Ciudad de México. Las imágenes eran impactantes y perturbadoras. Milenarias iglesias cristianas ardiendo bajo las bestiales lenguas flamígeras del fuego atestiguaban el triunfo de la transgresión, la rebeldía y nihilismo, que provenía de la vertiente más extrema del heavy metal: el black metal.
Eran los años noventa y muchos de nosotros, seguidores del metal, en cualquiera de sus variantes, respirábamos con cierto orgullo por estas absurdas acciones (éramos unos chinches chamacos) que, de manera más radical, llevaban el espíritu transgresor del metal más allá de lo hasta el momento conocido: el diablo emergió a la tierra, para ser más precisos, en Noruega.
Pero esa maldad generada hace más de 30 años por bandas de black metal agrupadas en el movimiento Inner Circle, que trajo consigo no sólo esos estúpidos actos, sino también asesinatos y violencia, no se comparan con la verdadera maldad generada por ideologías o actitudes negativas como el fascismo, el supremacismo blanco, el racismo, la homofobia o el antisemitismo, que muchas agrupaciones del Black Metal Nacionalsocialista (NSBM, por sus siglas en inglés) practican actualmente.
Es sabido que el metal, con su vastedad de temas y sonoridades, también aborda tópicos como la muerte, la destrucción, la guerra o la misantropía, entre otras “bondades”, pero siempre desde un punto de vista figurado, simbólico, a lo más que se había llegado era adoptar al satanismo como un dogma de fe, pero después de la guerra fría, con la globalización y el surgimiento del nacionalismo de extrema derecha, muchas agrupaciones blackmetaleras empezaron a ser militantes de esas ideologías.
Hoy día, el mal se materializa en un tipo que, arriba de un escenario, escupe su odio y veneno, al ritmo de frenéticas sonoridades disonantes y voces chillonas. El NSBM o black metal neonazi se ha tornado en una filosofía política dentro de esta vertiente del metal, que promueve el pensamiento neonazi con el paganismo étnico europeo y la oposición a religiones como el cristianismo, el Islam y el judaísmo que, según los seguidores de esta música, “colonizaron” e intentaron “destruir” sus culturas originarias.
Tristemente, estas ideologías, no sólo en lo musical, sino más en lo político, están tomando fuerza en todo el mundo, la extrema derecha gobierna en muchos países, no sólo en Europa, sino también en América Latina, de ahí que el concierto en México de una banda de NSBM cause mucho revuelo y controversia en torno a lo que se puede permitir y no, a partir del tema de la libertad de expresión.
México siempre ha sido un país que le ha abierto las puertas a artistas, músicos y bandas controversiales, en cualquier género y disciplina. En este caso, el concierto que la banda griega de NSBM Der Stürmer (El Delantero o El Perseguidor, según quién, la traducción), dará hoy en la Ciudad de México, en un recinto aún por anunciar, ha generado el rechazo de diversos sectores de la sociedad.
En Guadalajara, donde se presentarían el día de ayer, diversos colectivos antifascistas se pronunciaron contra este concierto; la comunidad judía en México solicitó la cancelación del mismo, ¡vaya!, hasta diversos medios nacionales (que casi nunca le dan espacios a lo que realmente representa el heavy metal) le han prestado interés a la noticia.
Pero, veamos, no es la primera vez que una banda con esta ideología o inmiscuida en problemas legales por sus acciones visita nuestro país. En 2018, la banda sueca de black metal, Marduk, que se presentaría en varios países de América Latina, causo polémica debido a las letras de sus canciones, consideradas anticristianas y satánicas; si mal no recuerdo la presión social ocasionó la cancelación de su show en Monterrey.
Curiosamente, algunas de las canciones de la banda sueca también se refieren al Tercer Reich y la Segunda Guerra Mundial, aunque esta característica no fue el motivo del escándalo en esa ocasión.
Otro caso es el de la banda noruega de black metal, Gorgoroth, de la que se cuenta que en una de sus visitas a México, algunos de sus integrantes estuvieron involucrados en actos de pederastia. Aunque no es el tema que abordamos, este ejemplo habla de cómo, más allá de seguir o no una ideología particular, en el país, algunos promotores, bandas o metalhead, se dejan llevar por el morbo, la leyenda, la imagen y pocas veces, conocen bien a quienes traen al país, o si lo saben, les vale madre.
México, desgraciadamente, está siendo punto de interés para la extrema derecha mundial. En octubre pasado, cinco agrupaciones neofascistas, no metaleras, se presentaron en un foro de Santa María la Ribera, como parte del concierto El imperio contraataca. Por si fuera poco, en noviembre se llevó a cabo la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), en lujoso hotel de Santa Fe.
La música es, como todas las artes, terreno fértil para la creación, la creatividad, la unión, la sanación, además de la diversión y/o la reflexión. Sin embargo, géneros como el heavy metal, ya de por si estereotipados por muchos, pueden ser presa de pensamientos retrógrados como el fascismo, el racismo o la homofobia, pues muchas veces, sus seguidores sólo se interesan por la brutalidad sonora, sin importar tanto el mensaje.
Limpiemos nuestros oídos de esta mierda y démosle al metal el lugar que se merece, ya que su cultura tiene mucho que ofrecer, pues, aunque el black metal es el género más extremo del metal, también es uno de los eclécticos, innovadores y arriesgados.
Finalmente, no se trata de satanizar, válgame la palabra, a esta música, a sus intérpretes y seguidores, ni mucho menos hacer una persecución sobre ciertas vertientes del metal o de señalar a promotores, sino de analizar bien qué es lo que se hace, pues, de seguir así, ya ni los conciertos de Baby Metal serán bien vistos.
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