El Museo Whitney en Nueva York invita a caminar por las calles de esta ciudad que el pintor Edward Hopper recorrió durante casi 60 años a través de una exposición y un mapa interactivo para explorar desde cualquier parte del mundo y reconocer los rincones con los que retrató la vida estadunidense.
La Gran Manzana fue el hogar de este artista durante casi seis décadas, desde 1908 hasta su muerte, en 1967, periodo que abarcó gran parte de la madurez de su obra y que coincidió con un momento histórico de desarrollo en esta urbe.
Hopper estuvo aquí (#HopperWasHere) es la etiqueta para seguir en redes sociales los pasos sobre la isla de Manhattan, en los sitios capturados con su trazo, como azoteas, vías férreas, estaciones y edificios. En la página del museo se encuentra el acceso al mapa interactivo, y al seleccionar algunos de estos puntos es posible ver sus pinturas y cómo lucen en la actualidad.
Por ejemplo, la plaza Washington, en el barrio de Greenwich Village, vista desde la ventana de su estudio en el que comenzó a trabajar desde 1913 hasta el final de sus días. Desde ahí vio la vida transcurrir, primero, como ilustrador independiente y luego hasta convertirse en uno de los artistas más célebres del mundo.
Durante su vida, la urbe neoyorquina cambió de manera contundente, con el surgimiento de altos rascacielos y el crecimiento exponencial de la población.
Con el título Edward Hopper’s New York el recinto, ubicado a un costado del río Hudson, abre la puerta para observar una selección de bocetos, grabados, ilustraciones y pinturas en las que “destiló su experiencia urbana”, explica el Museo Withney. Es la gran isla por la que deambuló y observó con frecuentes caminatas por su vecindario y durante los viajes en los carriles elevados del tren.
Tema de inspiración
La muestra, que concluye el próximo 5 de marzo, es la primera que “se centra en la rica y sostenida relación del artista con la ciudad que le sirvió de tema, escenario e inspiración para muchas de sus pinturas más célebres y desconcertantes de manera persistente”.
El mapa presenta poco más de 20 puntos para conocer, incluso el mismo Museo Whitney, ubicado en el barrio que alguna vez ocuparon los mataderos que surtían de carne a los neoyorquinos, hoy convertido en zona de galerías, y con la línea antigua del tren transformado en un camino de hermosas vistas para paseantes a pie.
En lugar de posar su trazo por los lugares más famosos, Edward Hopper “volcó su atención hacia lugares poco conocidos e incluso ignorados, pequeños espacios fuera de los trayectos más frecuentados; atraído por el choque incómodo de lo viejo y lo nuevo, lo cívico y lo residencial, lo público y privado que capturaban las paradojas de una ciudad cambiante”.
En la exposición tienen un lugar especial las ventanas por las que irrumpió en la vida privada, habitaciones que son de sus obras más representativas, además de los cafés y marquesinas de teatros.
“Los interiores de Hopper sugieren la vulnerabilidad de la vida privada en las metrópolis densamente pobladas”.
El museo apunta que “las fachadas con ventanas de Nueva York sirvieron de dispositivos de estructuración dinámica que empleó en composiciones en su carrera”.