En el asunto de la ministra Yasmín Esquivel Mossa se empieza a disipar la niebla, y algunas verdades dolorosas –para quienes trataron de destruir su carrera– cambian el rostro de esta historia.
Hace un par de entregas explicamos que la Fiscalía General de Justicia tenía en su poder una declaración de la maestra Martha Rodríguez en la que ponía en conocimiento de los juzgadores universitarios y la fiscalía capitalina que el licenciado Édgar Ulises Báez había copiado –parcial o totalmente– la tesis de Esquivel.
Lo dicho por Báez, que también está en poder de la fiscal, y que consiguió la maestra Rodríguez, es un manuscrito en el que confiesa que tomó el trabajo de la ministra para elaborar el suyo.
No obstante, la cargada contra Esquivel no se detiene. A la maestra Rodríguez la despiden después de muchas décadas en la UNAM, a pesar de que hace una semana presentó un amplio escrito al director de la Facultad de Estudios Superiores Aragón de la UNAM, donde da cuenta cómo se suscitó el problema que ha tomado días y ríos de tinta en los periódicos y una desmedida furia en contra de la magistrada.
Si nos dejamos llevar por aquello de que el hilo se rompe por lo más delgado, diremos que el asunto de la académica no tiene remedio, pero si por el contrario se quiere llegar al fondo, habría que empezar por juzgar a la UNAM.
¿Cómo que una anomalía como la que se registró no fue detectada por ninguna autoridad? ¿Cómo es que un grupo de sinodales no cayó en la cuenta de que la alumna usaba de algo que no había escrito? ¿Cómo es que se otorga un título a ciegas?
La solución fácil es: “retírale el título a Esquivel y corre a la maestra”, pero el problema va a seguir ahí y no sabemos, porque las autoridades generalmente se la pasan en la grilla; cuantas anomalías como la de este escándalo se han hecho, porque si suponemos que este es el único fenómeno nos vamos a equivocar.
Entonces, el asunto es político y muy peligroso. Las autoridades universitarias han dejado que el juicio quede en manos de un grupo claramente opuesto a cualquier movimiento del gobierno federal, y eso significa perder la autonomía. No sabemos desde cuándo la UNAM está en manos ajenas a la casa de estudios, pero no cabe duda, todos lo saben, que la universidad ha cambiado para mal, aseguran muchos.
Entonces, tras el escándalo. deberíamos empezar a preguntarnos: ¿quién gobierna en la UNAM?, o peor: ¿se gobierna desde fuera? Lo decimos porque ni las declaraciones de la maestra fueron tomadas en cuenta ni la ministra Esquivel pudo presentar los alegatos que a su favor correspondían, en un acto de justicia necesario para la vida de la UNAM.
no se admitieron pruebas a favor. Los funcionarios universitarios decidieron que las dos mujeres, Yasmín y su asesora de tesis, eran culpables, aunque sabían con certeza que, por ejemplo, hay una carta, como ya decíamos, en la que el ahora licenciado Édgar Ulises Báez, que por cierto no da la cara, admite haber copiado los escritos de Esquivel.
Lo malo, o más malo, es que a final de cuentas lo que sale más raspado es el prestigio de la Universidad, que por un lado tiene un problema ético entre sus docentes y por el otro que por su espíritu, hoy, sólo habla el odio.
De pasadita
Al contrario de lo que sucede en casi todo el país, aquí en la Ciudad de México la derecha ya empezó su campaña hacia el 2024, sólo hay que ver cómo se empiezan a llenar los espacios públicos de propaganda, principalmente panista. ¿Será que no se han dado cuenta en los organismos electorales, ni en Morena ni en el gobierno? Aguas.