Uno. El 24 de agosto de 1954, en el Palacio de Catete (sede del Poder Ejecutivo cuando Río de Janeiro era capital federal), el presidente Getulio Vargas se suicidó con un tiro al corazón. Sobre su escritorio, el líder de millones de trabajadores dejó una vibrante carta testamento que descolocó a todos sus enemigos, postergando en 10 años la dictadura militar (1964-85).
Dos. La carta termina así: “Luché contra las privaciones en Brasil. Luché con el pecho abierto. El odio, las infamias, las calumnias no abatirán mi ánimo. Les di mi vida. Ahora les ofrezco mi muerte. Nada de temor. Serenamente doy el primer paso al camino de la eternidad y salgo de la vida para entrar en la historia”.
Tres. Poco antes, en julio de 1954, en un expediente secreto enviado a Buenos Aires desde la embajada argentina en Río, el presidente Juan D. Perón leyó: “Vargas [Getulio] no tiene retaguardia para cumplir lo que le había prometido a Perón”.
Cuatro. En efecto. En el libro Sobre los orígenes del peronismo (Siglo XXI, México, 1971), los sociólogos Juan Carlos Portantiero y Miguel Murmis, explican: “En el varguismo, la clase obrera fue integrada al gobierno directamente, a través de las organizaciones estatales”. Añaden: “No eran los sindicatos, sino las oficinas del Ministerio de Trabajo el canal directo para las relaciones entre trabajadores y Estado”.
Cinco. Portantiero y Murmis resaltan que tal situación no era equivalente en el peronismo, ya que los sindicatos eran prexistentes en su gobierno y cumplían “una función de mediación entre trabajadores y poder político, que le es abiertamente reconocida”.
Seis. Adenda: Portantiero y Murmis eran marxistas filoperonistas. Si acaso, simpatizaban con la socialdemocracia, ajena al peronismo. Pero sus análisis eran objetivos y sin premisas geopolíticas monitoreadas a control remoto.
Siete. En 2005, el periodista brasileño Hamilton Almeida publicó Sobre los ojos de Perón, el Brasil de Vargas y sus relaciones con Argentina (Ed. Record, Río de Janeiro), con base en documentos secretos sobre Brasil, elaborados por el primer gobierno peronista. Nueve grandes cajas que habían permanecido ocultas durante más de medio siglo en un barrio de Buenos Aires.
Ocho. Con ayuda de un equipo de historiadores argentinos, Almeida cuenta que a finales del decenio de 1940, Perón buscó el apoyo de Brasil (el “socio más importante de Argentina), para impulsar la llamada “tercera posición”. Vargas se perfilaba como el candidato a la presidencia con las ideas más próximas al peronismo y ambos contaban con enemigos comunes: grandes partidos de oposición, el poder económico nacional y extranjero, y medios de comunicación.
Nueve. Vargas no poseía dinero y tenía que recorrer en campaña un país con la extensión de un territorio similar al de Estados Unidos, para hablar en manifestaciones. Pero con un aliado importante, las masas y Perón, no previsto inicialmente.
Diez. La ayuda empezó en 1948, cuando por orden expresa de Perón fue articulada una operación secreta entre las ciudades de Paso de los Libres (Argentina) y Uruguaiana (Brasil). Y el encargado de manejar la iniciativa era un amigo de confianza del presidente argentino, el geólogo Carlos García Marín, de la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales, y secretario del Sindicato de Petroleros.
Once. Además de dinero y material impreso, una gigantesca “operación hormiga” compuesta por 3 mil personas, cruzó el punto fronterizo tres a cinco veces al día transportando toneladas de alimentos, harina, yerba mate, pan, pastas y conservas que se destinaban a Río de Janeiro, Sao Paulo y Porto Alegre. Con este apoyo, Vargas ganó la elección.
Doce. Ahora bien. Como en política nada es gratis, Perón envió un emisario especial a Río, el coronel del ejército Roberto T. Dalton, para indagar en la parte del compromiso que le tocaba a Vargas. O sea: el apoyo al pacto Brasil-Argentina, frente al creciente poder de Estados Unidos en la región.
Trece. Cordial, la respuesta del líder brasileño a Dalton fue decepcionante: “Estoy profundamente agradecido por la ayuda que él me prestó para ganar las elecciones. Pero ahora es absolutamente imposible cumplir con mi parte. Gobierno un país con un Congreso fuertemente opositor, que no es como el argentino… Espero que Perón haga lo que yo voy a hacer: sacar de Estados Unidos todas las ventajas económicas posibles. Y más adelante vemos el tema del eje Buenos Aires-Río de Janeiro”.
Catorce. El propio canciller de Vargas, Joao Neves de Fontoura, hizo duras declaraciones sobre el pacto. Dijo que Brasil estaba contra los pactos regionales y que esto significaba “la destrucción del panamericanismo” (sic).
Quince. En noviembre de 1953, Perón amplió el concepto de su estrategia en la Escuela Nacional de Guerra. “América del Sur –manifestó– cuenta con las mayores reservas de dos recursos fundamentales de la vida humana: alimentos y materias primas. No obstante, la historia de la humanidad muestra que las grandes potencias, cuando necesitan bienes que no poseen o que se les agotaron, van en busca y los consiguen, ‘por las buenas o por las malas’”.