Uno de los mayores riesgos existenciales en relación con la actual crisis bélica ruso-ucrania, en el fondo es una confrontación “ proxy”, es decir, de la OTAN contra Rusia, Ucrania como instrumento para provocar la confrontación, siendo la provocación el equivalente a una declaración de guerra en el siglo XXI, que por la intensificación del conflicto ha pasado de ser una guerra híbrida a una guerra tradicional, pero con enormes implicaciones recientemente advertidas por el ministro de Relaciones Exteriores de la Federación Rusa, Serguei Lavrov.
Hay un cambio de fondo sobre la naturaleza del armamento utilizado, con mayor capacidad destructiva como la que se pretende con el envío de los tanques alemanes y de Estados Unidos. Aún más, de nuevo se discute el asunto nuclear, dejando a un lado su impacto planetario, como si fuera parte de algo superficial, pero no lo es. El presidente de la Duma (cámara baja del parlamento ruso), Viacheslav Volodin, el pasado fin de semana habló tanto de guerra terrible, como de catástrofe global, poniendo de nuevo encima de la mesa el peligro de una escalada cada vez mayor si no se llega a concretar un acuerdo. (DW, 22/01/23)
Por su parte, el politólogo argentino Ezequiel Bistoletti en entrevista con Marta Esian (Rolling Stocks, 21/01/23) mantiene que las consecuencias de esta escalada resultarían en una conflagración nuclear en cuyo caso Europa aparecería como el primer objetivo. El Kremlin que ha sido tajante: el conflicto en Ucrania está en espiral creciente y si Occidente envía más armas, la escalada va a ser inminente. Florian Philippot, líder del partido francés Los Patriotas señaló que los países de la Unión Europea “están entrando en un delirio total sobre la entrega de armas cada vez más pesadas a Zelensky”, mientras Estados Unidos “quiere una guerra mundial en Europa”. (RT, 21/01/23)
Bistoletti expresó su desasosiego por “la liviandad con la cual muchos líderes europeos y occidentales presentan sus ideas y deliberan al respecto… entonces, ¿comenzamos una guerra nuclear entre Rusia y Estados Unidos?, es una locura, eso podría desencadenar el fin de la humanidad”.
Podría añadirse que esta liviandad responde también a la falta de perspectiva histórica. Al respecto, José Vizner (negociosTV, 21/01/23) se refirió a las dos alternativas que se plantearon en Davos respecto a la guerra de Ucrania: o la negociación de la paz o la victoria de Ucrania como único camino. Fue Sanna Marin, la guerrerista primera ministra más joven del mundo –la que está llevando a Finlandia, país fronterizo con Rusia, a quebrantar su tradicional neutralidad e integrarlo a la OTAN y al mundo a una guerra terminal–, quien, con absoluta falta de conciencia histórica, planteó esta última opción en los términos más agresivos “con lo que quiso devolvernos a la parte intermedia de las dos contiendas mundiales del siglo XX, con la apuesta de que la seguridad internacional sólo se defiende defendiendo ahora mismo a Ucrania, una posición muy parecida, prácticamente calcada, “a la de la Primera Guerra Mundial, que conllevó luego el resurgimiento interno en Alemania de que habían sido humillados” (para una vital reflexión sobre el tema consultar: Margaret MacMillan, The Road to 1914. The War that Ended Peace (2013).
Bistoletti acierta al decir que si en algún momento el Foro de Davos determinaba los lineamientos de la economía y política a escala global, en esta última cumbre apareció muy claramente la desorientación de los liderazgos en términos generales y económicos, pero también políticos: desorientación ante la guerra, desorientación en cuanto a la cuestión ambiental (restablecimiento del carbón como una energía “legítima” cuando es la energía fósil más contaminante de todas) y “un desconcierto total respecto a la evolución futura de nuestros capitalismos en crisis con el surgimiento de China con un capitalismo liderado por el Estado hasta el momento más exitoso que los capitalismos de la globalización neoliberal en crisis”.
En relación con la desorientación y cortoplacismo de las élites, preocupa la ausencia de voces racionales sobre este predicamento humano, por lo que es Henry Kissinger –a pesar de su contradictoria trayectoria con crímenes de guerra y múltiples golpes de Estado en la periferia capitalista–, quien acertó al señalar que “se equivocan sí piensan que el único camino para resolver el problema es ganar la guerra de Ucrania” y también al convocar de urgencia el diálogo entre las partes: sólo mediante la negociación y los puntos en común se puede generar un mundo mejor. A futuro podremos resolver una situación que ahora mismo es límite. También declaró que “Occidente necesita mantener un diálogo continuo con Rusia como uno de los actores de la actual crisis ucrania y al mismo tiempo se le debe brindar la oportunidad para poder reincorporarse al sistema internacional después que Kiev y Moscú lleguen a algún acuerdo de paz”.