boca y llegan hasta sus aletas.
La de la vaquita marina es una especie totalmente carnívora, como la del tiburón. Con sus labios sorbe camarones, calamares y peces, entre otras truchas y corvinas. Sus labios golosos son los de Marilyn Monroe en las costas de Estados Unidos y como los de Irma Serrano en las de México. En vez de pechos y pezones rosados como describían los marineros a los de las sirenas, la parte superior de su cuerpo es gris oscura y la inferior es casi blanca o gris claro.
A diferencia de otras marsopas, sus aletas son grandes y la vaquita, a diferencia de las vacas lecheras, hiende el agua a gran velocidad. Su precipitación es una de las razones que la hacen más sexy que las tortugas marinas y que las ballenas.
Las vaquitas marinas son hembras y machos, y una hembra puede engendrar entre cinco y siete crías. Al igual que las vacas lecheras que mugen pidiendo auxilio a la hora de dar a luz en su establo, la vaquita marina es buena paridora. Púdica y reservada, se aparta de todos para dar a luz en soledad, a diferencia de la vaca terrestre, que no puede ni moverse. La lactancia de la vaquita marina dura de ocho a 10 meses y eso la hermana con la vaca terrestre, que alimenta a su becerro en el mismo tiempo.
Esta misteriosa especie acuática es muy tímida y no salta en la superficie del mar como los delfines, sino que sólo emerge algunos segundos para tomar aire y vuelve a sumergirse de inmediato. Pocos pescadores tienen la suerte de haberla visto. En cambio, las ballenas son muy exhibicionistas y esperan a que los turistas se extasíen ante su enorme belleza.
La captura de la vaquita marina es la peor de las tragedias como suele ser la de cualquier persona que amamos. Todos sentimos el impulso de salvarla de sus captores. Además, la pesca con redes de “enmalle” es una tortura, porque la vaquita marina intenta escapar y da vueltas sobre sí misma como si hubiera enloquecido, y no hay peor espectáculo que ver a un animal mutilarse y sufrir sin poder intervenir.
La vaquita marina está a punto de extinguirse por lo que verla viva es hoy casi imposible.
Las vaquitas son “depredadores no selectivos” de peces y calamares.
Las vaquitas marinas viven en lagos poco profundos a lo largo de la costa, tanto que su espalda llega a sobresalir de la superficie del agua. La mayoría de las veces, la vaquita ha sido vista entre los 11-50 metros de profundidad a unos 11 a 25 kilómetros desde la costa, sobre fondos de limo y arcilla.
Las vaquitas suelen escoger aguas turbias para mantenerse vivas, porque poseen un alto contenido de nutrientes. Éstos ayudan a atraer pequeños peces, calamares y crustáceos que comen de un sólo bocado con gran placer.
¿Se tapan en la noche? Ellas son capaces de resistir las altas temperaturas del golfo de California, uno de los mares más calientes.
Como consecuencia del calentamiento global, las temperaturas óptimas para la supervivencia de la vaquita marina se verán afectadas. La variación regional de las temperaturas máximas en un futuro cercano hasta 2030, evidenciando la amenaza para la supervivencia de vaquita marina.
La principal amenaza es la pesca del pez totoaba, que hace años comimos en un restaurante de Mexicali antes de subir al observatorio de San Pedro Mártir y ahora ya no se encuentra en ninguna parte. Antes se vendía en el mercado asiático por sus supuestas propiedades medicinales.
Durante la pesca del totoaba, la vaquita queda aprisionada en las redes, lo cual casi siempre la mata como a nosotros nos estrangula la cuerda del ahorcado. ¿De dónde viene ese nombre de “vaquita marina”? Según la bautizó algún pescador, la vio parecida a una vaca de granja, robusta, blanca y negra, su vientre hinchado y sus ojos de apacible vaca lechera. Pero, ¡cuidado!, no es nada apacible, a pesar de que algunos pescadores en Baja California la encuentran tímida y recatada. Si la vaquita descubre algún barco pesquero o turístico, se aleja y resulta muy difícil volver a encontrarla. Cuando se enoja se embravece y opta por esconderse.
Los californianos la conocen como marsopa vaquita o cochito. Así como Claude Debussy compuso La catedral engloutie, Rubén Darío bautizó la iglesia sumergida en el agua siguiendo los acordes de la maravillosa sinfonía, Jacques Cousteau la vio y llamó al mar de Cortés “el acuario del mundo”.
Al terminar de leer este artículo sobre la vaquita marina es aconsejable oír a Franz Schubert o La mer, de Debussy. También conviene oír a Händel, creador de la música acuática que el rey de Inglaterra Jorge I quiso escuchar en 1717 mientras bogaba sobre el río Támesis.
Los primeros en aprender a bogar fueron dos trompetas, dos oboes, un fagot, dos flautas dulces, una flauta traversa y violines y guitarras cuyas cuerdas imitan el sonido del agua. Un arpa hubiera sido un buen acierto, pero desde entonces perder un arpa es una tragedia. Hoy por hoy, un arpa viaja en un asiento de avión con su estuche negro en primera clase. Su precio oscila entre 3 mil pesos y 90 mil pesos. Alguna vez Octavio Paz me contó que viajó con un arpa que le resultó mejor compañía de viaje que la “arpía de Elena Garro”.
Sólo quedan 10 vaquitas marinas en el área del golfo de California. Es una especie en peligro inminente de extinción. Salvarla no ha resultado una emergencia como debió ser.
Así como esta especie se descubrió tardíamente (1950), así también se diluye la urgencia de salvarla. Ya en 1950 estaba en peligro y la Secretaría del Medio Ambiente no tomó las medidas necesarias.