Cuando se piensa en el exilio republicano español y la ayuda que éste recibió en México, con el gobierno que más se le asocia es con el de Lázaro Cárdenas. Creo que es lo correcto, pues a éste le tocó enfrentar la animadversión y resistencia de la enriquecida gachupiniza entronizada en nuestro país y de los cristeros aborígenes que no han dejado de existir, y dejar bien establecido el respaldo oficial de que gozaron en México hasta 1977.
Recuérdese que la pervivencia del régimen encabezado por Francisco Franco constituye uno de los peores estigmas de los gobiernos que se reputaron a sí mismos como paradigmas de la democracia del “civilizado” mundo occidental.
No en vano, el recuerdo de Cárdenas emerge indefectiblemente cuando viene a cuento recordársela a la España de Franco, haciendo memoria de sus múltiples crímenes de lesa humanidad y tener presente que mucho de su espíritu sobrevive aún.
Mientras vivió al menos uno de esos refugiados no dejó de oírse aquello de que “Cárdenas nos abrió las puertas”. Es cierto que otros países acogieron refugiados también, pero a México vinieron a dar más refugiados que a todos los demás países de América juntos.
Si bien es cierto que don Lázaro abrió las puertas, también lo es que Ávila Camacho no las cerró. De hecho, durante el sexenio de éste el número de refugiados fue mayor… y algo muy importante que no se decía resultó ser realmente singular: los gobiernos de ambos no se quedaron solamente esperando, sino que también hicieron grandes esfuerzos para traerlos. Ahí está, durante un año fundamental: 1940, la gestión de Luis I. Rodríguez, y durante el cuatrienio 39-42, el inconmensurable esfuerzo de Gilberto Bosques.
Pero el trabajo de éste no concluyó al salir de Francia. Después de estar preso de los alemanes más de un año, durante casi un sexenio continuó con su gesta en Portugal y no fueron pocos los españoles que, desde ahí, salvaron su vida al pasar a México.
Aquí me vienen a la memoria no pocos comentarios oídos en mi lejana juventud en el sentido de que Miguel Alemán había resultado un tanto hostil a la presencia de republicanos en México. No sé en qué se basaban, pero a pruebas me remito para sustentar que es un aserto completamente falso.
Alemán se convierte en presidente el 1º de diciembre de 1946. La Guerra había terminado y las potencias aliadas no daban trazas de darle un puntapié “donde les platiqué” al generalísimo, pero los mexicanos aprovecharon la corrupción de ese régimen para rescatar legal o ilegalmente a muchos perseguidos. Cuatro o cinco barcos españoles atracaban cada año en Veracruz pletóricos de gente que venía desde Barcelona o Bilbao con “billete” sencillo: unos eran, en efecto, perseguidos que traían documentos falsos y en México recuperaban su identidad; también venían madres, junto con sus hijos, que lograban al fin reunirse con el padre de éstos, quien había salido por piernas de España varios años antes. Asimismo, se veía bajar de aquellos barcos a gente mayor que abrazaba a moco tendido a sus descendientes que les abrían los brazos en el muelle.
Todo ello fue posible porque el presidente Alemán no era contrario a ellos. Dos detalles más: ¿quién fue gobernador de Veracruz durante el gobierno de Cárdenas y Secretario de Gobernación durante el sexenio de Ávila Camacho? Adivinó usted si pensó en el señor licenciado Miguel Alemán Valdez.