Conocedor de las plantas, los animales y el cultivo; hacedor de sombreros, cestería y huaraches. Hombre nacido con cultura y con identidad, don Pedro Salazar, uno de los tres últimos hablantes fluidos de la lengua xjuanji, conocida también como ixcateco, falleció a principios de este año en su natal Santa María Ixcatlán, en la mixteca de Oaxaca.
Su partida prende, una vez más, una alerta. Hay lenguas en México, uno de los países con mayor riqueza lingüística del mundo, que están desapareciendo debido al desprecio institucional y al racismo estructural. La poeta diidxazá Irma Pineda Santiago ha insistido en entrevistas y escritos: la discriminación es una de las causas que debilitan y propician la extinción de las lenguas maternas. Están también los megaproyectos que se imponen en comunidades provocando la desaparición de poblados enteros, lo que afecta profundamente la preservación de las lenguas.
Lejos de implementarse políticas públicas para fortalecer la riqueza lingüística, gobiernos van y gobiernos vienen, y el desprecio por los pueblos, naciones y tribus no cambia. Incluso hay quienes siguen nombrando dialectos a lo que en realidad son idiomas completos y complejos, lo cual también es una forma de racismo. Por eso, el fallecimiento de don Pedro, a los 95 años de edad, es una pérdida no sólo para todo un país, sino para un modo de entender el mundo y para una cultura que puede desaparecer al dejar de ser nombrada.
Don Pedro lo sabía y estaba preocupado. Por eso insistía en la enseñanza, aunque, decía, a “los jóvenes ya no les importa”, o les da pena hablar su lengua porque se burlan de ellos. Hombre de su pueblo, artesano, músico y también maestro de danza, hizo lo que pudo para que su idioma, es decir, su manera de nombrar el mundo, encontrara más hablantes.
El lingüista Michael Swanton comenta a la periodista Diana Manzo que el duelo es grande “debido a que él sabía y conocía palabras del ixcateco que nadie más conoce en su comunidad. No sólo fue un gran compañero en el estudio y documentación de su lengua materna, era también una enciclopedia viva”, recuerda Swanton.
Desde los pueblos se seguirán preservando las lenguas, pues del Estado nada vendrá.
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