Tengo el privilegio de haberme subido en dos de los coches más importantes de la historia de nuestro país. Lamentablemente, aunque ese hubiera sido mi deseo, no estaban en movimiento. Pero sí tuve la posibilidad de reflexionar sobre lo que hubiera podido decir el vehículo si hablara.
Son de edades diferentes, pero no tanto. No más de tres lustros, sin embargo la diferencia de su significado difícilmente podría ser mayor.
El menos joven es un Dodge 1921, que se encuentra en una finca llamada Quinta Luz, en Chihuahua. La casa fue de la señora Corral, quien se ostentaba como la legítima esposa del señor Doroteo Arango, mejor conocido como Pancho Villa. En él lo acribillaron el 20 de julio de 1923, en la población de Parral.
En ella se escenifica cada año el acontecimiento, pero se utiliza otro vehículo contemporáneo de marca diferente. Es un espectáculo que merece visitarse.
El coche se halla en el Museo que se hizo por cuenta del Ejército Mexicano en la referida finca, mismo que fue inaugurado 1982 por el presidente José López Portillo, a pocas horas de terminar su mandato.
El suscrito participó en tales trabajos asesorando al general Guillermo Galván, a la sazón secretario de la Defensa Nacional. Por cierto que insistió en que el coche se reparara para que hiciera una gira por todo el país, pero el costo era muy alto y el propio presidente declaró que “no era prudente”…
Lo que sí se hizo, contra mi opinión, fue “laminar” el vehículo y dejarlo “como nuevo”, lo cual indignó a Galván y ordenó perentoriamente al capitán que lo dejara como estaba. Éste balaceó el coche sin pensar que había sido fotografiado cientos de veces y resultaría fácil caer en la cuenta de la adulteración. Hubo por ello un cierto revuelo y hasta hubo quien aseguró que se había vendido el original…
El otro coche abordado fue utilizado en su tiempo por tres grandes presidentes de la República: Lázaro Cárdenas, Manuel Ávila y Miguel Alemán, hasta que a éste le regalaron un Packard cuando la empresa empezaba a introducirse en México. También éste lo abordé, pero la emoción fue menor que cuando estuve sentado un buen rato en el Buick Century 1939.
Ambos se encuentran en lo que fue la residencia de Miguel Alemán Valdés, muy cerca del Bosque de Chapultepec, en la CDMX, convertida ahora en un espléndido centro cultural.
La presencia ahí del segundo coche que usó el presidente Alemán no sorprende, pues no deja de tener también un aguzado encanto, pero sí cabe remarcar que el primero fue recuperado por Alemán Velasco mediante un pago sustantivo que, no cabe duda, valió del todo la pena. Se hallaba en muy mal estado en la ciudad de Los Ángeles y hubo que invertir, también, en su espléndida restauración.
Ahí están, en todo su esplendor, contando con el mantenimiento adecuado, listos para echarse a andar cuando la patria lo requiera.
El suscrito, por su parte, no deja de regodearse con el recuerdo de haber tenido la oportunidad de estar montado en ellos, pero no puede dejar de pensar en que sería muy hermoso poderlos acompañar, por ejemplo, con el Mercedes Benz de Adolfo López Mateos y demás vehículos que, en su respectivo tiempo, fueron parte del centro de atención de los presidentes mexicanos antes de que éstos anduviesen camuflados por “razones de seguridad”.