En 1895, mientras los hermanos Lumière daban la primera exhibición cinematográfica y José Martí moría en Cuba, de la pluma del guionista, historietista y pintor estadunidense Richard Felton Outcault, en Nueva York nace un niño pobretón, de orejas grandes, con la cabeza rapada para evitar las liendres y vestido con una larga túnica amarilla que parece un camisón raído; vive pequeñas aventuras en los arrabales neoyorquinos de finales del siglo XIX, se llama Mickey Dugan y es mejor conocido como ‘The Yellow Kid’ (‘El niño amarillo’).
El niño amarillo Mickey Dugan y su aparición en los diarios neoyorquinos pertenece a un mundo de industrialización y de consumo pujantes, a un ambiente racialmente diverso pero conflictivo; vive en los barrios bajos de una ciudad naciente, levantada con las manos de una multitud fuereña y caótica, para la que el “sueño americano” se erguía como una promesa.
Otras tiras que revelan la esencia migrante de la sociedad estadunidense y la decisión de los periódicos de adoptar la historieta como estrategia comunicativa frente a un público muchas veces iletrado, son obras como The Katzenjammer Kids (1897, Rudolph Dirks), conocida en México como Maldades de dos pilluelos, donde se narran las peripecias de Hans y Fritz, dos gemelos con fuerte acento alemán, y Bringing Up Father (George McManus 1913) –en México, Educando a papá–, que retrataba a una familia de nuevos ricos ganadores de la lotería, también irlandeses, como era The Yellow Kid, nacido menos de una década antes.
Richard Felton: padre de El niño amarillo… y del cómic contemporáneo
La carrera como dibujante humorístico del papá de El niño amarillo, Richard Felton Outcault, puede rastrearse a través de sus colaboraciones en revistas ya míticas como Puck y Judge. Vale afirmar que la evolución de Felton como dibujante es totalmente revolucionaria, tanto a nivel personal como por lo que significó culturalmente, pues pasó de hacer dibujos técnicos y publicitarios para Thomas Alva Edison, a ser considerado más tarde el padre del cómic contemporáneo.
Lo que Richard Felton hacía en revistas como Puck eran cartones humorísticos, escenas costumbristas con las que los lectores se identificaban. Fue precisamente a finales del siglo XIX que, empujados por el vigor industrial del periodismo, los géneros del cartón político y el cómic empiezan a definir formalmente sus vocaciones. En uno de estos cartones, Richard Felton hizo aparecer a un chico pelón, orejón, de grandes dientes y vestido con un camisón; en un principio era un personaje perdido en el escenario neoyorquino, pero fue ganando protagonismo hasta convertirse en The Yellow Kid, un chico que vivía aventuras en Hogan’s Alley, en Nueva York.
Puede decirse que “el chico amarillo” era bastante gris, gráfica y metafóricamente hablando; sin embargo, su evolución y éxito se debe a una conjunción de particularidades históricas que le vinieron muy bien.
A finales del siglo XIX dos periódicos dominaban la escena neoyorquina: el New York World, de Joseph Pulitzer, y The New York Journal, dirigido por William Randolph Hearst. El célebre Yellow Kid, que entonces aparecía en episodios titulados Down in Hogan’s Alley en el New York World, se hacía cada vez más famoso. Fue en ese período, gracias a la idea de otro dibujante, llamado Charles Saalburg, cuando abandonó los colores grises o azulados para vestir a su personaje de un amarillo brillante, color que era difícilmente obtenido con la tecnología de ese tiempo, cosa que resultó bastante atractiva para los lectores.
En 1893, siguiendo los pasos de otros editores, Pulitzer había publicado su suplemento dominical de cartones a todo color, lo que significó un hitazo entre los lectores. Aquellos cartones donde The Yellow Kid era un personaje perdido en el caos de una escena neoyorquina de arrabal, se transformaron en espectaculares láminas multicolores donde se capturaba el espíritu barrial de principios del siglo XX.
El leitmotiv de The Yellow Kid era hacer comentarios ingeniosos sobre el caos a sus espaldas y se aventuraba incluso a hacer algunos comentarios políticos. El niño amarillo se hizo tan famoso que William Hearst, el dueño de The New York Journal, se lo llevó del New York World para inaugurar su propio suplemento dominical a color, el American Humorist, en 1896. Sin embargo, Hearst no podía usar el nombre de Hogan’s Alley por cuestiones de derechos de autor y la colaboración fue rebautizada como McFadden’s Row of Flats, New Episodies of Hogan’s Alley. En el New York World, el viejo Yellow Kid fue retomado por un pintor también acostumbrado a retratar escenas de Nueva York: George Luks.
Rivalidades editoriales: hoy como ayer
El Yellow Kid de Felton no sólo es considerado por muchos el primer cómic de la historia, sino también la primera muestra de que los personajes sobreviven a sus propios padres y pueden ser dibujados por otros, como lo hacen ahora las franquicias de Marvel.
Una anécdota puede contarse a propósito de la rivalidad de estos dos gigantes periodísticos de la época: debido a las agresivas estrategias comerciales y a la estridencia con que se disputaban la preferencia de los lectores hacia The Yellow Kid, el público comenzó a llamarlos “prensa amarilla”; como es bien sabido, hasta hoy el término es sinónimo de prensa sensacionalista.
No obstante que The Yellow Kid suele recibir el honor de ser considerado el primer cómic de la historia, dicho carácter depende del cristal con que se mire. Los elementos del cómic moderno fueron desarrollándose paulatinamente y no todos salieron de la mano de un solo autor. Por ejemplo, antes de que los globos con textos aparecieran en The Yellow Kid, en 1896, artistas como el inglés Francis Barlow, William Hogarth o Charles Keene hacían, ya en el siglo XVII un prototipo de cómic que incluía globos y eventualmente una secuencia narrativa. Otros, como el famosísimo francés Gustave Doré o Georges Colomb, usaban en el siglo XIX protagonistas recurrentes en sus historias, aunque en un solo cartón; yendo más atrás, algunos ven el espíritu de las historietas o algunos de sus rasgos en obras como el medieval Zorro Renard.
The Yellow Kid es considerada la obra inaugural del cómic moderno porque reúne códigos antes diseminados en el tiempo y en los autores. Se trata de una secuencia narrativa con códigos ya bien identificados: el globo, un protagonista inamovible y la periodicidad, pero, sobre todo, destaca el hecho de haber aparecido en el momento justo para propiciar el nacimiento de una industria. Una secuencia clásica que oficialmente inaugura la paternidad de Felton del cómic es The Yellow Kid and his New Phonograph.
Muerte temporal y ascenso a mito
Empero, ambos Yellow Kid, tanto el de Felton como el de Luks, tuvieron na vida efímera, quizá por el agotamiento de la audiencia ante una máxima comercialización del personaje reproducido en llaves, gomas de mascar, botones, etcétera. Debe decirse también que, en un cierto momento, la apariencia típica del niño marginal urbano puso incómodo al establishment local; eso, sumado a su asociación a un periodismo considerado algunas veces poco ético, e incluso su nombre adoptado como apodo para el famoso estafador de la época, Joseph Weil, fueron eventos relacionados con el declive de The Yellow Kid. Los Yellow Kid de Felton y de Luks desaparecieron súbitamente en 1897 y regresaron meses después, para irse definitivamente en enero de 1898 y en diciembre de 1897, respectivamente.
Después de The Yellow Kid, Richard Felton hizo otras tiras cómicas y cartones para Pulitzer y otros diarios; ninguno alcanzó la fama del Niño Amarillo sino hasta que, en 1902, apareció un personaje notablemente antitético al chico pobretón de los suburbios: se trataba de un chico rubio, burgués, de padres ricos y habitante de una mansión: había nacido Buster Brown.
Este personaje, que nada tenía que ver con The Yellow Kid, fue un éxito editorial, pero sobre todo comercial. El estilo de su ropa, por ejemplo, fue imitado y comercializado en el ambiente consumista del incipiente siglo XX.
A pesar de que la celebridad de Buster Brown rebasó la de The Yellow Kid en su tiempo, este último es quien ocupa un lugar preponderante en la historia universal del cómic y es el punto de partida para estudiar las historietas revaloradas a partir de los años sesenta. A partir de The Yellow Kid empiezan a configurarse y a sofisticarse las características del cómic moderno: su contenido predominantemente narrativo, la integración de elementos verbales e icónicos, el uso de códigos definidos, su orientación masiva y su finalidad predominantemente distractiva.
Richard Felton Outcault nunca poseyó los derechos autorales de sus creaciones. Dos años después de que Buster Brown dejara de publicarse, ese maravilloso artista que fue su autor murió en Queens, nueva York, a la edad de sesenta y cinco años.
Hoy es prácticamente imposible imaginar la industria de los cómics estadunidenses sin The Yellow Kid. Como se ha explicado, si fue el primero es un asunto debatible; lo cierto es que su influencia va mucho más allá de las muchas Kid Strips que se hicieron después. Como ningún otro, fue precursor de la industria y para muchos ha sido inspiración para creaciones nuevas. Los homenajes al chico pelón, de orejas y dientes grandes se han multiplicado durante el siglo XX y el XXI a partir de su reconocimiento como el personaje que propició todo el lenguaje que vendría después y que conocería su época de oro a mediados del siglo XX.
The Yellow Kid fue y sigue siendo un personaje entrañable y dulce que, no obstante sus más de ciento diez años de edad, ha envejecido bien.
Para saber más: https://www.youtube.com/channel/UCPwoxS_sBqtJdK8zdkHZ9fw.