El maoísmo arraigó en el magisterio mexicano, como corriente de pensamiento y acción política, desde el momento de la pugna chino-soviética en 1963. Desde entonces, con más o menos incidencia, ha mantenido hasta hoy su influencia entre los profesores democráticos.
No es inusual. Como señala Tanalís Padilla, en la misma China, los docentes rurales llevaron el pensamiento Mao Tse-Tung a muchas partes del campo. En países como Perú, la relación entre ambos ha sido muy estrecha. Según Alan Ángel (1982), “los maestros peruanos como todo, votan por y siguen al liderazgo maoísta porque su frustración social, política y ocupacional está mejor expresada por éste que por cualquier otro grupo; porque la oposición a la reforma educativa del gobierno fue encabezada por maoístas; y porque los dirigentes maoístas parecen estar en mejor posición para alcanzar las demandas salariales y de trabajo de los maestros” (https://urlis.net/ff7782o).
La difusión original del pensamiento de Mao y las posiciones del Partido Comunista Chino entre los trabajadores de la educación mexicanos abreva de dos vertientes relevantes, que terminaron convergiendo. Por un lado, del grupo del profesor Edelmiro Maldonado, Camilo Chávez, Tereso González y Samuel López del Partido Comunista Mexicano (PCM), promotores de la línea prochina, expulsados por ello del partido en diciembre de 1963 (https://urlis.net/m73fizj). Edelmiro –como recuerda, Juan López Pérez en su tesis Familia y militancia política: el caso de los Maldonado Arenal– dio vida, a su regreso a Monterrey, Nuevo León, al grupo Amigos por China.
El segundo afluente, donde participa de manera relevante el maestro Rubelio Fernández Dorado (https://urlis.net/hst2mx4), lo integran disidentes othonistas que militaron en el Frente Obrero Comunista Mexicano y, posteriormente, en la Liga Comunista Espartaco (LCE).
Con el movimiento estudiantil-popular de 1968, la reanimación de la lucha magisterial, el surgimiento de organizaciones abiertamente prochinas, como el Movimiento Marxista Leninista Mexicano ( Mamelucos) y el Partido Revolucionario del Proletariado Mexicano, y la implosión de la LCE, el maoísmo renovó bríos y presencia a escala nacional. Los educadores no fueron la excepción. Entre muchas expresiones, en la Escuela Nacional de Maestros surgió el grupo Servir al Pueblo, integrado por Leticia Ramírez y Noé García.
Vientos de lucha emancipatoria soplaban por doquier. Vietnam resistía la agresiones estadunidenses. Los No Alineados avanzaban en África. La revolución cubana iluminaba las gestas de liberación nacional en América Latina. Persistía el eco de la Revolución Cultural China. En Perú se formó el Sindicato Unitario de Trabajadores de la Educación.
El 13 de diciembre de 1972, al calor de movilizaciones populares, impulsado por los profesores Rubelio y Edelmiro, se fundó el Frente Magisterial Independiente Nacional (FMIN), clave en el encuentro entre maoísmo, protestas docentes y defensa del normalismo. Su nacimiento tenía como trasfondo un paro magisterial exitoso y la realización de una asamblea de balance con 500 representantes delegacionales. Un año después aprobó su programa y declaración de principios. Actualmente, tiene como guía ideológica el marxismo-leninismo-maoísmo.
En el número 1 de Educador Socialista, órgano del FMIN, publicado en papel revolución en agosto de 1974, se anunció su nacimiento, “para superar la dispersión y aislamiento, y ubicar las luchas del magisterio dentro del proceso consciente de las luchas de los trabajadores mexicanos por el socialismo”. Su nombre –explican los editores– responde a su objetivo central: establecer el socialismo en México y la formación de maestros socialistas. Su precio (a manera de cooperación) era un peso.
El FMIN promovió la formación de las Normales Populares Rubén Jaramillo (después Emiliano Zapata), en la Ciudad de México, y Salvador Allende, en Monterrey. Allí estudiaban para maestros jóvenes que no alcanzaban lugar en las escuelas oficiales. Al egresar, luchaban por una plaza para trabajar. Fue muy relevante en la exitosa huelga de 63 días, en 1976, que desembocó en la democratización de la Normal Superior de México. Acompañó la lucha del Frente Nacional de Escuelas Normales, integrado por 14 centros de formación magisterial, que logró el reconocimiento de la Normal Superior de la Laguna y los Cursos Intensivos de Oaxaca.
Organizó escuelas de formación de marxismo, círculos de estudio de maoísmo y escuelas de capacitación político-sindical. De sus filas han surgido decenas de dirigentes magisteriales democráticos, claves en la construcción de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (de la que el FMIN fue fundador), como Ramón Couoh, Teodoro Palomino y José Altamirano. Acompañó la lucha de la Unión Popular de Vendedores Ambulantes 28 de Octubre, en Puebla, y el Movimiento de Unificación y Lucha Triqui.
Entre otras iniciativas, participó en la Organización Nacional de Cuadros Camilo Chávez, agrupación de organizaciones de masas maoístas. Fue parte del Frente Anti Farsa Electoral. Acompañó las protestas de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca. Organizó el Congreso de Escuelas Normales en la Normal Superior de Chiapas. Nunca ha abandonado su compromiso internacionalista.
El 10 de diciembre, el FMIN celebró 50 años de vida y rindió un homenaje al profesor Rubelio Fernández. Escribió el poeta guatemalteco Otto René Castillo: “Y si busca en la sombra / que cubre nuestro país / siempre encontrará / compañeros / que le darán un puñado de luz / para sus ojos, / y le asignarán su puesto / en la lucha de todos”. A lo largo de cinco décadas, el Frente ha talacheado en las sombras y ha ganado un puesto en la lucha de todos.
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