Siendo ínfimo este espacio y holgado en el tiempo por quincenas, tardaríamos más años de los que disponemos para argumentar con ejemplos cómo lo humano se construyó, con base en estrategias escogidas entre ensayos y errores y también por hallazgos inesperados, lo humano que se expandió por el planeta y aprendió a convivir con lo humano, lo animal y lo vegetal… hasta que conoció su antípoda: lo inhumano.
En el año 2007, vi por la ventana del piso 14 desde mi escritorio de burócrata, que por la avenida Juárez de la Ciudad de México avanzaba una masa deshilachada de personas gritando consignas que yo no escuchaba. Me autoexculpé y bajé a mezclarme con ellos, más por nostalgia de mi juventud aguerrida que por las consignas de los manifestantes que no escuchaba. Eran mujeres en su mayoría, con huaraches, faldones largos y rebozos que también envolvían sus cabezas; quedé exactamente detrás de una de ellas en cuyo atado cargaba una niña pequeña de ojos enormes y patitas colgando. Pensando que podía aligerar a la madre, le pedí me la pasara, pero ésta me la negó agradecida y continuó su marcha levantando un brazo a la par de una consigna. En una pausa le pregunté la edad de la niña y, ¡oh, sorpresa! la menor dijo “cinco años” con una sonrisa que me estremeció más de horror que de pena. Sin saber qué decir, algo habrá inducido a la madre a explicarme espontáneamente que hacía cinco años fueron los extensionistas de Chapingo a visitarlos en Hidalgo y les llevaron abonos para la tierra, que el primer año cosecharon mucho; el segundo también, aunque menos; el tercero casi igual que antes, y ya el cuarto no sólo cosecharon menos maíz, sino que no cosecharon nada de frijol, ni calabaza, ni tomates, ni chiles, y menos se dieron las plantas medicinales y aromáticas, se secaron los nopales en las cercas, desaparecieron los animalitos con los que se hacían tacos y murieron los del corral… Ahora todos morían de hambre, estaban endeudados, no querían más fertilizantes, querían maíz y todo lo demás como “antes”. Por eso la niña no había crecido “como sus hermanos mayores…” Llegando a la calle de Madero me dieron náuseas y tuve que salirme de la marcha, como cualquier clasemediera impotente que por vergüenza era incapaz de corear la exigencia de la devolución de sus tierras fértiles...
A reserva de averiguar qué fertilizantes eran aquéllos, siento el imperativo de preguntar al Presidente de la República: ¿qué nos impide comprender ahora y aquí mismo que la estrategia contra el hambre y la pobreza no es la misma para los pueblos del trigo y de los Triticum en general, que debieron desarrollar técnicas particulares para aumentar las cosechas por metro de tierra en monocultivos muy agresivos, con el fin de obtener más cereales con los que de todos modos no multiplicaron sus poblaciones, si las comparamos con las de los pueblos del arroz y los pueblos del maíz, cuyas respectivas demografías alcanzaron una densidad extraordinaria similar a sus culturas que, gracias a su base alimentaria, desarrollaron muy tempranamente el conocimiento de las ciencias y el arte?
Siendo esto de lo que usted, señor Presidente, presume y compara con otros países, ¿por qué no actúa en el sentido de la reconversión del Campo a la Milpa, el policultivo que daba vida a lo que destruyeron los europeos y que aún ahora se empeña en destruir la política de Sembrando Vida, al escoger una reforestación imposible sin tomar en cuenta la adecuación de la flora a las alturas, climas y su convivencia con otras especies endógenas?
Basta ver los grados de deterioro de Somalia y el norte de África, como ejemplos de lo que hizo el hombre blanco al destruir las bases alimentarias de sus habitantes. ¿Qué lámina opaca nos ciega, pese a extraordinarios consejeros como Álvarez Buylla o Toledo? Porque no creemos que el consejero Villalobos tenga la fuerza de cegar al Presidente. Si acaso tuvo los argumentos para una medida emergente de rescate que justificara la política de “primero los pobres por el bien de todos”. Pero ahora es tiempo imperativo de revisar una política agraria y alimentaria que nos están traicionando a todos…
No nos dejemos manipular por los intereses de un capitalismo tecnocrático, neoliberal y racista que ha dominado la ideología occidental y despojado al planeta de sus virtudes para el autoequilibrio y su propia viabilidad. El prestigio de Andrés Manuel López Obrador lo obliga a preguntarse por qué cayeron Continentes enteros en la inviabilidad. ¡Y no basta decir que fue el neoliberalismo! Porque también hay cegueras entre los virtuosos.