La fascinación que ejerce India parte de la inmensa riqueza cultural que carga en siglos de historia. Diversos imperios, gobiernos y dominios han marcado los diferentes momentos en la historia de esta nación con más de mil 300 millones de habitantes, en una extensión de 3 mil 287 millones de kilómetros cuadrados y que está dividido en 28 estados federados.
India es un país del todo o nada; aquí no aplica el término medio o el más o menos: te seduce y te fascina, no ves la oportunidad de revivir la experiencia o decides nunca más volver.
El estado con la mayor oferta turística es Rajastán. Ubicado al occidente, cuenta con 50 millones de habitantes. Son diversas las maravillas que ofrece al visitante en cuanto a su cultura tradicional, artesanía, festivales y un dorado desierto de arena.
Está compuesto por diversas comunidades y tribus, cada una con su propia identidad, mitología, convicciones y deidades. La tradición folclórica de estos grupos parece no encontrar límites, pues inundan los sentidos del visitante en cuanto a color, música, sabores y olores.
En otro tiempo fue tierra de marajás, el título real utilizado por los monarcas, cuenta también con innumerables fuertes y palacios. La lluvia de color en las calles empieza por la típica indumentaria de la mujer hindú: el sari. Este es uno de los rasgos más distintivos en ellas, símbolo indiscutible de orgullo nacional.
La palabra sari proviene del sánscrito y significa “tira de tela“. La prenda tiene una tradición milenaria que, según documentos históricos, se le menciona 3 mil años antes de la era cristiana. Es considerada una de las prendas más antiguas del mundo.
El sari refleja las diferencias entre las diferentes regiones de India, aunque no es exclusivo de este país. Mujeres de Bangladesh, Nepal o Pakistán también lo portan.
Como elemento fundamental de la cultura artesanal, ha llegado a denominarse como una prenda llena de magia sin costuras; va envuelto alrededor del cuerpo. Hay de diversas longitudes, con giros y dobleces que dependen también de la actividad que la portadora vaya a desempeñar en determinada ocasión.
El sari lo visten desde mujeres de áreas rurales o urbanas, estudiantes universitarias, personalidades políticas y hasta actrices de Bollywood –cine hindi, uno de los dos idiomas oficiales, el otro es el inglés–. Están hechos de seda, lino o algodón con aplicaciones de hilos metálicos en coloridos y brillantes estampados.
La incesante búsqueda de mercancías a bajo costo y la globalización misma han afectado a las familias de artesanos locales, ya que los telares han sido sustituidos por máquinas que elaboran copias de mala calidad.
Para las turistas resulta casi imposible resistirse a la tentación de adquirir un sari, empacarlo en la maleta en su viaje de regreso, aunque ya en casa quede guardado en el fondo del armario como un recuerdo de la singular experiencia de visitar India.
Alia Lira Hartmann, corresponsal