Con siete cobijas, más de tres capas de ropa, bufanda, gorra y hasta el uso de leña para calentones y anafres, pobladores de Parres El Guarda, en Tlalpan, mitigan las bajas temperaturas de menos uno a tres grados que se registraron la mañana de ayer, en la que a pesar de que no hubo heladas “el frío sí calaba hasta los huesos”.
Para Santa Castillo, habitante del pueblo “de toda la vida”, en su casa ubicada a unos pasos de la carretera federal que lleva a Morelos, el frío y el viento helado no impidieron que desde antes de las 8 de la mañana lavara la ropa de la familia para que se alcanzara a secar durante el día.
Mientras la mujer de 60 años llena el tendero de la azotea, recuerda que el agua que junta en la tina para lavar amanece en ocasiones con una capa de hasta un centímetro de hielo, por lo que es frecuente que los tubos de PVC “se truenen con el frío y las heladas que están bien fuertes”.
Otro caso es el de Yoselin Miranda, que para entrar en calor compró un champurrado y un tamal, y antes de regresar a su casa comenta que abrió la llave del agua, pero no cayó y pensó que otra vez no había; sin embargo, se dio cuenta que estaba congelada “por eso no caía ni gota”.
Acompañada por su hijo de cinco años, dice que en ocasiones tienen que tapar los cilindros de gas de 20 kilos con plásticos y cartón para evitar que también se congelen.
Aunque lleva viviendo en este pueblo más de 30 años, aún no se puede acostumbrar al frío, que dijo sentir muy fuerte porque en su niñez vivió en Michoacán, por eso utiliza todas las noches siete cobijas, un cobertor y un edredón, “aunque esté pesadísimo”.
La gripe y tos es constante entre niños y adultos, relataron los entrevistados como Reyna Romero, quien reside en camino a La Huerta en un cuartito de cuatro por cinco metros con sus hijos y nietos, que tienen su piel quemada por el frío.
Consuelo Reza vive en la parte ejidal conocida como Camino a las Torres, se ayuda con leña de ocote y jarilla para encender el calentón y en ocasiones un anafre “cuando el frío arrecia”.
Relató que hace unos días cayó hielo en el techo de lámina que tiene en su pequeña vivienda, que al paso de las horas o con el calentón se deshiela y escurre toda el agua en el piso improvisado de la vivienda.
Consuelo asegura que por ser originaria del pueblo ya se acostumbró al clima y al trabajo rudo de la siembra de avena, así como al cuidado de gallinas y borregos en donde la tierra está suelta, que se levanta en polvareda con el viento o con el paso de algún vehículo.
En la carretera, Christian Brito, checadora de la línea de camiones que va de Tres Marías al estadio Azteca, viste cinco capas de ropa; menciona que ayer no hubo heladas, pero la neblina le llegaba a las rodillas a las 4:50 de la madrugada, cuando empezó a trabajar.