Es el cuento de nunca acabar. Riqueza e ingreso super concentrados en el país: bancos con utilidades netas de ensueño (212 mil millones en 11 meses), comercializadoras de alimentos con ganancias estratosféricas, 15 multimillonarios con 12-14 por ciento del producto interno bruto en su bolsillo y así por el estilo, y ello se da en medio de una terrible pandemia que no termina de irse y una guerra que altera todos los indicadores socioeconómicos.
De lo anterior da cuenta la organización Oxfam, la cual ha divulgado un nuevo estudio ( Economía y desigualdad en México) que se suma al publicado la semana anterior en el marco del orgullosamente neoliberal Foro Económico Mundial de Davos ( La ley del más rico), que México SA comentó en días pasados. Así, de la nueva entrega se toman los siguientes pasajes. Va, pues.
Los súper ricos mexicanos han visto crecer sus fortunas 33 por ciento (desde el inicio de la pandemia hasta noviembre de 2022, cuando la economía nacional apenas creció 0.28 por ciento en el mismo periodo). De cada 100 pesos de riqueza creados entre 2019 y 2021, veintiuno fueron a parar a los bolsillos del uno por ciento más rico del país y apenas 40 centavos al 50 por ciento más pobre. Sólo Carlos Slim concentra más riqueza que la mitad de la población mexicana y ha visto crecer su fortuna en 42 por ciento desde el principio de la emergencia sanitaria.
Las fortunas de los superricos crecieron 117 veces más rápido que el resto de la economía y sin pagar ni un peso más por estas ganancias extraordinarias. Es especialmente relevante en una sociedad históricamente cruzada por extremas desigualdades económicas y sociales, donde el uno por ciento más rico de la población –apenas 1.2 millones de personas– concentra casi 47 de cada 100 pesos de riqueza en el país.
Pero estos números no se reflejan en la parte de la cuenta que los superricos pagan. Los contribuyentes con ingresos arriba de 500 millones de pesos anuales apenas representaron 0.03 por ciento de la recaudación total de impuestos. Además, las grandes empresas pagaban hasta 2021 unas tasas efectivas de ISR de entre uno y 8 por ciento del total de sus ingresos, muy por debajo del 30 por ciento que establece la ley. Cuando los súper ricos no pagan, pagamos nosotros.
Por ejemplo, la fortuna de Carlos Slim se ha multiplicado por cinco en los últimos 22 años, lo que equivale a 71 mil 900 millones de dólares más desde el año 2000, o 3 mil 200 millones adicionales por año; en contraparte, la gran perdedora fue la enorme mayoría en México. Tras casi tres años de pandemia, los niveles de pobreza en el país alcanzaron a 44 de cada 100 personas, mientras casi 9 de cada 100 se encontraban en situación de pobreza extrema hasta 2022.
A pesar de los incrementos que han permitido la recuperación del salario mínimo tras décadas de rezago, la pobreza laboral –la situación en que las familias tienen ingresos laborales inferiores a una canasta básica, a pesar de trabajar a tiempo completo– alcanza a cuatro de cada 10 personas en México.
En cambio, las grandes fortunas no pagan impuestos en México. Por ello, un gravamen federal a la riqueza permitiría recaudar hasta 270 mil millones de pesos anuales (equivalente al presupuesto anual del Gobierno de la Ciudad de México), con una tasa de 2 por ciento para quienes posean más de 20 millones de pesos, de 3 por ciento para quienes se encuentren arriba de 100 millones y de 5 por ciento para los milmillonarios, es decir, quienes tienen fortunas de más de 20 mil millones de pesos (mil millones de dólares). Esto sería suficiente, por ejemplo, para incrementar el gasto en salud pública federal en casi 40 por ciento.
Por la pandemia, distintos países –desde España y Bélgica, hasta Argentina, Colombia y Bolivia– promueven modificaciones tributarias para incrementar lo que aportan las grandes fortunas a las cuentas de sus países. México debe hacer lo propio.
Las rebanadas del pastel
Denuncia el presidente López Obrador que el envío de tanques alemanes a Zelensky “es una de las consecuencias de la presión de medios de información en ese país, una muestra del poder mediático usado por las oligarquías en el mundo para someter gobiernos”. Bien (sin olvidar el pingüe negocio que ello representa), pero no sólo los germanos: Estados Unidos, Reino Unido, España, Portugal, Finlandia, Países Bajos, Noruega y Polonia, cuando menos, ya se anotaron para hacer lo propio. Todo, desde luego, en nombre de la “pa$”.