Brasilia. El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, declaró ayer que el “nuevo monstruo de la extrema derecha fanática” debe ser enfrentado y derrotado no sólo en Brasil, sino en el mundo.
“Tenemos que enfrentar y derrotar el surgimiento de una extrema derecha fanática, rabiosa, que odia todo aquello que no combina con lo que piensan”, sostuvo Lula en una ceremonia con rectores de universidades en el palacio presidencial de Planalto.
“No es un problema sólo brasileño”, advirtió el líder izquierdista, quien en octubre derrotó en la segunda vuelta al ultraderechista Jair Bolsonaro, frustrando así su relección.
El mandatario, de 77 años, aseguró que nunca había visto un “Brasil tomado por tanto odio”, el cual opina deriva de la negación de la política.
Comparó el impacto de la gestión de Bolsonaro (2019-2022), cuyo nombre inicialmente evitó mencionar en su discurso, con el del ex presidente republicano Donald Trump (2017-2021) en Estados Unidos, además de países en los cuales avanzó la extrema derecha como Hungría e Italia.
“Aunque hayamos derrotado a Bolsonaro, tenemos que vencer al odio, la mentira, la desinformación, los fanáticos. Porque esta sociedad tiene que volver a ser civilizada”, subrayó.
El 8 de enero, una semana después del regreso de Lula al poder, miles de simpatizantes de Bolsonaro intentaron un golpe de Estado e invadieron y vandalizaron las sedes del Congreso, el Ejecutivo y el Tribunal Supremo.
Más de 2 mil personas han sido detenidas desde entonces, de las cuales mil 382 continúan en manos de las autoridades.
Antenoche, el mandatario aunció que recibirá al canciller alemán, Olaf Scholz, el 30 de enero para hablar sobre cómo lidiar con la extrema derecha, tema que también abordará con su par estadunidense, Joe Biden, con quien se reunirá el 11 de febrero en Estados Unidos.
El ministro de Justicia, Flavio Dino, hizo oficial el relevo de 26 de las 27 cúpulas regionales de la Policía de Carreteras Federal (PRF) y el cese de 18 jefes de la Policía Federal (PF), una decisión que no vendría motivada por los ataques del 8 de enero, sino acordada en la etapa de transición del gobierno de Lula.