Brasilia. Randall Felix trabaja con empeño la madera de una silla de inicios del siglo XIX cuyo apoyabrazos fue arrancado en medio de la invasión al Congreso brasileño el 8 de enero por bolsonaristas radicales, que destruyeron parte del patrimonio histórico del lugar.
“El shock es grande. Esto es parte de nuestra vida; entonces, cuando uno ve que una pieza fue tratada así, es muy difícil”, dice con voz entrecortada este maestro artesano del museo del Senado, de 63 años.
Su pesar es un sentimiento común entre quienes intentan dar nueva vida a los objetos destruidos.
La silla sobre la mesa de trabajo de Felix, que perteneció a la antigua sede del Senado en Río de Janeiro, es sólo una de las decenas de piezas dañadas en la invasión del Congreso en Brasilia por miles de seguidores del ex presidente ultraderechista Jair Bolsonaro.
Tras irrumpir en ese edificio, ingresaron y causaron destrozos en la sede presidencial y la Corte Suprema, también decorados con invaluables obras artísticas, buscando la caída del nuevo gobierno del izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva.
Desde aquel día, los empleados, normalmente ocupados en tareas de preservación, intentan rescatar las obras del acervo, algunas reducidas a partes que deberán unir como rompecabezas.
En el laboratorio del museo de la Cámara de Diputados hay varios contenedores con fragmentos de vasijas y otros objetos sólo identificables por viejas fotos.
La mayoría fueron hallados en el emblemático salón Verde, donde los legisladores suelen hablar con la prensa, y se exponían unos 46 presentes de distintos países. Algunos pedazos de éstos estaban desperdigados entre vidrios y bajo el agua que inundó la sala tras un principio de incendio.
“Sentimiento de pérdida”
“Agarramos linternas y fuimos a buscar fragmentos. Tuvimos que hacer un trabajo de arqueólogo en medio de los escombros (...) Probablemente, esos objetos fueron arrojados contra algo o alguien”, dice Gilcy Rodrigues, responsable de restauración del museo de la Cámara.
Luego de un trabajo arduo de inventario y diagnóstico comenzó la reparación de cuadros, mesas, alfombras, ornamentos y esculturas, entre otros.
Rodrigues, quien desde hace 30 de sus 58 años vela por el patrimonio de la Cámara, no puede contener las lágrimas.
“Este no es nuestro trabajo... es nuestra casa. Esto es lo que hacemos: cuidar el patrimonio de la institución, por eso tenemos un sentimiento de pérdida, de angustia”, deplora.
Marcelo Sa de Sousa, cabeza del museo de la Cámara de Diputados, también se lamenta: “Fue un trabajo extremadamente difícil, emocionalmente desgastante para todos y un gran trauma”.
El esfuerzo de este equipo ya es visible en la cámara baja, donde un 60 por ciento de los objetos dañados ya fueron restaurados.
“Es más que estética. De repente, en un acto insano, todo nuestro trabajo quedó literalmente bajo el agua. Es muy triste”, expresa en sintonía con sus colegas Ismail Carvalho, al frente del laboratorio de restauración del museo del Senado.
El Ministerio Público Federal estimó en unos 3.5 millones de dólares el monto de los daños en los ataques a los tres poderes.